En una entrevista reciente, de 60 Minutos, el presidente de Irán, Ibrahim Raisi, dijo: “Hay algunas señales de que [el Holocausto] sucedió”, pero los “acontecimientos históricos deben ser investigados por investigadores e historiadores” para verificar que realmente sucedió. Los medios y los políticos israelíes se indignaron con esas palabras. El embajador de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, pidió al jefe de la ONU, Antonio Guterres, “que niegue a esa negador un escenario mundial donde difunde antisemitismo y odio. La ONU alcanzará un nuevo mínimo si le dan plataforma al Carnicero de Teherán”. Pero, aparte de los medios y políticos israelíes, casi nadie mencionó o ni siquiera notó, las palabras de Raisi. No es que no supieran; simplemente no les importa o tácitamente están de acuerdo con él.
El 5 de junio de 1940, siete meses antes de que los nazis decidieran llevar a cabo el plan para la “Solución Final a la Cuestión Judía”, es decir, aniquilar al pueblo judío, Baal HaSulam gran cabalista y pensador del siglo XX, publicó el primer número de un periódico titulado La Nación. Su intención era unir al pueblo judío, como medio para frustrar la persecución nazi. Escribió que su periódico “es un ‘ser’ que nació en una situación desesperada, con dolores de parto duros y terribles, en medio del veneno del odio que había golpeado a las naciones del mundo, para borrarnos de la faz de la Tierra, de la destrucción de millones de nuestros hermanos y están dispuestos a hacer más”. Lamentablemente, el primer número fue también el último. Los judíos, no sólo rechazaron la unidad, algunos de ellos acudieron a las autoridades británicas que tenían el mandato sobre el país en ese momento y les dijeron que Baal HaSulam tenía la intención de socavar su gobierno con propaganda comunista. Naturalmente, los británicos cerraron el periódico y amenazaron con encarcelar a Baal HaSulam si intentaba seguir publicándolo.
Baal HaSulam escribió La nación dos años después de la conferencia de Evian, que se reunió en julio de 1938 en Francia, para encontrar solución para los judíos que estaban varados en Alemania y Austria. Pero, los resultados de la conferencia fueron pésimos. Treinta y uno de los treinta y dos países que participaron, se negaron a aceptar refugiados judíos, el único que estuvo de acuerdo fue la pequeña República Dominicana, a la que los judíos, en ese momento, no tenían ningún deseo de ir. Cuatro meses después de la conferencia de Evian, fue el pogrom de la Kristallnacht en Alemania y Austria y a partir de ahí, las cosas se deterioraron rápidamente.
Baal HaSulam, quien vio hacia dónde iban las cosas, no tuvo dudas en cuanto al resultado de las persecuciones. “Su inclinación sádica es insaciable”, escribió “y la calamidad es doble, porque no podemos engañarnos pensando que no es más que un fenómeno pasajero y transitorio, como en nuestras experiencias pasadas en la historia, que si una nación nos rechazaba, encontrábamos sitio en otra. Más bien, ahora las cosas son muy diferentes. No sólo somos atacados simultáneamente desde todas direcciones, sino que incluso las naciones más desarrolladas nos cierran sus puertas sin ningún sentimiento de piedad ni compasión y de forma tan despiadada, que no tiene precedentes en la historia humana ni siquiera en los tiempos más bárbaros”.
Ahora hay un precedente; el Holocausto sucedió; pero aún no hacemos lo que deberíamos para evitar que se repita. La situación actual no está muy lejos de donde estábamos en 1938 después de Evian. Si tuviera lugar otra conferencia hoy, ¿algún país decidiría de manera diferente a su decisión entonces? Probablemente no.
Incluso en 1940, cuando escribió el artículo y la Solución Final no se había activado, era claro para Baal HaSulam que nuestra única esperanza era la unidad. Afirmó que es claro “que el enorme esfuerzo que nos exige el arduo camino que tenemos por delante, demanda una unidad sólida y dura como el acero, de toda la nación sin excepción. Si no salimos con filas unidas hacia las poderosas fuerzas que hay en nuestro camino, para hacernos daño, nuestra esperanza estará condenada de antemano”. Pero, como sucede hoy, incluso frente al desastre, los judíos se negaron a unirse. “Y después”, escribió, “cada persona y cada partido se sienta y guarda meticulosamente sus propias posesiones, sin concesión alguna”.
Y bajo ninguna circunstancia pueden o mejor dicho, quieren alcanzar la unidad nacional, como lo requiere este momento tan peligroso para todos nosotros. Así, estamos sumergidos en la indiferencia como si nada hubiera pasado”.
Peor aún, ahora que el Holocausto ocurrió y que sabemos a lo que puede llegar la humanidad y aunque es muy evidente que el mundo se dirige hacia allí una vez más, aún nos negamos a unirnos. Aún no podemos ver que la única esperanza para evitar otra calamidad es nuestra unidad interna. Preferimos vincularnos y socializar con enemigos, que juran aniquilarnos, que con nuestra propia gente. Nuestros enemigos no nos querrán más por eso y estamos siendo debilitados por la división.
A menos que cambiemos nuestro corazón hacia los demás y logremos unirnos, nada cambiará, los que niegan el Holocausto proliferarán, su mensaje venenoso se extenderá por el mundo y se escribirá un nuevo capítulo en los anales llenos de dolor de nuestro pueblo.
Pero, debemos recordar que este capítulo no se escribirá por el odio de las naciones hacia nosotros, sino por nuestro hábito mutuo, que alimenta su odio y las lleva a actuar.
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