«¿Cómo expiarán los judíos sus transgresiones?», Preguntó el rey David. El Creador respondió: «Cuando los judíos sufran a causa de sus transgresiones, deben reunirse ante mí todos. Y juntos confesarán sus transgresiones y recitarán en orden las Selijot y yo responderé a sus oraciones” (Mishna). Esto ejemplifica la esencia misma de la nación israelí, que requiere que adoptemos un enfoque colectivo cara a cara con todos, para bien y para mal.
Selijot (perdón), son oraciones comunitarias dichas en la temporada de fiestas mayores, representan un momento especial de introspección y arrepentimiento. Pero, ¿por qué debemos pedir perdón? Este período especial nos ayuda a comprender que, colectivamente nos vamos más hacia la separación que hacia la conexión con los demás en nuestra vida, esa es la transgresión por la que debemos pedir perdón.
Es la importancia e implicación de los días de arrepentimiento entre Rosh HaShaná y Yom Kipur. Toda nuestra introspección, todo aquello que deseamos examinar, reflexionar, aclarar, admitir, confesar, pedir perdón debe hacerse de forma conjunta, con plena atención de todos y cada uno de los miembros de la nación.
Sin embargo, dado que nos criaron por separado, nos enseñaron y alentaron a desarrollarnos como individuos. En consecuencia, nos distanciamos de nuestro inicio comunitario y perdimos la conciencia de pueblo. En otras palabras, dejamos de ser una sociedad inspirada y organizada que funciona de acuerdo a la garantía mutua.
La ruptura de nuestra condición de pueblo es por lo que debemos pedir perdón, por ignorar las grandes brechas que nos separan, por olvidar lo que espera la gente de nosotros como pueblo y por nuestro comportamiento actual que no está sincronizado con la garantía mutua.
La sensación de que somos como los órganos del cuerpo, la conciencia en la que el individuo no es evaluado por separado, sino como parte integral de un todo sano y totalmente funcional, se perdió. Nos corresponde a nosotros despertar poco a poco de ese engaño de división y darnos cuenta de que los demás nos ven como pueblo, no como una colección de grupos con facciones o individuos separados.
No hay razón para enfadarnos y reprocharnos unos a otros; no hay razón para discutir y usar palabras fuertes. Generalmente, estas palabras logran poco y a menudo, tienen el efecto contrario. Tomemos por ejemplo la educación de los niños. Elevamos la voz y les ordenamos que “sean buenos al dar y recibir”, pero estas palabras parecen caer en oídos sordos. Antes de que lo hagan, necesitan reconocer en nosotros algo que sale de lo más profundo de nuestro interior. Recuerda a tus padres, ¿no recuerdas principalmente sus acciones más que sus palabras? Así como los niños que observan todo y tienen gran capacidad para reconocer lo que realmente sale del corazón, aprenden mejor del ejemplo personal; es exactamente lo mismo.
Debemos aprovechar la oportunidad que nos dan las fiestas mayores para redescubrir nuestros lazos de conexión amorosa. Sólo nos falta tener conciencia de nuestra división para clamar y pedir fuerza para unirnos, fuerza de amor y corrección. Nuestro objetivo final es entender que somos parte de un solo cuerpo que funciona en garantía mutua y amor.
El amor del que hablamos es interno, profundo y está oculto. No brilla delante del mundo como se ve en el cine o en el teatro, donde es un amor egoísta. Por eso es difícil y complicado explicar cómo es cuando todos están conectados y se sienten como un todo.
Una vez que tenemos conciencia profunda de este estado que deberíamos encontrar y entendemos que ni siquiera nos hemos acercado ni hacemos suficientes esfuerzos para lograrlo, estaremos preparados para arrepentirnos y pedir ayuda. Cuando juntos logramos una demanda tan sincera de sanación y unidad, estamos preparados para una oración que sin duda, tendrá respuesta.
Gracias 🙏