Cada nación tiene su propio ciclo anual, y ejerce su rutina alrededor de sus ciclos fijos, celebrando cumpleaños y fechas de fallecimiento, formando así su cultura y sus costumbres, sus fiestas y sus celebraciones.
Cada ciclo tiene su punto de comienzo que se entrelaza con su final. “Para Israel, el año comenzará en el mes de Tishrei”, dictaron hace miles de años los primeros cabalistas que investigaron los sistemas solares, planetarios y lunares.
Se describe en los libros cómo acostumbraban los mensajeros a salir a observar la luna y anotar sus descubrimientos. Si la luna se encuentra en la forma y el sitio preciso en el cielo, se dictaba que era el inicio del mes. Los sabios determinaban en base a la rotación de la luna alrededor del planeta y del sol cuál mes sería el primero de todos para comenzar el ciclo y encabezar el año.
El calendario hebreo contiene en su interior más que geografía, geología y astronomía, día y noche, tiempo y lugar. Está unido a los astros y representa un calendario interno, el almanaque del corazón de cada individuo que se unifica a un pueblo, y luego al mundo. Cada periodo representa una etapa en el proceso de conexión de los corazones de los humanos, uno al otro, para hacer que su voluntad sea como la voluntad de la fuerza superior que dirige al mundo hacia la conexión y haciéndolo, a asemejarse a ella misma. De este modo se adapta cada plegaria de Israel especialmente a cada festividad.
Las plegarias que fijaron los fundadores de la nación para el Rosh HaShaná, están dirigidas a la revelación de la fuerza superior en el mundo entero, para que entonces se llene la tierra con el conocimiento del Señor.
Los judíos en Rosh HaShaná rezan para que el Creador se revele ante todos, a todos los creados. No a un grupo específicamente, o a un pueblo, sino para que se revele el reino de la fuerza superior a toda la humanidad, se excelse y se santifique Su honor y todos estén unidos y vayan tras Su voluntad, hacia la conexión y la responsabilidad mutua entre todos los hombres. Por esta misma razón, en Rosh HaShaná, el Templo estaba siempre abierto para todos, y la multitud peregrinaba hacia Jerusalén de cualquier nación y cualquier pueblo.
El fin del acto se encuentra en el pensamiento inicial, un punto de inicio que se entrelaza con el final: Israel comienzan a hacer girar el calendario de sus corazones, uno hacia el otro, para conectarse e implementar el amor fraternal, con el previo pensamiento de que el mundo les observará y querrá hacer lo mismo. La agenda terrenal es una oportunidad y una invitación para cumplir la agenda interna.
Si cada persona se inclina en este pesamiento y actitud siempre con el fin de que todos teniamo una mentalidad de humildad y generisidad apoyandonos al poder sobre natural ya no habria de que temer la humanidad se humanizara en una conducta e intachable etica del buen comportamento o mejor dicho la verdadera educación de reepetarnos y aceptarnos al mismo tiempo. Una nueva educación socioespiritual cambiaria desde la atmosfera hasta nuevos brotes de tierra y agua