Desde Chile, Bolivia, Hong Kong, y previamente en el Líbano y Barcelona, una serie de levantamientos en todos el mundo en las últimas semanas han surgido con fuerza compartiendo una demanda común: descontento y falta de esperanza en los gobiernos y el deseo de cerrar el mes dignamente.
Estas situaciones hacen recordar la “primavera árabe” en el 2011, que dio como resultado la caída de los regímenes que gobernaron algunos estados árabes. La ira no ha cambiado desde entonces, solo sigue y empeora. Y hoy día es suficiente un solo fósforo para encender a la tensa humanidad como a un barril de explosivos, para sacar a las calles a decenas de miles de ciudadanos exaltados.
Si observamos la situación desde una perspectiva amplia es posible encontrar el bien dentro de todo el mal que se revela. En la humanidad comienza a desarrollarse gradualmente una buena relación con la vida. Una comprensión de que no hay realmente un beneficio en el consumo excesivo, que con la tecnología y la abundancia que existe, lo interior carece de significado como lo más profundo de la vida. Tal vez por momentos surge la pregunta esencial, pero uno no tiene una respuesta clara y concisa. Incluso cuando los regímenes cambian y se calman los ánimos, la pregunta se desvanece y vuelve la vida a su circuito imaginario.
De protesta en protesta, se aclara el discernimiento de que nos acercamos al reconocimiento del mal y que si no cambiamos la naturaleza del hombre, cuya esencia es preocuparse por sus propios intereses, ninguna protesta dará los beneficios esperados. Si no enderezamos a fondo las relaciones entre nosotros, nada será para bien. En ninguno de los niveles: político, económico, social, familiar.
¿Y quién puede traer un cambio significativo?
¿Quién tiene el método de unificar a los seres humanos por encima de todas las diferencias? Los judíos. ¿Y por qué ellos? Debido a su misión y a la responsabilidad puesta sobre sus hombros. Porque en sus manos está la Sabiduría de la Cabalá, el antiguo método para la creación de conexiones saludables entre los seres humanos. El método que se transmite de generación en generación, solo que ahora ha llegado la hora de sacudir el polvo y comenzar a implementarlo.
Tal vez de momento la conexión con los judíos suena como algo infundado, pero si dentro de otro medio año preguntamos a los libaneses quién es responsable de esta situación, ellos señalarán a sus vecinos judíos como culpables. Y no sólo ellos, también los ciudadanos que salen a las calles en Chile, en Barcelona, en Irán. Y no importa que no haya un vínculo directo entre la inestabilidad política y la insatisfacción con los gobiernos para culpar a los judíos.
La verdad es que tienen razón. La conexión es invisible, pero existe. El remanente de eso es la conexión cercana entre Israel y las naciones del mundo. Como escribieron nuestros sabios “no hay calamidad que llegue al mundo que no sea por Israel”, y en las correcciones de El Libro del Zóhar, escribieron: “los judíos son la causa de la pobreza, la destrucción, el robo, el asesinato y el exterminio en todo el mundo”. En pocas palabras, todo el mal que sucede en la humanidad es a causa de los judíos. La pregunta es cuál es la medida del sufrimiento que siente una persona o una nación entera, si el dolor es tolerable entonces buscan salidas para la solución del problema o formas de absorberlo. Pero si el sufrimiento crece, toma la forma de una protesta civil violenta y empuja a las multitudes a salir a las calles y manifestarse. Cuando el sufrimiento sobrepasa todos los límites, entonces emerge en silencio generando un odio ardiente. Al principio, sin relación a los judíos, pero en la medida que va aumentando, pasa a ser agudo, focalizado y venenoso contra los judíos.
A la vista de las naciones del mundo los judíos son percibidos como grandes vanguardistas. Como escriben los cabalistas, en toda la humanidad existe una red de conexiones recíprocas, como un sistema en que todas las partes dependen una de otra. Por lo tanto, si los judíos se conectaran entre ellos en un contacto cordial e interno, servirían como un “conducto” a través del cual fluiría hacia el mundo la fuerza positiva y unificadora, expandiéndose por toda la red. En pocas palabras sería: “Luz para las naciones”.
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Obligado es entender los muchos grupos que comprende ese término de «Hijos de Israel»… para saber que la participación es de muchos de nosotros. Mil gracias Rav. y grupo de trabajo. Reciban bendiciones desde México.