Un estudiante me dijo que, aunque Israel se encamina a su cuarta elección general en sólo dos años, el gobierno ya determinó que el tema del próximo Día de la Independencia de Israel, que tendrá lugar el 14 de abril de 2021, será, Hermandad Israelí. Qué irónico. El estudiante me preguntó sobre el significado de elegir específicamente este tema en un momento en que estamos tan divididos.
Bueno, lamentablemente, la elección de este tema en sí mismo no tiene sentido. No somos hermanos y no hay hermandad entre los israelíes. En el mejor de los casos, nos une el sufrimiento durante las crisis, como la guerra. Pero hoy, incluso en crisis, nuestra unidad se está reduciendo.
Lamentablemente, la unidad como medio de protección contra los golpes no dura, ni es una unidad real. Nos vemos obligados a permanecer juntos por las circunstancias y tan pronto como las circunstancias lo permiten, nos volvemos beligerantes y nos dividimos una vez más e incluso, más que antes.
La verdadera unidad debe venir desde dentro, por nuestra propia voluntad. Cuando nuestros antepasados se unieron al grupo de Abraham, que finalmente se convirtió en la nación israelí, eligieron la unidad, porque creían que era la forma correcta de vivir. No eran hermanos, ni siquiera eran amigos. De hecho, a menudo procedían de tribus y clanes enemigos, pero decidieron que la unidad era más valiosa que el odio, la eligieron como el valor más elevado y formaron una nación cuyo fundamento fue el amor fraternal o como escribió el rey Salomón: «El odio suscita la lucha y el amor cubrirá todas las transgresiones”. (Proverbios 10:12).
Siglos más tarde, sus descendientes abandonaron la unidad de sus antepasados y se dividieron tanto, que perdieron la soberanía de la tierra de Israel. Después, la única unidad que Israel conoció fue la efímera y oportunista cooperación de compañeros de sufrimiento.
El pueblo de Israel no es como las otras naciones. Nuestro país no puede ser como los otros países. La única forma de poder restablecer nuestra nacionalidad y merecer ser soberanos en esta tierra es estar a la altura de nuestra misión, ser una nación modelo, luz de unidad para las naciones. En otras palabras, si nos unimos por encima de nuestra enemistad y diferencias, como lo hicieron nuestros antepasados, cuando merecieron ser considerados nación, nosotros también ganaremos nuestra soberanía aquí.
Actualmente, la presión externa de nuestros enemigos nos mantiene unidos. Si no fuera por eso, nos habríamos dispersado hace mucho tiempo e ido a donde nos sintiéramos más cómodos. Nada nos retiene aquí excepto el miedo a los que nos odian. Lamentablemente, pronto, nuestro odio interno será más fuerte que el odio de nuestros enemigos hacia nosotros y nos dispersaremos sin importar el peligro externo. Si lo hacemos, será realmente una amenaza para la existencia del Estado de Israel.
Para tener éxito en restablecer nuestra nación y sentir amor fraternal, tenemos que entender la unidad única que nuestros antepasados lograron. Aunque procedían de tribus y clanes de todo el Creciente Fértil, se unieron al mensaje de Abraham, que defendió la misericordia, la compasión y el amor como los valores más importantes. Los seguidores de Abraham no tenían esos sentimientos entre ellos, tuvieron que cultivarlos a pesar de su antipatía mutua inicial.
Sin embargo, de vez en cuando, el odio levantaba su fea cabeza y obligaba al grupo de Abraham a reforzar su unidad a pesar del odio emergente. El resultado sorprendente fue que los seguidores de Abraham lograron una unión muy sólida, triunfaron incluso sobre el odio más arraigado en su interior, hasta el punto de convertirse en nación, a pesar de su desunión inicial y de sus malos sentimientos mutuos. Esta coalición, con base en la idea de la unidad en sí misma y no en algún impulso material, biológico u oportunista, hasta hoy, es inaudita. De hecho, ningún otro grupo lo ha logrado; ningún otro grupo, siquiera, lo ha intentado.
Hoy, cuando el odio entre los israelíes está por las nubes, cuando numerosos países tienen armas de destrucción masiva y medios para desplegarlas, es imperativo que encontremos la forma de superar nuestro odio creciente. Nadie tiene la experiencia, excepto los antepasados del pueblo de Israel. Y las naciones que, subconscientemente sienten que Israel tiene la clave para resolver los conflictos del mundo, nos culpan por causar todas las guerras.
Si Israel no revive el método para unirse, a pesar y por encima de la enemistad, en un futuro cercano, estará en desacuerdo con el mundo entero, que nos culpará de sus males. Revocarán la resolución 181 de la ONU, para establecer un Estado judío y estaremos solos en el mundo, sin ningún apoyo de ningún país.
Sin embargo, este escenario no está grabado en piedra; depende de nosotros, los israelitas. Si revivimos la unidad que establecieron nuestros antepasados, por encima de las diferencias y del odio, nos convertiremos en el modelo del mundo y el mundo nos alabará por haber abierto el camino para evitar una tercera guerra mundial nuclear. Si no cumplimos nuestra misión, el mundo se sumergirá en otra guerra y descargará su ira en nosotros.
Deja una respuesta