Salir del exilio y comenzar de nuevo
En el artículo anterior, discutimos el surgimiento y caída del Primer Templo, debido a la destrucción y pecados entre los reyes de Israel. Cuando Israel fue exiliado, fue enviado a Babilonia, de donde Abraham había venido anteriormente. Allí, en Babilonia, se dispersaron y se asimilaron hasta que una vez más, surgió un gran enemigo de los judíos y buscó destruirlos: el archi antisemita conocido como, el malvado Amán.
Amán le dijo al rey Azuero que los judíos estaban separados: “Hay cierto pueblo esparcido entre los pueblos, en todas las provincias de tu reino” (Esther 3: 8). Aunque, su dispersión física no fue lo que instigó el odio de Amán; sino su desunión. En el siglo XVII, Kli Yakar, el comentario a la Torá, afirma muy claramente: “un pueblo esparcido y separado, quiere decir que su gente estaba dispersa y dividida”. Asimismo, la destacada interpretación de la ley judía, Yalkut Yosef, toma «separado» para indicar que «sus corazones estaban separados». Y, sucedió con el faraón y sucedió con Nabucodonosor, la separación del pueblo de Israel hace que surjan enemigos que desean destruirlo. Amán fue sólo otro eslabón de la cadena, aunque muy cruel.
Para obtener lo que quería, Amán le dijo al rey Azuero: “los judíos no observan las leyes del rey” (Esther 3: 8). Sin embargo, aunque el rey le permitió eliminar a los judíos, todos los años en Purim celebramos el milagro de nuestra supervivencia porque en el último minuto, Mardoqueo unió a los judíos. “’Ve y reúne a los judíos’, es decir, diles palabras de lisonja”, escribe Haim Yosef David Azulai (el CHIDA) en el libro Pnei David, “para que todos se unan. Ve y une los corazones de todos los judíos en uno solo». En su descripción del siglo XVIII, el libro revela la desesperación de Esther y Mardoqueo ante la perspectiva de ver borrado a su pueblo, como era la intención de Amán. Su último recurso fue la unidad. Cuando los judíos se unieron, se salvaron y facilitaron el comienzo de la salida de Babilonia.
Pero a diferencia de Egipto, que los judíos tuvieron que huir en la oscuridad de la noche, esta vez, se fueron con la bendición del rey y con todo su apoyo moral, financiero y espiritual: tan pronto como Ciro llegó al poder, sintió que Dios le ordenó que enviara a los judíos de regreso a su tierra para que reconstruyeran el Templo. Sintió que le ordenaron que los ayudara en su tarea. Dio la famosa Declaración de Ciro que decía: “Todo superviviente [judío], en cualquier lugar donde viva, que la gente de ese lugar lo sostengan con plata y oro, con bienes y ganado, junto con una ofrenda voluntaria para la casa de Dios que está en Jerusalén” (Esdras 1: 4). Después de que se cumplió su orden, “el rey Ciro sacó los utensilios de la casa del Señor, que Nabucodonosor había llevado [saqueado] de Jerusalén y puesto en la casa de sus dioses” (Esdras 1: 7).
La Declaración de Ciro marcó el final oficial del exilio en Babilonia y el inicio de la era del Segundo Templo, aunque el Templo en sí aún no se había construido. Durante ese período, los judíos alcanzaron grandes alturas, pero finalmente, se redujeron a dos guerras civiles, la última de las cuales fue tan sangrienta y brutal, que sus heridas aún no sanan.
El siguiente artículo de la serie contará la historia de la “era dorada” en la historia de los judíos en la tierra de Israel, cuando las naciones del mundo querían aprender de ellos para conducir su vida social.
Para obtener más información sobre este tema, consulta mi última publicación, La elección judía: Unidad o antisemitismo, Hechos históricos sobre el antisemitismo como reflexión sobre la desunión social entre judíos
Surgen interrogantes sobre Israel, yo lo visualiza como cosa la población occidental, quien debemos superar juntos esta arremetida y participar activamente en la batalla final.