Este agosto, la Organización Sionista Mundial – ההסתדרות הציונית העולמית celebrará su 125 aniversario. Fue fundada como Organización Sionista por iniciativa de Theodor Herzl, en el Primer Congreso Sionista, que tuvo lugar en agosto de 1897 en Basilea, Suiza. Este verano, la convención buscará “reconstruir” simbólicamente ese primer congreso, con un holograma de Herzl de pie en el balcón donde pronunció su famoso discurso. Habrá muchos dignatarios allí y muchos discursos, pero después de 125 años, el sionismo aún desconcierta a muchos que reflexionan sobre su significado y dónde posicionarse con respecto a él.
Se me pidió que contribuyera con mi mensaje sobre el sionismo, pero me negué por una razón muy simple: esos eventos no tienen importancia. Son asambleas de políticos que no vienen a escuchar sino a mostrarse. No absorberán mensajes que no sirvan a sus intereses.
Sin embargo, si tuviera que presentar teóricamente la forma en la que entiendo el sionismo, tal como lo aprendí de mi maestro Rabash, destacaría que el sionismo no se refiere directamente al pueblo judío, sino a toda la humanidad.
La palabra hebrea Zion proviene de la palabra Yetzi’a, que significa salida. El pueblo de Israel formuló su cohesión única a través de repetidas entradas en el estado de unidad y salidas de él. Gracias a su lucha constante por volver a entrar en el estado de unidad, los antiguos hebreos construyeron una nación única, que exalta ese valor por encima de todo. Dado que los antiguos hebreos provenían de todas las nacionalidades que existían en el antiguo Cercano Oriente y en el Mediterráneo, su unión formó una minúscula «paz mundial», donde personas de religiones y culturas opuestas y a menudo hostiles, podían unirse y cuidarse, por encima de sus diferencias iniciales.
Por eso, a la nación israelí se le encargó ser “luz para las naciones”, mostrar al mundo que la guerra no es la forma correcta de vida de las naciones, que hay una alternativa de paz y preocupación mutua. Es también la razón por la que los principios fundamentales del judaísmo se refieren a reglas sociales como “Lo que odias, no lo hagas a los demás”, “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, preocupación por pobres y débiles y responsabilidad mutua.
El sionismo, por lo tanto, no es una ideología nacionalista. Más bien, es la disposición de un individuo para luchar contra su sentido de separación de los demás y formar una alianza que una a toda la humanidad en una sola.
El gran cabalista y pensador Baal HaSulam, que también fue padre de mi maestro, escribió a principios de la década de 1950, poco después del establecimiento del Estado de Israel: “El judaísmo debe presentar algo nuevo a las naciones. ¡Esto es lo que esperan del regreso de Israel a la tierra!” Más tarde, explicó que debería ser la unidad de los judíos, unidad por encima de todas las diferencias. Escribió, “Eso unirá a todas las naciones para que sean una sola y se ayuden unas a otras” y nos dotará “de tolerancia mutua”. Nuestra unidad, la unidad de los judíos, “sin duda probaría a las naciones, incluso a los árabes, que fue correcto el regreso de Israel a su tierra,”.
La unidad de los judíos nunca fue el objetivo del movimiento sionista. Esto, en mi opinión, ha sido su principal inconveniente. Si el objetivo final del sionismo no es unir a la nación judía, para servir como modelo de solidaridad por encima de las diferencias, entonces, como escribió Baal HaSulam, “el sionismo será cancelado por completo”.
Dado que prevalece la división entre nosotros, el valor del sionismo a los ojos de los israelíes y de los judíos del mundo es muy pobre. Y dado que no apreciamos al llamado al pueblo judío, para que sea modelo de unidad, el mundo no aprecia a los judíos. “[Un] regreso como el de hoy”, escribió Baal HaSulam en los primeros años, “no impresiona en absoluto a las naciones y debemos temer que vendan la independencia de Israel, para cubrir sus necesidades”.
Si esto fue cierto a principios de la década de 1950, cuando los israelíes aún eran sionistas, aunque no pudieran ponerse de acuerdo sobre el significado de la palabra, podemos imaginar el odio que estamos provocando en el mundo de hoy, cuando nuestra única «meta» es ser en un país rico, una “nación emergente”.
Debemos regresar de Yetzi’a, la salida y volver a entrar en la unidad. Debemos restaurar el significado original de la palabra “Sión” y vivir a la altura de nuestra meta. No tiene nada que ver con la tierra ni con la religión ni con la fe. Así como nuestros antepasados venían de todas las religiones y credos del Creciente Fértil, lo único que necesitamos para comprender el significado del sionismo es aspirar a la unidad por encima de todas las diferencias.
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