El antisemitismo se ha convertido en parte de nuestra esencia. Quien se nutre solo de los medios de comunicación israelíes recibe una imagen parcial y pobre. En cambio, la prensa mundial va informando día a día, por no decir hora tras hora, sobre eventos significativos que convergen en una tendencia que no avanza en una dirección positiva.
A veces, las olas están tranquilas en el tormentoso mar antisemita, pero poco después, surge una ola de noticias de última hora y eventos de violencia más graves que vuelven a revivir la sensación de angustia. El gran problema de nuestro tiempo es el fenómeno del antisemitismo que se está convirtiendo en una rutina. Ya no son portada de noticias, y su cobertura en los medios es efímera.
No se confundan, en todo momento, en algún punto pequeño en el mapa mundial, los judíos están siendo amenazados o sufren algún trato antisemita. Y ni hablar de los que usan kipá o llevan algún símbolo distintivo, como la estrella de David. La probabilidad de que experimenten violencia verbal o física en un espacio público es mayor de lo habitual. Aún más si van de camino a la sinagoga el sábado.
Y no son estos los casos que producen asombro en las grandes comunidades judías del mundo como por ejemplo, en Nueva York, sino precisamente los recurrentes casos de agresión contra judíos que no llevan escrito en sus frentes que son judíos. También en estos casos solo un 10% son reportados. El resto calla y hace callar, quejándose en silencio, dudando si conviene poner el fenómeno en evidencia; quizá subestimar su importancia en la prensa local y global. Después de todo, ¿quién tiene realmente una solución?
Hemos reunido algunos de los informes revelados y comunicados que se han publicado en menos de una semana. No todos hablan de violencia física contra los judíos. Algunos de ellos apuntan a formas indirectas de hostigarlos, también por parte de otros judíos. Respiren profundamente, incluso un poco más, lean atentamente, multipliquen los casos por diez, y ármense de paciencia para el final.
- En Inglaterra nuevamente se batió un récord histórico, y en la primera mitad del 2019 se reportaron unos 900 incidentes antisemitas.
- En Canadá se reportaron números similares: solo en el 2018 se registraron 2000 eventos antisemitas, y a principios de esta semana, el tribunal canadiense prohibió etiquetar el vino de Judea y Samaria como «hecho en Israel».
- Dos reporteros de la CNN renunciaron después de que uno de ellos publicara mensajes a favor de Hitler y el otro comparara a los judíos con cerdos.
- En Miami, un hombre de unos sesenta años recibió disparos fuera de la sinagoga.
- El jefe de la organización de derechos humanos (Human Rights Watch) se niega a reconocer el derecho de existencia de Israel. El mismo jefe de la organización es judío.
- El movimiento judío y antisionista «IfNotNow (Si no ahora)» pretende influir en la generación más joven de judíos estadounidenses a través de talleres educativos antiisraelíes.
- El museo judío de Alemania publicó una exposición que muestra negativamente la relación entre los judíos y el dinero. La comunidad judía fracasó en su intento de cerrar la exposición antisemita, y dado el éxito de la misma, la exposición continuará.
- La ONU acusó a Israel de violar los derechos de las mujeres. Pero entre los países que votaron a favor de la condena se encontraban China, Rusia e Irán.
Quizá nosotros, los judíos, somos ciegos ante los mensajes alarmantes que anuncian una gama de estos eventos antisemitas, insensibles al hecho de que el mundo, a su manera, está intentando señalarnos nuestro designio: ser «luz de las naciones». Pero hay muchos que no son judíos, que realmente sienten el papel del pueblo judío y están conscientes de lo que quieren de ellos. Por ejemplo, Vasily Shulgin.
Shulgin, originario de Ucrania, fue miembro de alto rango de la Duma, la Asamblea de Representantes en la Rusia zarista de 1906 a 1917. Shulgin se declaró orgulloso de ser antisemita, y en su libro, «¿Qué nos disgusta de ellos?», analizó decenas de artículos sobre su hostil percepción de los judíos. Shulgin reclamó que los judíos en el Siglo XX se habían vuelto ingeniosos, eficaces e impetuosos en la explotación de ideas de otras personas. Su queja es que «este no es el trabajo de maestros y profetas, ni el papel de guías de ciegos, ni tampoco la tarea de aquellos que conducen a los discapacitados.”
Y si parece que hay una contradicción entre el odio a los judíos y el deseo de verlos como un pueblo destinado a guiar a los ciegos, es decir a la humanidad, Shulgin reitera en su libro esta demanda en innumerables formas. «Si los judíos llevaran a la humanidad a su destino, déjenlos que alcancen el nivel que tenían en la antigüedad; entonces, inmediatamente todas las naciones correrán a sus pies». Cuando esto suceda, las naciones pedirán al Creador por el bien de los judíos, reconociéndolos como guías que conducen a la revelación de Su bondad.
Es sorprendente que los grandes ideólogos antisemitas sean profundamente sensibles a la naturaleza de los judíos, y desarrollan una actitud dual hacia los mismos: por un lado, odio a la forma actual de los judíos en el mundo, y por otro, el reconocimiento de la grandeza interior que existe en el pueblo. Es la grandeza que debemos revelar nosotros mismos, una singularidad, que junto al antisemitismo que aumenta día a día, debemos potenciar con la fuerza de nuestra conexión. Ese es nuestro papel, y esa Luz es la que esperan todos los miembros de la humanidad, tanto los que nos odian como los que nos aman.
Profundizar más: http://bit.ly/2VCke4q
Deja una respuesta