2023 ya comenzó. Si vemos el año 2022, hay muy poco de qué alegrarse. Sobre todo, la guerra de Ucrania trastornó al mundo a muchos niveles. Devastó un país, agotó otro, disparó los precios de la energía y perturbó la economía en el mundo. Incluso sin la guerra, la economía estaba en mala forma y la industria aún no se recuperaba del impacto de Covid, pero los dos golpes combinados nos han afectado muy duro a todos. Además, las pésimas relaciones internacionales, los fenómenos meteorológicos extremos, el aumento de abuso de sustancias y la degeneración social, contribuyen a la sensación bien fundada de que, las cosas van cuesta abajo rápido y a nivel mundial.
Cuando una persona está enferma, la tarea más importante y a menudo el mayor reto, es lograr un diagnóstico rápido y claro. Normalmente, una vez diagnosticado el problema, el pronóstico es claro y los posibles planes de tratamiento son más fáciles de elaborar.
Pero por alguna razón, como sociedad, a pesar de que todos los síntomas apuntan a que el patógeno es la animosidad entre la gente, seguimos ignorándolo. En lugar de buscar causas, insistimos en tratar de aliviar los síntomas. No es sorprendente que los síntomas empeoren y que la enfermedad de la animosidad se extienda e intensifique. Cuando llegue al punto en el que no se pueda tolerar que los demás existan, estallará la Tercera Guerra Mundial.
Si lo pensamos bien, podría haber sido divertido, si la broma no nos hubiera afectado. Adultos educados, a cargo del destino de la humanidad, discuten como niños de guardería en la caja de arena. Su maestro intenta que se comporten, que sean amables y considerados, les explica que todos se beneficiarán de ser más amables, pero los niños son obtusos, obstinados y sobre todo, fríos de corazón.
En ese estado, el profesor no tendrá más remedio que castigarlos aún más duro en el siguiente curso, la clase de 2023, eso sucede con las naciones. China, por ejemplo, donde se originó el Covid, ha tenido que abandonar su draconiana política de «Covid cero» y los informes procedentes de allí, indican que decenas de millones contraen el virus cada día y los hospitales están colapsados. Se espera que millones mueran en los próximos meses.
La guerra en Ucrania no parece que vaya a terminar pronto, la infraestructura energética ucraniana ha sido prácticamente demolida, mientras que Rusia, el demoledor, está agotando sus ya desgastadas reservas con reclutamiento obligatorio. Como consecuencia, cientos de miles de rusos huyen del país para evitar ser enviados como carne de cañón a Ucrania.
La economía tampoco parece recuperarse y podemos esperar que también 2023 sea un año duro en ese aspecto.
Y quizás como preludio, EUA Y Canadá pasaron la Navidad luchando contra una combinación de temperaturas bajo cero, vientos huracanados y fuertes nevadas provocaron que millones de personas pasaran las fiestas sin electricidad ni calefacción ni forma de escapar. Aún se desconoce el número de víctimas mortales de este «ciclón bomba», como lo llaman los meteorólogos, pero ya se sabe que decenas murieron congeladas en coches varados. En muchas ciudades, guardias nacionales van puerta por puerta en busca de víctimas que murieron de hipotermia en su propia casa.
Dado que no aprendemos, creo que, como hacen los profesores con los niños molestos y rebeldes, lo primero que tenemos que hacer, para empezar a remediar la situación, es silenciarlos a todos y atarles las manos para que no puedan seguir luchando. No digo que sea fácil y no estoy seguro de quién debe o puede hacerlo, pero si queremos razonar unos con otros, cualquier país que se comporte como un matón, debe ser desconectado de la familia de naciones, así de claro. Sólo el miedo, obligará a los países a pensarlo dos veces, antes de iniciar una agresión. Al mismo tiempo, debemos seguir propagando el mensaje de que sólo si trabajamos juntos mejoraremos nuestra situación. Debemos demostrar, como podamos, que la agresión no es rentable.
Por último, debemos intentar mostrar, en la medida de lo posible, los beneficios de la cooperación. Como mínimo, la gente debe tener en mente una alternativa a la agresión. Quizá si la gente sufre lo suficiente, su mente se abra a otros modos de acción, no sólo a la fuerza bruta y a otros paradigmas además de la «supervivencia del más fuerte».
No soy optimista; no creo que la humanidad esté dispuesta a escuchar, pero mientras podamos, nuestro deber es insistir en que hay alternativas a la guerra y al odio, que pueden beneficiar a todos, en lugar de infligir angustia y destrucción a la humanidad.
Shalom profesor,
Buena descripción del estado actual
De acuerdo en ‘…nuestro deber es insistir en que hay alternativas a la guerra…’ y me permito recalcar que el trasfondo es la ambición que genera todo lo demás
Esa es la solución:huir, no obedecer las órdenes y hacer lo que está escrito:querer al prójimo como a uno mismo
Si no, seguiremos siendo cómplices