Los físicos Sir Roger Penrose, el profesor Carlo Rovelli y otros cincuenta y dos premios Nobel, están entre los signatarios de una nueva iniciativa llamada «Global Peace Dividend” (Beneficio de la paz global). La iniciativa busca «reducir el gasto militar en un 2% en todos los países», para «en 5 años ahorrar un billón de dólares» y usar el dinero «para combatir emergencias del planeta». Dado que, mientras escriben, «la humanidad se enfrenta a riesgos que sólo pueden evitarse con cooperación», los científicos sugieren que «cooperemos en lugar de luchar».
Por mucho que me gustaría que su iniciativa tuviera éxito, los premios Nobel no gobiernan el mundo; los políticos lo dirigen y harán todo lo posible y no escatimarán esfuerzos para lograr el dominio militar, incluso si nos lleva a una tercera guerra mundial atómica y, lo hará.
Tenemos un problema. El odio, la locura y el egoísmo han llegado a niveles que forman un muro impenetrable. La humanidad está en estado desesperado. Así lo veo yo.
En cada sociedad, la gente que sobresale en su rasgo más dominante, son sus líderes. En una sociedad egoísta, los más egoístas son los líderes. La sociedad humana no sólo es egoísta, lo es más cada día. Por eso, nuestros líderes son los más egoístas. Como tal, no pueden ver nada ni pensar en nada más que en sí mismos. Predicarán y pretenderán preocuparse por la gente cuando, en verdad, su único objetivo es su asiento al timón.
No es su culpa; es la naturaleza humana y no pueden ir en contra de la naturaleza que los impulsa desde dentro. Están totalmente esclavizados y harán lo que les diga. Si les dice que está perfectamente bien destruir la economía de su propio país para seguir el ritmo de la carrera armamentista, no lo dudarán ni un minuto.
Rusia, por ejemplo, extrajo todo lo que pudo. Aparte de unos pocos cientos súper ricos, el resto de la gente está en la pobreza. EUA también se está deteriorando rápidamente. Y los gobiernos no pueden controlar su pasión por el control. Recuerda la regla: en una sociedad egoísta, el que está en la cima es el más egoísta. Por lo tanto, la gente no debe esperar ningún beneficio de los líderes.
El único momento en el que los políticos escuchan a los científicos, es cuando les dicen que pueden desarrollar un arma más letal, que les dará superioridad militar. Si les dicen algo más, responderán: “Sólo danos armas nucleares; sabremos qué hacer con ellas».
En 2020, la economía mundial se contrajo más del 4%. Durante ese mismo año, las compras mundiales de armas alcanzaron un máximo histórico, de casi dos billones de dólares. Eso demuestra el enfoque de los líderes mundiales en sus propios objetivos. Uno pensaría que, si hay recesión, la compra de armas disminuiría, pero ocurrió lo contrario.
Cuando lo piensas, desde una perspectiva egoísta, tiene mucho sentido: mientras peor estamos, más dinero tenemos que gastar en armarnos, pues es más probable que los líderes inicien guerras. Dado que los líderes deben evitar que su gente se rebele, deben incitarlos contra otros. Por eso, mientras peor nos va financieramente, más tenemos que gastar en armas para prepararnos para la guerra. Y si piensas que en algún momento, los recursos para armas se agotarán, no contaría con eso; los líderes gastarán hasta el último centavo en armas.
Ni siquiera construir refugios ayudará. Pueden construir refugios que protejan de los cohetes, pero no pueden construir refugios para proteger a una nación de las bombas atómicas.
La única solución es cambiar el ego mismo. El ego es el motor que impulsa la carrera armamentista y la guerra inminente. Por eso, cambiar y controlar el ego es lo único que ayudará para prevenir la guerra.
La gente que me entiende debe unir fuerzas y fomentar la unidad, cuidarse unos a otros y, finalmente, amarse por encima de todas las diferencias. Es el único antídoto contra el virus del egoísmo. No hay otra vacuna, sólo tratar de cuidarnos unos a otros, a pesar de nuestra alienación inherente.
Si ya somos conscientes de que dependemos unos de otros y que el narcisismo es nuestro enemigo, deberíamos empezar a trabajar juntos para cambiar nuestro comportamiento de egoísta a solidario. Así como actualmente aprendimos a ser egoístas, debemos aprender que, si somos egoístas, nos lastimamos a nosotros mismos y es mejor que aprendamos a ser altruistas. Si muchos en el mundo trabajamos juntos, no es demasiado tarde.
Para obtener más información sobre la importancia de la solidaridad, consulta mi libro Interés propio vs. altruismo en la era global.
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