Cada día, recibo emails y llamadas de personas diciéndome que sólo seis meses atrás, la vida les sonreía y ahora están perdidas. Su mundo se derrumbó debido a la COVID-19 y no ven futuro. Es desgarrador. Cada día que pasa, la humanidad se siente mas y mas indefensa, agitada y desorientada. La gente está asustada, pues no sabe si podrá alimentar sus hijos.
Pero lo que sucede no es un castigo de arriba; es un llamado a la unidad, a pensar en los otros más que en uno mismo. Sólo si trabajamos juntos, podremos garantizar nuestro futuro. Actuar solo y preocuparme sólo por mi, como hemos hecho por tanto tiempo, exacerba la situación. Mientras más demoremos, más gente se unirá al círculo de la escasez.
La COVID-19 es el catalizador ideal de la responsabilidad mutua: si no usamos mascarillas y no mantenemos la distancia social, no sólo corremos el riesgo de contraer el virus; sino que lo podemos transmitir a otros. Así como el virus exige que pensemos en no transmitirlo a otros, tenemos que comenzar a pensar en los otros cuando se trata de comida, agua, vivienda y electricidad.
Tenemos de aprender que somos interdependientes, que estamos estrechamente conectados y que dependemos de todos, incluyendo a los que por alguna razón u otra, odiamos actualmente. Estamos todos juntos, la ciudad entera, el país entero, el mundo entero.
Si mucha gente se enferma, la producción de alimentos y las cadenas de suministro se verán obstaculizadas y el hambre nos llevará a una desesperación, mucho peor de la que vemos ahora y ya hemos visto mucho. Si cada comunidad, ciudad, estado y país se une, para ver que cada ciudadano tenga sus necesidades básicas satisfechas, sólo lo básico, porque todos entienden que estamos en el mismo bote, será suficiente para crear un futuro nuevo y bueno para el país. Y veremos que todo el sufrimiento que ocasionó la COVID-19 no fue un castigo, sino una lección de responsabilidad mutua
es amándonos los unos al los otros
Gracias , absolutamente de acuerdo