El mundo se volvió tan confuso que ya no sabemos qué pensar. Es a propósito; estamos en medio de una revisión completa de nuestros valores y perspectivas sobre la vida, sobre el mundo y sobre nosotros mismos. El futuro no pertenecerá a unos pocos que se complacen en su poder y fama, en explotar el mundo y cosechar la gloria. La sociedad se está transformando. Los que den el beneficio más genuino al público, que hagan de la sociedad un colectivo cohesivo y solidario, se ganarán la confianza y el aprecio del público.
Estamos en el inicio de una campaña prolongada, al final de la cual la naturaleza, con el coronavirus y por otros medios, remodelará nuestro mundo, de ser individualista, donde todos luchan por sobrevivir, a ser un mundo integral donde todos colaboran para promover a la sociedad humana y al mundo en el que vivimos. El coronavirus es único, porque es el primer golpe verdaderamente global. Hubo pandemias en el pasado, incluso más nefastas que la Covid-19, pero esta crisis es única en el sentido de que no cesará y no nos permitirá volver a nuestra vida anterior.
Si nos rendimos a los dictados que nos impone el virus, descubriremos que no sólo tenemos que mantener la boca cerrada y dejar de lastimarnos verbalmente, sino que también debemos mantener la distancia y dejar de lastimarnos físicamente. Y como tenemos que mantenernos a distancia, numerosas empresas y negocios no serán rentables y tendrán que cerrar. Como resultado, la economía se reducirá a un tamaño sostenible y que el planeta pueda contener.
Las restricciones del virus nos obligarán a cambiar nuestro sistema escolar, que por décadas ha sido nocivo para el espíritu humano. Obligará, al menos, a uno de los padres a quedarse en casa con los niños y a reducir la fuerza laboral alrededor del cincuenta por ciento. Se tendrá que vivir con ingresos más modestos, eso hará que la economía se contraiga aún más.
Para evitar que la gente pase hambre, los gobiernos deberán garantizar paquetes de ayuda básica para todos. Lo financiarán con la automatización, los impuestos y la caída de los costos de producción (voluntaria u obligatoria). Esto será suficiente para asegurar los bienes básicos para todos, que, de todos modos, no son muy costosos.
Para evitar que la gente se quede ociosa y se dedique a hacer perjuicios, la autoridad organizará actividades sociales, cursos y capacitación, que informen de los cambios que suceden en el mundo, ofrezcan un espacio para conexiones sociales, que tanto se necesitan y capaciten en trabajos requeridos en la nueva realidad cambiante.
El resultado de todos estos cambios en la sociedad humana, será la creación de un mundo diferente. Nos daremos cuenta de que, aunque objetamos los cambios impuestos por el coronavirus, nos creó un mundo mucho más tranquilo, donde todos se cuidan mutuamente y no desearán destruirse entre sí.
Nuestra insistencia en no usar mascarillas, mantener abiertos los negocios y no observar la distancia requerida, sólo prolonga los dolores de parto del nuevo mundo. La resistencia no revertirá el proceso, pero hará que los dolores sean más largos y penosos. Entiendo que la naturaleza humana es obstinada, pero me duele ver a tanta gente pasando por agonías tan innecesarias. Cuanto antes cambiemos nuestra mente a la nueva mentalidad adulta, mejor estaremos todos.
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