2016 ha sido un año que a mucha gente le gustaría olvidar. La cuestión es: “¿qué hace falta para que 2017 sea mejor?”.
Miles de víctimas a causa del terrorismo internacional, migraciones masivas, el acuerdo con Irán, el virus Zika, el Brexit conmocionando al Reino Unido y Donald Trump conmocionando a Estados Unidos y al mundo entero, el fascismo, la marihuana legalizada, la crisis del cambio climático, los terremotos en Italia, los ciberataques, Wikileaks; 2016 ha sido un año que a mucha gente le gustaría olvidar. La cuestión es: “¿qué hace falta para que 2017 sea mejor?”.
Si tuviera que resumir 2016 en pocas palabras, utilizaría para describirlo uno de los términos más básicos en la Cabalá: “reconocimiento del mal”. En términos más profanos, podríamos referirnos a él como “el año del brusco despertar”.
Durante el año pasado, nos hemos dado cuenta de que la situación económica, social y en cuestión de seguridad es tan nefasta que es preciso un cambio drástico. Y el resultado es que hemos alterado los sistemas políticos en Estados Unidos, Reino Unido e Italia, y es de esperar que siga ocurriendo en el resto de Europa a lo largo de 2017. El problema es que nuestro brusco despertar está siendo doloroso y aun así no ofrece ninguna solución. Nos obliga a desviarnos del camino actual pero no nos da ninguna opción. Los inevitables resultados son desesperación, depresión, extremismo y violencia.
Al contrario que con los bruscos despertares, el reconocimiento del mal es un proceso positivo en el que descubrimos el elemento nocivo en nuestras vidas porque ya hemos elegido un camino que nos librará de él. Reconocer el mal es el diagnóstico de una enfermedad para la que tenemos cura, y podemos elegir si queremos aplicarla y en qué medida. Por lo tanto, prefiero definir los descubrimientos de 2016 como reconocimiento del mal y no como un brusco despertar ya que, sin duda, existe una cura para el estado de nuestra aldea global. Depende de nosotros que queramos aplicarla en 2017 o esperar un poco más y sufrir enormemente antes de hacerlo.
El responsable común
Desde que entramos en este nuevo siglo se ha publicado un número cada vez mayor de estudios y libros que describen cómo la epidemia del narcisismo se extiende por la humanidad. El ego se ha apoderado de nuestras vidas y cada vez nos cuesta más tener en consideración a otros. El impacto del narcisismo alcanza a todos los niveles de la sociedad, desde nuestras relaciones con amigos y familiares hasta llegar a una escala internacional.
Pero hay buenas noticias al respecto: la preponderancia del ego está disminuyendo. Después de miles de años volviéndonos cada vez más egoístas y explotadores de los demás, la epidemia de narcisismo que ha invadido la humanidad nos ha llevado al borde de la guerra y al filo de una catástrofe climática. Ahora, cuando afirmamos que ya no es suficiente con reducir las emisiones de CO2 o ampliar el reglamento financiero, la realidad respalda esa afirmación. La gente comienza a darse cuenta de que es nuestra naturaleza egoísta lo que realmente debemos cambiar. Ya no hay ganadores en nuestras constantes guerras de ego.
La robótica: el nuevo matón del barrio
En los últimos años “un nuevo matón” se ha instalado en el barrio. En los próximos tiempos, la robótica provocará que decenas de millones de personas estén permanentemente desempleadas, y no por falta de motivación o habilidades, sino porque los robots las reemplazarán. La escasez de trabajo es el futuro de la humanidad.
Si esperamos a que el desempleo permanente gane terreno en lugar de prepararnos para ello de antemano, la carga adicional sobre unas estructuras sociales que ya están colapsando podría resultar demasiado pesada y ocasionarán el caos. Algunos países ya están experimentando con programas para abordar este asunto, pero en los EE.UU. no hay ninguna previsión estatal. En lo que respecta al desempleo, con excepción de algunas iniciativas privadas, no se está haciendo nada para abordar la necesidad de sustento mediante cheques de pago entre las personas que no pueden encontrar trabajo; no se está haciendo nada para proporcionar una ocupación apropiada a las personas con un exceso de tiempo libre.
Regenerándonos
El egoísmo no desaparecerá, y tampoco debería. Es algo inherente a nosotros y es vital para nuestra existencia. En lugar de intentar suprimirlo, tenemos que añadirle la percepción de que la dependencia unos de otros es una fuente de fuerza aún mayor que el individualismo. La complementación mutua y la solidaridad mutua han sido la esencia del pueblo judío desde su nacimiento.
El libro Likutey halajot (miscelánea de reglas) recoge: “La esencia de la vitalidad, la existencia y la corrección en la creación se consigue por medio de personas con diferentes opiniones mezclándose juntos en amor, paz y unidad”. Unirnos por encima de nuestras diferencias es precisamente la fuente de nuestra fuerza: nos dará habilidades, puntos de vista y energía que de otro modo no podríamos obtener.
Al igual que en el libro anterior, en Likutey etzot (miscelánea de consejos) está escrito: “La esencia de la paz es conectar dos opuestos. Por lo tanto, no te alarmes si ves a una persona cuya opinión es completamente opuesta a la tuya y piensas que nunca podrás hacer la paz con ella. O cuando ves a dos personas que son completamente opuestas entre sí, no digas que es imposible hacer la paz entre ellos. Por el contrario, la esencia de la paz es tratar de sellar la paz entre dos contrarios”. Los niveles de antagonismo que actualmente afligen a nuestra sociedad son tan elevados que la humanidad puede alcanzar un nivel sin precedentes si decidimos sellar la paz entre nosotros, como apunta el libro.
Puede que parezca mucho pedir, pero es porque aún no lo hemos intentado. En cuanto demos el primer paso hacia la unidad, la energía liberada por la unión entre los opuestos será tan estimulante que no podremos detenernos. He presenciado esto en numerosas ocasiones entre mis estudiantes y dentro de los círculos de conexión que mis estudiantes han llevado a cabo en decenas de países por todo el mundo.
Entender que la unidad es preferible al individualismo es algo tan intrínseco como nuestro egoísmo. Todo conjunto deportivo sabe que si no trabaja en equipo, no ganará el campeonato. Cada unidad del ejército enseña a sus soldados que la victoria se alcanza gracias a la unidad, y cada empresa que quiere que sus empleados sigan siendo creativos fomenta la colaboración entre ellos. Ahora es preciso dar el siguiente paso. Debemos establecer que la reciprocidad y la solidaridad mutua sean las características predominantes en nuestra sociedad. Si así lo hacemos y damos de lado a nuestra actitud de “yo primero”, nuestros problemas habrán terminado porque el patógeno que los genera –nuestro narcisismo– quedará eliminado.
2017 será un año decisivo. Si seguimos trabajando como hasta ahora, otros “Brexits” y nuevos presidentes no nos beneficiarán: nuestro mundo colapsará, si no este año en un futuro próximo. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la clave para el éxito es –como dicen nuestros sabios– “sellar la paz entre los opuestos”, entonces 2017 será el año del nacimiento de una nueva humanidad.