Han pasado seis años desde que Europa se enfrentó a una de las peores crisis de refugiados que recuerde el continente.
Desde que los talibanes se apoderaron de Afganistán, las ondas de choque resuenan en toda Europa y los países buscan cómo manejar la llegada de miles de personas que huyen de la guerra, de la persecución y del caos que reina en ese país sitiado. El bloque europeo intenta repartir cuotas de inmigrantes afganos. Turquía ya advirtió a Europa que no será su «almacén de refugiados», Grecia, construyó un muro para frustrar a los solicitantes de asilo.
La avalancha de emigrantes tiene menor impacto en EUA, geográficamente es distante, pero aún se espera que pague un alto precio por su desordenada retirada y absorba a miles de refugiados afganos. Esto plantea un desafío adicional a la actual crisis migratoria en su frontera con México.
Las escenas de los afganos que intentan escapar desesperadamente son tristes, angustiantes e inquietantes, pero la historia nos ha enseñado una cosa sobre las políticas de migración masiva. Absorber naciones enteras no es una solución realista y a largo plazo, definitivamente no es una solución sabia. Nunca a lo largo de generaciones, hemos visto buenos resultados al lidiar con estas situaciones.
Este es especialmente el caso con pueblos de diferente religión, cultura y comportamiento, particularmente si no hay preparación de ninguna de las partes. Es como carbones humeantes que no se extinguen por completo y que fácilmente volverán a encender una llama ardiente en las condiciones adecuadas.
Uno puede preguntarse, ¿tienen los europeos o los estadounidenses la responsabilidad moral de aceptar a todos los refugiados, después de que retiraron el apoyo militar en Afganistán y dejaron el país en manos de extremistas? Ni europeos ni estadounidenses deben responsabilizarse de gente que, a su llegada, no tiene intención de integrarse en su cultura ni convertirse en ciudadanos. Actualmente, la gente que viaja a Europa la encuentran completamente diferente, después de las olas anteriores de inmigración masiva.
Una solución más humana y correcta sería rehabilitar a los pueblos afectados, ayudarlos, en su lugar, en su hogar. Pero dado que el terrorismo se apoderó de su país, es mandato de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y sus afiliadas apoyar plenamente a quienes luchan con condiciones adversas para sobrevivir.
Cada pueblo pertenece a un lugar en la tierra, donde comparte cultura, religión y valores. Un lugar donde debe tener los medios y las condiciones necesarias para establecerse y vivir con seguridad. Simplemente dejar entrar una afluencia de inmigrantes no solucionará ningún problema. Sólo crea otros nuevos de enormes proporciones, incluido abrir las puertas para que elementos islámicos radicalizados se infiltren, junto con los que realmente buscan refugio.
El objetivo de la sociedad, es que los individuos se mezclen y se fusionen, pero no de forma artificial. El enfoque liberal que cree que es posible asimilar a todos los inmigrantes con una amplitud de miras, está equivocado. Es una receta para aumentar la agitación, a menos que se encuentre un proceso adecuado de absorción e integración.
La integración efectiva requiere un proceso educativo profundo, en el que, a cada individuo se le enseñe a unirse en un terreno común, por encima de sus diferencias.
Hasta que cada nación se establezca en su lugar y aprenda las leyes de la naturaleza, que es redonda e integral, donde cada parte está naturalmente vinculada al resto del sistema y funciona en armonía, nos elevaremos por encima de las diferencias. La fusión debe comenzar en espíritu, en valores compartidos de amar a los demás. Sólo así podremos vivir juntos y no sentir ninguna diferencia.
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