Joe Biden, claramente no le dará a Israel lo que le daría Donald Trump si hubiera sido elegido para otro período. De cualquier manera y aunque pareciera contradictorio, Israel es el único país que puede determinar su propio destino. Si hacemos lo que nosotros, Israel, debemos hacer, nos beneficiará a nosotros y al resto del mundo.
El presidente Trump fue muy generoso con Israel. Nos dio más que cualquier presidente de Estados Unidos en la historia. De hecho, nos dio más de lo que habíamos pedido o esperado. Biden tiene una agenda diferente y el apoyo de su administración a Israel no será un hecho.
Aunque, cuando el pueblo de Israel se comporte como Israel, en unidad y responsabilidad mutua, no sólo estará a salvo, sino que será amado por todos, porque al hacerlo somos modelo a seguir y prueba de que, salvar las diferencias y crecer por encima del odio, es posible y vale la pena el esfuerzo. Ese ejemplo es todo lo que necesitamos para estar sanos y salvos en nuestro país y en buenas relaciones con todos, y ante todo, con nuestros vecinos.
Pero, ¿cuándo nos comportamos así? ¿alguna vez estuvimos unidos?
Quizá en algún momento a mediados del siglo III AEC, antes de que comenzáramos a dividirnos en las facciones que nos ocasionaron la guerra civil conocida como, Guerra Macabea y la guerra civil que más tarde causó la destrucción del Segundo Templo y el exilio de nuestra nación, de la tierra de Israel.
En aquel entonces, hace unos 23 siglos, había una gran unidad en el pueblo de Israel. Fue una breve pausa en nuestros conflictos internos y probablemente la única vez que realmente fuimos “luz para las naciones”, teniendo un impacto profundo y duradero.
Ese fue el momento en que Ptolomeo II, rey de Egipto, invitó a 70 sabios judíos a Egipto para traducir las escrituras hebreas al griego, enseñarle su significado y compartir su conocimiento del gobierno espiritual basado en la unidad y la responsabilidad mutua. Flavio Josefo, en su libro Las Antigüedades de los Judíos (Libro XII), escribió que Ptolomeo «les hizo a cada uno… preguntas políticas, para el buen… gobierno de la humanidad». Según Flavio, el rey estaba «encantado de escuchar las leyes que se le leían y estaba asombrado por el profundo significado y la sabiduría de esas leyes”. Además, «cuando le explicaron todos los problemas que había propuesto el rey sobre cada punto quedó muy satisfecho con sus respuestas» y dijo que «había aprendido cómo debía gobernar a sus súbditos».
No solo Flavio documentó el éxito de los judíos de la época, al ser ejemplo de unidad y responsabilidad mutua. La Mishná (Mesejet Bikurim) se deleita en esta solidaridad: “Todos los artesanos de Jerusalén se paraban ante ellos y les preguntaban por su bienestar: ‘Hermanos nuestros, hombres de tal y cual lugar, ¿vienen en paz?’ Y la flauta tocaba para ellos hasta que llegaban al Monte del Templo». El libro Avot de Rabí Natan escribe que las necesidades materiales de todos los que fueron a Jerusalén, fueron satisfechas por completo. “No se le decía al amigo: ‘No pude encontrar un horno para asar ofrendas en Jerusalén’… o ‘No pude encontrar una cama para dormir en Jerusalén”’.
El filósofo Filón de Alejandría describió las peregrinaciones de los judíos a Jerusalén como festivales de unidad: “Miles de personas de miles de ciudades, algunas por tierra y otras por mar, del este y del oeste, del norte y del sur, iban a cada festival… como si fuera un refugio común, un refugio seguro protegido de las tormentas de la vida. Con corazones llenos de buenas esperanzas, tomaban estas vacaciones vitales con santidad y gloria para Dios. Además, hacían amistad con personas que no habían conocido antes y en la fusión de los corazones… encontrarían la prueba definitiva de unidad».
Pero quizá, la lección más importante que podemos aprender de ese período de unidad es que, otras naciones vieron nuestra unidad.
El libro Sifrei Devarim escribe que la gente de otras naciones «iría a Jerusalén y vería a Israel… y diría: ‘Es conveniente aferrarse sólo a esta nación'».
Lamentablemente, nuestra unidad no duró. Cuando la división golpeó, la nación israelí comenzó a debilitarse. Esto, a su vez, provocó la intervención del imperio griego, que nos dejó solos mientras estuvimos unidos. Como resultado, estalló la guerra civil macabea entre partidarios de los griegos y partidarios de los sacerdotes. Los macabeos obtuvieron una victoria de corta duración, pero la desintegración de la nación se profundizó y provocó el estallido de una feroz guerra civil dentro de los muros de Jerusalén, que allanó el camino para la conquista de la tierra por parte de los romanos y el inevitable exilio.
Por esta razón, Israel no puede depender de la fuerza militar para su supervivencia, ni de la protección de los líderes políticos de otras naciones. Necesita mantener ventaja militar mientras no logremos unidad, pero una vez que el pueblo de Israel, dentro del Estado de Israel, se una y se convierta en el modelo a seguir que alguna vez fuimos, aunque sea brevemente, con o sin el apoyo del presidente de EUA, recuperaremos la aprobación de las naciones como se describió anteriormente y nuestros conflictos con nuestros vecinos se disolverán como si nunca hubieran existido.
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