Después de la elección presidencial, posiblemente una de sus muchas consecuencias fue que resurgió un informe sobre antisemitismo del Comité Judío Estadounidense (AJC) que se presentó a finales de agosto. Trata particularmente de QAnon, que el informe describe como una “red de extrema derecha que cree que el mundo está controlado por una camarilla satánica. … Las teorías de conspiración antisemitas sobre las élites judías, los globalistas y los banqueros son parte integrante del sistema de creencias de QAnon «.
En mi opinión, este informe refleja un problema más profundo que la existencia del antisemitismo. Siempre ha habido antisemitismo y siempre se ha culpado a los judíos de cosas que no hicieron. También se les ha culpado por las cosas que hicieron algunos judíos, pero no porque fueran judíos, sino simplemente porque eran personas corruptas. Sin embargo, todo esto no viene al caso.
Lo que más me preocupa es que las organizaciones judías se están beneficiando de la existencia del antisemitismo.
Están promoviendo que circulen informes sobre incidentes antisemitas, porque sin ellos, no podrían recolectar los fondos y tener la influencia que tienen. Y aunque afirman que están recaudando fondos para combatir el antisemitismo, la dura verdad es que, a pesar de todos sus supuestos esfuerzos, el antisemitismo parece crecer.
De hecho, combatir el antisemitismo, es en donde todas las organizaciones judías fracasan. Exponerlo no es suficiente. Nos hace darnos cuenta de que hay un problema, pero silenciar a los antisemitas no hace nada para mitigar el creciente odio hacia los judíos. Una campaña genuina contra el antisemitismo debe enfocarse en la propia desunión de los judíos y en promover la solidaridad, en lugar de enfocarse en la ira que más y más partes de la sociedad estadounidense sienten hacia los judíos. Lamentablemente, la unidad y la solidaridad no se venden bien, mientras que el odio sí, así que no espero ver ningún cambio en la estrategia de las organizaciones judías con respecto a la lucha contra el antisemitismo.
Quizás te preguntes por qué hablo tan a menudo sobre los judíos estadounidenses. Lo hago porque me siento obligado a advertir donde veo peligro inmediato.
No escribo para cambiar ni reprender a ésta o aquella organización; sé que es inútil, pues la gente que las dirige busca poder y riqueza, no mucho más. Escribo para advertir a aquellos cuyos ojos aún están abiertos y cuya mente aún está alerta para reconocer el peligro inminente.
Cuando han estado desunidos los judíos, siempre han sido los más afligidos y atormentados. El enfoque actual de tantos líderes judíos en el poder y la riqueza, el creciente alejamiento de los judíos estadounidenses del Estado de Israel, independientemente de la cuestión de la política del gobierno israelí y las tasas extremadamente altas de matrimonios interreligiosos (el doble que antes del Holocausto) son signos de la desintegración judía. Y cuando los judíos se desintegran, el antisemitismo aumenta y se intensifica. En 1929, Kurt Fleischer, líder de los liberales en la Asamblea de la Comunidad Judía de Berlín, expresó con elocuencia esta rareza: «El antisemitismo es el flagelo que Dios nos envió para juntarnos y unirnos».
Los judíos estadounidenses de hoy son peligrosamente similares a los judíos alemanes de antes de la Segunda Guerra Mundial. Si los judíos estadounidenses no cambian de rumbo, muy pronto, experimentarán la misma suerte que los judíos alemanes en las décadas de 1930 y 1940. No se trata de si pasará, sino de cuándo y la respuesta a esa pregunta definitivamente está en un futuro previsible.
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