Con la COVID-19 por un lado y los enjambres de langosta por otro, la naturaleza nos dio un golpe doble este año, y apenas vamos por la mitad. Como un molino, la naturaleza despojó a la humanidad de su riqueza. Sabíamos que la estábamos explotando, sabíamos que destruíamos el planeta, y sabíamos que somos abusivos y que nos aprovechamos de los demás. Lo sabíamos, pero no hicimos realmente mucho para detenernos, por eso la naturaleza derribó la civilización como un castillo de naipes.
Ahora que ya transcurrieron más de seis meses del año, no queda nada más que Amazon. Pero a medida que desaparezcan los empleos, también lo hará el comercio al por menor en línea y sólo nos quedará lo básico.
Y ese es el propósito. Llámalo naturaleza, llámalo Dios o llámalo vida; llámalo como quieras, la realidad nos enseña que debemos construir una sociedad que atienda las necesidades de todos. Hay suficiente comida y agua y también habrá suficiente en el futuro, pero la civilización sobrevivirá solo si vela por que todos satisfagan sus necesidades básicas.
Construimos una civilización con base en explotación, donde naciones, razas, religiones y gobiernos compiten por la hegemonía y el ganador se lo lleva todo. Justificamos nuestra depravación diciendo que el camino de la naturaleza es la supervivencia del más apto. Pero entendimos mal el concepto. No son los más aptos los que sobreviven; son los que más se adaptan en su ambiente. Adaptarse al ambiente es contribuir, fortalecerlo, enriquecerlo y sustentarlo, en lugar de explotarlo. No sólo lo entendimos mal; invertimos completamente el significado del término «adaptarse».
Ahora la naturaleza nos obliga a comenzar de nuevo. No dejará nada de la vieja economía, del capitalismo que tanto idealizamos. La naturaleza nos enseñará a construir una sociedad con base en cuidar, compartir y en apoyarnos. Nos enseñará a tratar a los extraños como si fueran de la familia, a dar de nosotros no porque se nos imponga hacerlo ni porque queramos que los demás estén en deuda con nosotros. Daremos porque dar nos ayudará a seguir viviendo y explotar será una vergüenza. Una vez que demandemos lo mínimo, surgirá una nueva humanidad.
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