Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Aspirando alto durante las altas Fiestas Judías

Imágenes de profunda introspección y una comunidad intensamente conectada, representa la atmósfera vívida de los Días de temor (Yamim HaNoraim), que llenan las sinagogas cada otoño. Este año, por primera vez en la historia, la COVID-19 nos dará una sensación completamente diferente en las Altas Fiestas, porque se llevarán a cabo, principalmente por plataformas virtuales, en lugar de reuniones físicas masivas. La distancia física que nos impone el virus, no es coincidencia. Es un reflejo de nuestro estado interno como pueblo judío. Las Altas Fiestas judías de este año ofrecen una oportunidad especial para transformarnos, para pasar de nuestra división actual a la unidad de nuestros corazones.

Nuestras nuevas condiciones en realidad son una señal y dirección desde Arriba, de lo que deberíamos pedir en nuestras oraciones, particularmente durante las fiestas judías. Ahora es el momento perfecto para hacer una pausa y reflexionar sobre nuestra presencia en el mundo, como pueblo, tan dividido, lleno de odio infundado, sin conexión ni reciprocidad. Una oración potente y eficaz debería ser una súplica de unidad para toda la nación. Pero ¿cómo puede ser si nos mantenemos a distancia y en oposición interna? Si ese es nuestro estado, también debemos sentir la distancia física. Este es el mensaje dentro de las condiciones únicas que nos presenta la pandemia de este año.

Es bueno que sintamos que nuestros juegos egoístas nos encierran dentro de nosotros mismos y lo difícil que es abrir el corazón hacia alguien con opiniones diferentes, pues estamos divididos en facciones, partidos y campamentos. Naturalmente, nos enorgullecemos de nuestra comunidad y denominación, pero eso nunca debería usarse para menospreciar, repudiar o maltratar a los demás. Si bien nuestra diversidad es maravillosa, debería haber algo que nos conecte a todos como uno, por encima de las diferentes formas y colores. Actualmente, nos falta esa piedra angular del amor entre nosotros.

Así que este año, en lugar de congregarnos mecánicamente, deberíamos sentarnos solos y lamentar el estado roto y miserable en el que estamos hundido como pueblo. Tan pronto como seamos conscientes de lo que se debe arreglar, de nuestra separación como nación judía, brotará una verdadera oración en lo más profundo de nuestro corazón y dará vida a las palabras vacías recitadas en el libro de oraciones.

Originalmente, la sinagoga o Beit Knesset (hebreo Kinus, congregarse) simboliza, casa de conexión, un lugar donde todos se reúnen para buscar un poder supremo de amor y abundancia. Si este año, las circunstancias ni siquiera nos permiten unirnos físicamente, debe ser un indicio de que llegamos a un callejón sin salida en nuestro camino actual. Pero hay un lado positivo: cuando el mal se revela, nos invita a corregir el rumbo y a trazar un nuevo camino hacia una forma de existencia más avanzada.

Además, la era del coronavirus ilumina algo que estuvo oculto hasta ahora. Si en el pasado pudimos estar separados en nuestro corazón y aún sentarnos juntos, ya no es así. Hay una ley en la naturaleza que nos obliga a adaptarnos a un mundo que evoluciona hacia un estado estrechamente interconectado. Por lo tanto, ya no podemos relacionarnos con “Ama a tu prójimo como a ti mismo” como una frase hermosa pero vacía. Es la fórmula absoluta para la conexión mutua, sin la cual es imposible sobrevivir. Entramos en un nuevo grado evolutivo, en el que todos sentirán que el otro realmente es una de sus partes y realmente seremos como un hombre con un corazón.

El proyecto piloto de nuestra conexión integral debe tener lugar primero, entre nosotros, los judíos. Y cuando descifremos el nuevo código de conexión, iluminaremos el camino para todos los demás. El resultado final será gozo, salud, prosperidad y abundancia suprema, que fluirá por nuestros corazones conectados.

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Publicado en: Judíos, News

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