Sin embargo, cualquiera que me conozca o que haya leído mis libros, La elección judía y Como un Manojo de Cañas, no se sorprenderá si no expreso quejas contra los antisemitas ni contra la existencia del antisemitismo. De hecho, comprendo perfectamente de dónde viene y lo trato como un fenómeno natural y un llamado a la acción, más que como una acusación injustificada contra mi pueblo.
No me sorprende en lo más mínimo que el mundo nos juzgue con un criterio diferente al que juzga al resto de las naciones. Espera algo diferente de nosotros y juzga en consecuencia. Podemos afirmar que somos iguales a los demás, que no somos diferentes de cualquier otra nación, pero nadie cree en esta declaración y en el fondo, nosotros tampoco.
En lugar de quejarnos del doble rasero del mundo contra los judíos, deberíamos verlo como un cumplido y un desafío. Esperan que seamos más justos que los demás, más éticos que los demás y cuando fallamos su prueba, nos acusan de crímenes contra la humanidad.
Tratamos de ser justos y éticos, pero el mundo no nos cree. Está mal, por supuesto; ningún ejército es más cuidadoso con las violaciones de derechos humanos que el ejército israelí, pero nadie nos cree y es por una buena razón: esta conducta ética no es confiable y el porqué es muy simple: la forma en que nos tratamos unos a otros. Primero tenemos que aprender a relacionarnos y luego el mundo escuchará nuestros argumentos sobre ser virtuosos. Ven en nuestro trato mutuo el testimonio de nuestra maldad y no creerán una palabra de lo que digamos en la corte, si antes no actuamos como deberíamos hacerlo.
Déjame preguntarte esto: ¿Confiarías en alguien que supieras que es malo con su propio hermano, que le robó a su propia hermana, incriminó a sus propios padres para poner sus manos en su dinero y propiedades y luego te dijera que es una buena persona? No, no lo harías y con razón. Así ve el mundo a los judíos, como una banda de belicoso que se roban unos a otros, se engañan, se traicionan, aunque fingen ser inofensivos e inocentes. A sus ojos, somos culpables incluso antes de que comenzara el juicio en la CPI, no importa lo que digamos en nuestra defensa.
Si queremos ganar el favor del mundo, debemos dejar de tratarnos con tanto engaño y odio. Tenemos que dejar de odiarnos entre nosotros o el mundo no dejará de odiarnos.
Saben que somos inteligentes; saben que somos capaces; y saben lo que hemos aportado al mundo. pero, también saben que no pueden confiar en nosotros porque ven cómo nos tratamos unos a otros. Si queremos un trato justo en cualquier lugar, debemos comenzar por hacerlo entre nosotros y así podremos ver que el mundo cambia su enfoque hacia nosotros.
Para obtener más información sobre este tema, lee mis libros “Como un Manojo de Cañas: Por qué la unidad y la responsabilidad mutua están hoy en la agenda del día” y “La elección judía: Unidad o antisemitismo, Hechos históricos sobre el antisemitismo como reflexión sobre la desunión social entre judíos”.
Ustedes los judíos siempre han sido considerados como grandes hombres. Y comparten esta maravilla. Pues en México es penoso y más. 😞