Hace aproximadamente dos semanas recibí una carta de un amigo que no sabía que tenía. Su nombre es Paul Salahuddin Armstrong y es codirector de la Asociación de los Musulmanes Británicos y director de Khilafah Online, Ltd. En la carta, comparte conmigo su preocupación de que algunas de mis recientes declaraciones sobre acontecimientos actuales podrían ser malinterpretadas como políticas y por ende distanciar a la gente de mí. La preocupación de su carta me conmovió.
Ya había conocido a sufíes y siempre sentí que tenemos muchas cosas en común, incluyendo el aspecto más vital de la sabiduría de la Cabalá: que para corregir nuestro mundo tenemos que unir nuestros corazones. Esta carta no era distinta, y estoy de acuerdo con las palabras de Paul: “Entre ambos, la Cábala y el Sufismo, tienen el potencial de unir los corazones de nuestra familia humana”.
Paul añadió que hacer comentarios sobre política es “obviamente un aspecto necesario en cualquier sociedad”, pero ese es “un terreno que propicia la división ya que muchas personas tienen una opinión muy vehemente”. Estoy totalmente de acuerdo. Asimismo agregó: “si el maestro de una sabiduría espiritual da la impresión de que se identifica profundamente o apoya una determinada opción política, puede alejar a ciertas personas que, de otro modo, podrían estar de acuerdo con su mensaje en general, pero son incapaces de aceptar o apoyar sus opiniones políticas”. Una vez más, estoy plenamente de acuerdo y soy muy consciente de ello.
En un primer momento, pensé en responder con una carta personal de agradecimiento y dejar las cosas así. Pero me di cuenta de que el audaz enfoque de Paul era una oportunidad para explicar con mayor detalle a un amplio número de lectores cómo la sabiduría de la Cabalá contempla los acontecimientos actuales, y por qué es de vital importancia que no ignoremos lo que está sucediendo en el mundo, ya que la corrección de nuestras almas tiene lugar entre nosotros, aquí, en este mundo físico.
Por ello, deseo compartir con ustedes mi respuesta al Sr. Paul Salahuddin Armstrong, mi amigo sufí.
Querido Paul:
En primer lugar, quiero darle las gracias por compartir sus inquietudes; siempre sirve para tener otra perspectiva y hacer matizaciones si fuera necesario.
En segundo lugar, pero seguramente más importante, le felicito por su valentía y determinación a la hora de contribuir a difundir el mensaje de unidad. El hecho de que esté firmada con su propio nombre y el nombre de su organización es realmente digno de elogio en estos tiempos en que el odio lleva a la gente a perder la compostura.
Es cierto que puede parecer que me inclino hacia un punto de vista político u otro, pero no es así. Yo me inclino hacia la unidad por encima de todos los conflictos. Lamentablemente, de momento, ninguna de las partes en la escena política apoya esta postura.
Dicho esto, el vertiginoso deterioro de la situación a nivel mundial me compele ahora a opinar con mayor determinación, aun a riesgo a veces de parecer más crítico con uno u otro bando. A mi modo de ver, nos encontramos frente a una crisis sistémica que amenaza con arrastrar a la humanidad a catástrofes inimaginables, pero carecemos de los conocimientos necesarios para afrontar esta situación.
Al mismo tiempo, los líderes mundiales están de brazos cruzados no porque no quieran mejorar las cosas, sino porque no saben cómo hacerlo. Su indecisión se ve reflejada en sus países, lo que a su vez provoca inestabilidad sociopolítica y agitación.
De hecho, la humanidad se encuentra en una nueva etapa. El mundo se ha vuelto más interconectado e interdependiente, pero aún desconocemos cómo hay que funcionar en un contexto en el que todo lo que hago afecta –literalmente– a todas las demás personas en el mundo.
Hasta ahora hemos vivido en gran medida con una mentalidad de “todo se lo lleva el ganador”. En el reino animal hay equilibrio entre presas y depredadores: cada uno prospera precisamente porque los demás prosperan. Pero un egocentrismo feroz se ha apoderado de los seres humanos y estamos enredados en confrontaciones del tipo “veamos quién queda en pie”: buscamos la ruina de nuestros adversarios en vez de una coexistencia armoniosa. ¿Por qué no podemos vivir todos en paz? Porque la naturaleza humana no lo permite. Nos hemos convertido en egoístas hasta la médula.
Sin embargo, en un mundo interdependiente, la lucha a muerte significa que si tú mueres, yo muero también. Y aunque muchas personas ya se han dado cuenta de esto, aún tenemos que ver cómo cambiar la naturaleza humana y evitar así este terrible final aparentemente inevitable. De ahí mi sensación de urgencia.
Nuestra misión, la misión de toda la humanidad, pero sin duda la de aquellos que entienden la gravedad de la situación, es añadir una fuerza equilibradora a nuestra sociedad humana. Si nuestra dolencia es el egoísmo excesivo, entonces, el tratamiento debe ser una buena dosis de respeto y preocupación por los demás. En la Cábala, como usted probablemente sabrá, nos referimos a este equilibrio entre dar y recibir como “la línea media”.
No podemos restringir nuestro egoísmo ni tampoco detener su crecimiento. En su lugar, deberíamos reconocer quiénes somos y decidir conectar por encima de nuestras diferencias, cubriendo primero nuestro distanciamiento con consideración mutua para, finalmente, cubrirlo con amor.
Entre mis estudiantes en Israel y en el mundo entero, hay gente de todas las religiones, razas, géneros, culturas y afinidad política. Sin embargo, nuestro deseo de conectar por encima de todo lo que nos separa es tan fuerte que estas diferencias no suponen ninguna barrera. A decir verdad, acrecientan nuestra vitalidad, hacen nuestra conexión y unidad más intensa.
Baal HaSulam (Rav Yehuda Ashlag, autor del comentario Sulam [escalera] sobre El libro del Zóhar) escribe que cuando la humanidad alcance su estado corregido, “la religión colectiva de todas las naciones” será “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Los escritos de la última generación y La nación). Es más, añade que “cada nación seguirá con su propia religión y tradiciones, y una cosa no debe interferir con la otra”. Y tratamos de vivir siguiendo este principio.
Por lo tanto, si a veces da la impresión de que estoy en contra del Islam o en contra de una u otra perspectiva política, realmente no lo estoy. Estoy en contra de toda radicalización, de cualquier partido o religión, ya que eso nos separa a unos de otros. Por eso, aplaudo a todo aquel que desee unirse por encima de las diferencias.
Mi querido amigo, espero haber conseguido arrojar algo de luz sobre por qué en ocasiones me siento obligado a expresarme con una aparente reprimenda. Lo cierto es que no tengo quejas contra nadie: es la naturaleza humana, pero ha llegado el momento de apremiarnos para cambiarla.
Deseo que usted alcance éxitos cada vez mayores, y que nuestros esfuerzos por traer la unidad y el amor a nuestra atormentada familia humana comiencen pronto a dar sus frutos. Amén.
Reciba mis más cordiales saludos,
Michael