En el pueblo de Israel, la situación antes de la guerra estuvo marcada por protestas, conflictos políticos, disturbios callejeros y división.
Necesitamos luchar contra nuestra falta de unidad. El problema no es que haya diferentes afiliaciones partidistas ni diferentes opiniones o manifestaciones, sino que nos despreciamos unos a otros, eso nos debilita a todos. Es bueno estar en desacuerdo y discutir, pero debemos respetar a los demás y reconocer su derecho a tener su propia opinión.
Actualmente, durante la guerra, la animosidad del pueblo de Israel parece haber desaparecido casi en su totalidad, la gente se une para darse apoyo mutuo. Las emociones encontradas de la guerra nos hacen olvidar nuestro odio mutuo. Pero estamos lejos de distanciarnos del estado anterior a la guerra y podríamos volver en apenas unos días.
Por el momento, el dolor compartido nos une, pero el odio sigue ahí. Vemos ejemplos conmovedores de ayuda mutua y altruismo, pero sólo son resultado del golpe que sufrimos. Tan pronto como la amenaza externa disminuya, la animosidad interna resurgirá.
Para alcanzar una unidad genuina, debemos estar dispuestos a dejar de lado los intereses y opiniones propias y a unirnos. Aún no lo logramos. Estamos en el estado que el cabalista Yehuda Ashlag (Baal HaSulam) describió como: “hermanos en la desgracia”.
En aras de la defensa del país vemos muchos ejemplos de autosacrificio, apoyo mutuo y contribución de la sociedad. Pero no debemos engañarnos ni pensar que ya logramos alguna forma especial de unidad, pues todo sucede bajo la presión de la tragedia compartida. Aún no podemos lograr que esa unidad desarrolle una unidad correcta, positiva y genuina.
Para lograr una verdadera unidad, debemos empezar de cero, libres de influencias externas que nos obliguen a unirnos. Necesitamos iniciar la unidad nosotros mismos, para vivir en armonía, paz y felicidad, conectados, cada vez más cerca y amándonos. Esto requiere cambio de conciencia, en lugar de coerción externa.
#Israel #guerra #división
Deja una respuesta