Aunque me encontraba en Alemania, en un congreso con mis estudiantes europeos, pude seguir de cerca la catástrofe en Houston. Las noticias en los medios y las historias que escuché de mis estudiantes en la zona han sido desgarradoras. No cabe duda de que este suceso es un trauma que perdurará en las personas durante los próximos años.
Asimismo, pienso que, como sociedad, lo peor que los texanos podrían hacer es adoptar una actitud pasiva y victimista. La reconstrucción debe comenzar cuanto antes, y lo primero que hay que fortalecer es el espíritu del pueblo.
El dinero puede recuperarse, las viviendas pueden volver a edificarse, pero nadie puede reparar un espíritu quebrantado salvo aquellos cuyo espíritu se quebrantó. Vi los reportajes de los habitantes de Houston rescatándose unos a otros de las casas inundadas: ese es el espíritu correcto. Sin embargo, una cosa es sentir empatía por el prójimo durante una catástrofe pero otra cosa muy distinta es sentirla en el día a día. Y esto es lo que la gente realmente necesita.
Actualmente la sociedad estadounidense está tan fracturada que ni siquiera las peores inundaciones de la historia de Estados Unidos lograron aplacar por completo la división. Kenneth Storey, sin ir más lejos, un profesor sustituto de la Universidad de Tampa, fue despedido después de twittear “espero que esto ayude a los [tejanos] a darse cuenta de que el Partido Republicano [sic] no se preocupa por ellos”, añadiendo que él “únicamente culpa a los que apoyan a los republicanos”. Pero no creo que ni siquiera los primeros en prestar auxilio –los voluntarios de la Cajun Navy e incontables buenos samaritanos que sacaron a la gente de sus hogares inundados y autos sumergidos– se pusieran a preguntar antes de poner a salvo a estas personas desamparadas y desesperadas a quién dieron su voto.
Ahora bien: a menos que ambos, ciudadanos y autoridades, hagan un esfuerzo consciente por mantener la solidaridad, esta desaparecerá en cuanto el agua se seque. Lamentablemente, no es una verdadera unidad, sino una empatía instintiva que surge durante las crisis. De haber sido auténtica, hubiera existido también antes de la tormenta.
Glenn Thrushaug de The Times señaló que Harvey supone para el presidente de Trump “una oportunidad para recuperar parte del poder unificador de su mandato”. Sería maravilloso si Trump pudiera centrarse en la unidad y la solidaridad, pero no creo que los residentes de Houston deban esperar. Normalmente los refugios son lugares estresantes. Miles de desconocidos se amontonan durante semanas sin ninguna privacidad en unas instalaciones mínimas para poder vivir, y esa no es precisamente la fórmula de la felicidad.
Sin embargo, si estas condiciones se utilizan correctamente, pueden crear vínculos que no pueden crearse en circunstancias normales. Si yo estuviera allí, invitaría a las personas a sentarse juntas en un círculo, porque el círculo hace que todos sean igualmente importantes y, mientras tomamos un café, sugeriría que todos compartamos nuestra visión más optimista para la vida después de Harvey. Después, preguntaría: “¿Qué necesitamos para que estas visiones se hagan realidad?” No tengo ninguna duda de que, con algo de solidaridad y apoyo mutuo, las visiones de la mayoría serían factibles. Pero si no hay solidaridad, estas visiones son meras fantasías.
Nuestra rutina diaria y los problemas cotidianos hacen que olvidemos un hecho muy importante: todos dependemos unos de otros. Unas personas fabrican los alimentos que consumimos y otras personas nos dan empleo o nosotros les damos empleo para poder sustentarnos y sustentar a nuestras familias. Nuestra autoestima depende de la apreciación de los demás hacia nosotros, y nuestro estado de ánimo depende en gran medida del estado de ánimo de las personas que nos rodean. Lo que sabemos es lo que nos dicen o se muestra, y lo que pensamos está íntimamente conectado con lo que otros a nuestro alrededor piensan. En resumen, somos interdependientes física, económica, intelectual y emocionalmente. Pero ¿cuántos de nosotros sentimos que nuestras conexiones con las personas que nos rodean son positivas y constructivas?
Las catástrofes como Harvey son puntos de inflexión. Son oportunidades para replantearse todo y elevar la sociedad a un nuevo nivel de conexión. El estado de Texas puede y debe convertir esta devastadora tormenta en una bendición a nivel social que haga de Houston una ciudad modelo dentro de Estados Unidos.
Mis propios estudiantes y amigos tienen planeado ir a los refugios en cuanto las condiciones se lo permitan para trabajar con las personas, animándolas y ayudándolas a conectar unas con otras. Si pudiera, yo también iría y haría lo mismo. Porque si Texas no aprovecha esta oportunidad para el cambio, la próxima catástrofe será aún peor.
Hace un par de días, una de mis estudiantes cuya familia en Houston está todavía sin rescatar, me hizo llegar unas palabras positivas: “¡Somos texanos! Texas puede superar [sic] cualquier cosa: solo tenemos que seguir trabajando duro y juntos”. Sí, juntos es la clave de todo nuestro éxito: ahora y siempre.