Por primera vez en la historia, la humanidad es consciente de lo que pensábamos que sabíamos, pero que nunca entendimos: el mundo es global e interdependiente; es nuestro hogar común.
La vida no será la misma después de la pandemia de coronavirus. Eso es un eufemismo, pero ¿cómo podría el proceso de curación mejorar nuestras relaciones interpersonales y nuestra perspectiva de la vida? En general, trabajar en casa, estar físicamente separados de los compañeros de trabajo y pasar más tiempo con la familia, nos obliga a valorar nuestras metas personales. Podemos salir más fuertes de la crisis, si reevaluamos nuestras prioridades y entendemos los beneficios potenciales de la nueva realidad.
En la era previa al coronavirus, según la Oficina del Censo de EUA, en promedio, los trabajadores viajaban, al menos 54 minutos al día. El cierre por el coronavirus cambió las reglas del juego y envió a millones a trabajar desde casa, ahora pasan menos tiempo al volante y más tiempo redescubriendo a su familia. Estamos conociendo a nuestra familia de forma diferente de lo que solíamos y eso nos transforma internamente.
A medida que se reabra la economía, cada uno llevará el bagaje familiar que absorbió al trabajar en el hogar, al lugar de trabajo y seguiremos conectados con las personas más cercanas. De vuelta al trabajo, más allá de su necesidad de ganarse la vida, la gente sentirá que le falta la conexión interna.
Otros tendrán que resolver las cosas de modo diferente. 30 millones de estadounidenses han perdido su empleo, desde mediados de marzo, debido a la crisis COVID-19. Una solución a esta complicada situación, exigirá un plan nacional para evaluar qué industrias y ocupaciones son esenciales para el bienestar común. Ahora necesitamos restaurar la producción y distribución de manera que suministre a la humanidad con productos y servicios necesarios, pero sin el consumo excesivo, que destruyó casi por completo al mundo.
Este plan requerirá dar un valor especial a los programas de desarrollo que pongan a la conexión humana en la cima. ¿Por qué es obligatorio este cambio de prioridades? La respuesta es simple: nunca antes sufrimos una derrota tan grande al poner la perfección, el conocimiento, la fuerza, el poder y la influencia en un pedestal. En nuestra arrogancia, nos consideramos la fuerza suprema de la naturaleza. Hoy, somos testigos de lo rápido y fácil que puede desmoronarse el mundo, aparentemente seguro, que construimos.
Por lo tanto, el objetivo actual es introducir un signo de interrogación en la gente, con respecto a su vida, al mundo y en general, a dónde se dirige la humanidad.
¿Ahora que?
El problema de la humanidad radica en entender que la única salida correcta de la crisis es transformar las relaciones humanas de egoístas a altruistas. Regresar a las relaciones comerciales, sin corregir las relaciones humanas, conducirá a una crisis mayor, porque aún no solucionamos la raíz de nuestros problemas.
Necesitamos un plan global para que la sociedad humana se recupere de su ego. Por primera vez en la historia, la humanidad es consciente de lo que pensábamos que sabíamos, pero que nunca entendimos: el mundo es global e interdependiente; es nuestro hogar común.
Comenzaremos a evaluar nuestra vida como, «antes» y «después» de la pandemia. Este período crítico que enfrentamos sella la historia del desarrollo egoísta de la humanidad y muestra que cualquier sistema basado en nuestro ego, producirá resultados negativos. Por lo tanto, lo que necesitamos corregir no es el sistema en sí, sino nuestra naturaleza egoísta.
Como impacto directo de la crisis, el mundo avanza y se siente más conectado y unido. Un problema común que afecta a todos, nos acerca. Dejamos de pensar en guerras, conflictos entre países, corporaciones que explotan y odio entre nosotros. El objetivo principal es sobrevivir al enemigo común. No debemos esperar que otra ola de COVID-19 nos haga reaccionar y nos obligue a aprender con sufrimiento. El sentimiento de hermandad y unidad debe prevalecer, si realmente queremos prosperar y lograr una vida más plena.
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