Nuestra conducta será correcta cuando logremos percibir que compartimos la vida como un todo único e interconectado. Mientras tanto, sería prudente, al menos, conceptualizar esa visión.
Por ejemplo, no vemos la radiación, pero cuando conocemos sus efectos nocivos y los dispositivos que nos exponen a ella, tememos exponernos y nos prevenimos con ciertos mecanismos que nos protegen. Es el mismo principio con respecto a nuestro conocimiento y sentimiento del sistema de creación en el que nos encontramos.
Para vernos como un sistema único, interconectado e interdependiente, necesitamos una educación enriquecedora de conexiones, es decir, comprender que vivimos en una esfera integral única y que dependemos totalmente unos de otros. Mientras más reconozcamos nuestra interdependencia global, más entenderemos que determinamos la vida y estados por los que pasamos.
Además, nuestra conexión global es un estado eterno. No podemos dejarlo de lado pensando que un día moriremos y escaparemos de la vida aquí. La conexión global es ineludible. Nuestro cuerpo animal morirá, volverá a aparecer y volverá innumerables veces, pero estamos incluidos para siempre en esta esfera de comunicación entre todos, cada uno como parte especial de este sistema de creación único, integral y cerrado.
Por eso, mientras más sintamos que pertenecemos a un sistema único e interconectado, más sentiremos la necesidad de comportarnos bien unos con otros.
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