Cuando observamos, por un lado, el estado del mundo y por otro, el estado del pueblo judío, que puede parecer más dividido que nunca, la pregunta natural que surge es ¿por dónde empezamos si queremos corregir el problema? ¿podemos unirnos en este estado de división? Es importante destacar que esta situación, que refleja una ruptura muy profunda, es el mejor punto de partida para un cambio positivo en nuestro desarrollo.
El pueblo de Israel tiene todas las contradicciones y componentes internos, necesarios para entender y complementarse. La singularidad del pueblo judío, es el conocimiento y la capacidad para lograr el estado de conexión y totalidad. Como escribió mi maestro, el cabalista Baruch Shalom HaLevi Ashlag (Rabash):
«En general, si alguien toma muchas ramas, ¿puede romperlas todas a la vez? Pero si se toma una por una, incluso un bebé puede romperlas. De forma similar, encontrarás que Israel no será redimido hasta que sea una sola sociedad, como fue dicho: ‘En aquellos días y en ese tiempo, dijo el Señor, los hijos de Israel vendrán, ellos junto con los hijos de Judá’. Así, cuando están unidos, reciben el rostro de la Divinidad».
En mi libro, Auto odio judío: el enemigo interno – vista general del antisemitismo judío, expuse el argumento, utilizando varios ejemplos, de que el odio de judíos hacia judíos, ha causado mucho daño al pueblo y como se puede esperar, también a los judíos que odian. Tras años de experiencia, no debemos buscar un lugar donde nadie nos odie, debemos buscar transformar el odio mutuo en conexión y amor. Así podremos disolver el odio y el rechazo que recibimos de las naciones del mundo. Como está escrito en el libro Maor VaShemesh: “La defensa principal contra la calamidad es amor y unidad. Cuando hay amor, unidad y amistad entre los israelitas, ninguna calamidad puede sobrevenirles y todas las maldiciones y el sufrimiento desaparecen”.
Muchos acontecimientos mundiales expresan el inmenso odio que crece en la humanidad y los judíos no son la excepción. Tomamos partido y nos enfrentamos unos a otros en muchas áreas de la vida y superar nuestras divisiones parece inimaginable, ya que, una y otra vez, caemos en las demandas egoístas del ego y el odio se apodera de nosotros sin cesar.
Actualmente vivimos una época de transición importante, en la que, cada vez, somos más conscientes de la maldad de nuestra naturaleza egoísta.
Aunque nos sentimos cada vez peor, más deprimidos, estresados, ansiosos e inseguros, sobre nuestro futuro, aún desconocemos las causas y los efectos de nuestras sensaciones negativas y lo más importante, no sabemos qué hacer al respecto. Sin embargo, con el tiempo tendremos que entender que nuestra naturaleza humana egoísta, es una palanca que podemos “tirar” para convertirla en amor.
Sin el odio y la negatividad crecientes que llenan nuestra vida, podríamos sentir, con más plenitud, alegría y amor, pues el mal que se muestra más y más en nuestro interior y añade más apetito y anhelo por que surja una sensación genuina de amor.
Pero no tenemos que esperar a que el dolor y el sufrimiento nos impulsen a reconocer que nuestra naturaleza egoísta y el odio mutuo, son nuestro mal, para que queramos cambiarlo. Podemos lograr el objetivo de arreglar nuestras relaciones sin golpes que nos activen. En palabras de Rav Kook (Cartas de Rayah, 1966),
«Grande es mi fe en que todo este tumulto global, de una era de cambios en el mundo en que vivimos, surgió sólo por Israel. Ahora se nos llama a una tarea grande y sagrada, a lograrla voluntaria y conscientemente, la tarea es construirnos a nosotros mismos y junto con nosotros, reconstruir el mundo que yace en ruinas».
Podemos tener gran odio, pero también tenemos calidez humana muy fuerte; podemos estar muy distanciados, pero también muy unidos. Por eso, no debemos asustarnos porque ahora todo parezca roto y sin esperanza. Por el contrario, la verdadera plenitud sólo se logra entre opuestos: amor por encima del odio, unidad por encima de la división.
De hecho, mientras no descubramos la enorme profundidad de la división y la ruptura, no podremos involucrarnos en la reconciliación. Cuando entendamos la ruptura y sus consecuencias negativas en la vida, podremos comenzar el proceso de conexión.
De hecho, el proceso de reunificación comienza con lo que la sabiduría de la Cabalá llama “revelación del mal”. Gracias a esta revelación, recibimos claridad sobre lo que debemos corregir dentro de nosotros, para alcanzar el estado de amor. Como explica RABASH,
«El enemigo del hombre es la inclinación al mal, llamada ‘enemigo’, como está escrito: ‘Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan’, se refieren a la inclinación al mal. Como dijeron nuestros sabios, que el rey Salomón llamaba ‘enemigo’ a la inclinación al mal, para también hacía las paces con ella. Esto se denomina: ‘Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con ambas inclinaciones’, es decir, con la inclinación al bien y con la inclinación al mal».
Como lo hemos dicho en capítulos anteriores, a lo largo de las generaciones, las facciones del pueblo judío que no pudieron mantener el principio de; amor que cubre al odio, dieron la espalda a otros judíos y se desvincularon del judaísmo. Hasta hoy, muchos seguirían felizmente el mismo patrón de desconexión de Israel y de otros judíos y estarían felices de asimilarse completamente entre las naciones.
Para romper el patrón nocivo de autodesprecio que nos lleva por mal camino e influye negativamente en nuestra identidad como nación, en nuestro destino y en la actitud que las naciones del mundo tienen hacia nosotros, el llamado del momento es cambiar nuestra trayectoria, después de evaluar con claridad el estado en el que nos encontramos.
Nuestra perdición también puede ser nuestra ganancia. Siempre ha habido conflictos, a veces, hemos alcanzado niveles intolerables de tensión. La división no es mala en sí. Es buena o mala, según cómo la usemos. Estas cualidades competitivas o adversas son comparables a las características que observamos en el reino animal, donde algunas especies son carnívoras, la naturaleza les dio estas características con un propósito específico.
De igual forma, nuestras diferencias, sin importar cuán profundas sean, se vuelven visibles como signos de vitalidad y profusión de ideas. Si las usamos para fortalecer nuestra unidad, funcionan a nuestro favor. Si sucumbimos al ego y dejamos que las diferencias nos separen, se convierten en nuestra perdición. En palabras de Rashi, autor de comentarios exhaustivos sobre el Talmud y la Torá: “En el Goren (lugar de reunión), se sentaban, en afinidad y amistad, como un solo grupo, como el Sanedrín, sin sospechar unos de otros, se veían, se escuchaban y discutían hasta que llegaba una instrucción adecuada”.
En nuestro pasado remoto, nos las arreglamos para superar las diferencias y formamos una nación como ninguna otra, una nación tan digna, que se le dio la tarea de ser luz para las naciones. Se le legó la misión de ser modelo de unidad, por encima de las diferencias. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, mientras más intentábamos acercarnos, más exigía el ego expresarse y más desafiante se volvía nuestra unidad.
Hoy, con razón, mucha gente, judía o no judía, siente y dice que la tarea de ser luz para las naciones está lejana para el pueblo judío. Cuando irradiamos discordia y separación, no hay nada que “ilumine” en nosotros. Al mismo tiempo, sabemos dónde está el problema y tenemos la oportunidad de enfrentar el desafío de elevarnos por encima de nuestras disputas y unirnos.
El libro Shem MiShamuel del rabino Shmuel Bornstein, se refiere a la debilidad del pueblo, cuando prevalece la separación: “Eliminar la unidad causó odio infundado y el muro de Israel se debilitó. Por eso, los griegos tuvieron poder para romper el muro de Israel”. Pero también se refiere a la alternativa prometedora cuando perseguimos el objetivo de acercarnos, puede compararse con construir una fortaleza contra nuestros enemigos: “El consejo es la unidad de Israel, pues cuando Israel se une, es como un muro que no permite que un extraño se infiltre entre sus filas.
Basado en el libro, Auto odio judío: el enemigo interno – vista general del antisemitismo judío, del doctor Michael Laitman.
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