Cuando mi difunta madre, en su vejez, vivía sola en Canadá, hice todo lo posible para encontrarle el mejor lugar para vivir. Mi hijo, que también vive en Canadá, me enviaba fotos y videos de ella, pues sabía muy bien que yo estaba preocupado por ella y regularmente me informaba como estaba y como se sentía. Así fue hasta el día en que, tristemente me informó de su fallecimiento.
Hoy, hay un fenómeno en el que los hijos adultos dejan a sus padres. A veces se debe al abuso físico o emocional que sufrieron en la infancia, pero a menudo también se relaciona simplemente con el dinero. Los niños mayores sienten que sus padres no les dan el dinero que querían o esperaban y los borran se su vida, los separan de sus nietos, a veces hasta el extremo de decirle a sus hijos que sus abuelos están muertos.
Todos estos años, he observado de cerca la forma en la que mi esposa cría a nuestros hijos. Ella les dejó en claro que podían obtener todo lo que necesitaban de nosotros. Cada centavo que ganamos era para ellos, aún hoy que son adultos con familia. Además, organizamos nuestros ahorros y activos para que sean de ellos cuando dejemos este mundo. Son conscientes de nuestra inversión y sacrificio por ellos y lo discuten abiertamente entre ellos.
Tampoco se han desviado nunca. Siempre les quedó claro que, de una forma u otra, tenían que pagar por todo lo que recibían. Por ejemplo, pagamos sus estudios universitarios, ellos tuvieron que «pagar» por esos mismos estudios con toda su atención y enfoque.
Es muy probable que sea resultado de la cultura en la que fuimos educados. Pero, es un enfoque saludable y correcto. Mis dos hijas completaron su servicio nacional y cada una cumplió con sus dos años. Mi punto es que mis hijos siempre han recibido todo mi apoyo, pero también una mano decidida, que exige responsabilidad, formalidad y esfuerzo.
Es nuestro deber para con nuestros hijos, mantener una relación paralela de ser tanto amigos como maestros. Con ese enfoque, evitamos que tengan una actitud hacia nosotros como algo para usar y tirar, es decir, que perciban a sus padres como un simple cajero automático y una cocina.
Por eso, es importante que los padres pasar tiempo con sus hijos: hablar con ellos, los escuchen y que juntos hagan actividades agradables, es decir, que, hasta cierto punto, sean amigos. Además, los niños deben tener cierto miedo a perder la actitud positiva de sus padres, si muestran desprecio y pereza.
Una relación así evita cualquier deseo de que los niños separen a sus padres de su vida, ¿por qué alguien querría abandonar algo que da sensación de confianza, seguridad, poder y calidez en su vida, especialmente en estos tiempos turbulentos?
Nuestros padres pueden ser las personas más cercanas en nuestra vida. Incluso hoy, veo que mi esposa se comporta de manera similar con nuestros nietos. Se llevan muy bien, discuten todo de forma abierta y honesta.
Se educa con sensaciones, no con palabras. Cuando los niños reciben la impresión de una relación genuina, de persona a persona, lo registran en su corazón y naturalmente, la imitan en su relación con los demás.
El ejemplo que recibimos en casa, a medida que crecemos, afecta todas nuestras relaciones en la vida. El principio general es el siguiente:
- La forma en la que te relacionas con tus padres es la forma en que tus hijos se relacionen contigo,
- La forma en la que te relacionas con tus hermanos es la forma en que tus hijos se relacionarán entre sí, y
- La forma en que te relacionas con tus hijos es la forma en que se relacionarán con sus hijos
Aunque considero haber recibido una buena educación de mis padres, nunca recuerdo haber recibido la aprobación de mi madre y de mi padre muy pocas. Nos daban lo mínimo posible. Llegó el tiempo en que me cansé de buscar su aprobación, hice mi vida lo mejor que pude y les doy tiempo de calidad. En cambio crié mis hijas en el polo opuesto, pude romper con el patrón de crianza. Manteniendo lo bueno y desechando lo «malo». Un día mi padre me preguntó cómo lo logré? Le dije observaba los hogares de mis amiguitas y soñaba.