El conflicto palestino-israelí o como fue conocido antes, el conflicto árabe-israelí, es ampliamente considerado como la fuente de todos los problemas en el Medio Oriente. Más o menos, durante este último siglo, el conflicto ha causado decenas de miles de víctimas en ambos lados y un tremendo sufrimiento de innumerables personas inocentes. Lo triste es que el conflicto es innecesario. Si los dos pueblos actuaran de acuerdo con sus raíces, no habría ningún conflicto y la zona sería modelo de amistad.
Las raíces de judíos y árabes no están tan lejos. Ambos venimos del mismo padre, Abraham, quien nos enseñó la misma ley: la ley de misericordia y bondad. Abraham nos enseñó que la naturaleza está formada por la fuerza que mueve las estrellas en el cielo y «gobierna la capital», como dijo Maimónides. Abraham nos enseñó que esa fuerza es amor y otorgamiento y por eso, enseñó a sus discípulos a amar y a otorgar, para que fueran como la naturaleza.
El conflicto comenzó cuando abandonamos el principio de amor y otorgamiento y nos rendimos al poder del ego. Cuando el ego se instaló, las religiones se hicieron cargo en donde antes reinaba el amor puro. Las religiones prosperan gracias a la separación y la distinción; apartaron a judíos, cristianos y árabes y siguen separándolos en innumerables sectas y facciones. Dado que el ego quiere ser el rey, no puede tolerar ni conexión ni vinculación. Cuando no puede ser el único gobernante, encuentra «fallas» en los demás, eso justifica separarse de ellos. Así se forman las nuevas religiones.
Es cierto que el hombre necesita tradición y cultura, es muy humano y cumple un papel positivo en su vida. Como tal, la religión no es negativa en absoluto. Pero, cuando aleja a la gente y presenta a los demás como enemigos, simplemente por usar un tipo diferente de ropa o por rezarle a la misma fuerza, pero de forma distinta, la religión se convierte en fuente de conflicto y odio y cualquier cosa que aumenta el odio, es negativa.
A pesar del aparente estancamiento, veo que la solución es fácil, siempre y cuando nadie intente aniquilar a nadie ni imponerles su estilo de vida. Para crear paz, lo único que la gente necesita es considerar que la única fuerza que guía nuestro mundo es buena y que hace el bien, si queremos estar cerca de ella, debemos intentar ser similares.
Un enfoque de amor y otorgamiento nunca reprocha ni deslegitima a los demás. Cada uno debe vivir de acuerdo con su propia cultura y tradición. Lo único que necesitamos es agregar otra capa, una capa de amor sobre nuestra diversidad, por encima de nuestro enfoque diferente de la vida. Si recordamos que todos tenemos el mismo padre, que quería que todos tuviéramos lo mismo, que alcanzáramos lo que él logró y que difundiéramos al mundo lo que él descubrió, creo que lo más natural sería tener una vida pacífica y armónica aquí en nuestro atormentado pedazo de tierra y dejar atrás nuestra sangrienta historia, para siempre.
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