Las festividades judías son algo más que comidas y reuniones familiares. Son más importantes para nuestra vida de hoy y tienen una mayor profundidad espiritual de lo que la gente piensa.
Las festividades judías son un recorrido por el destino de la nación, un electrocardiograma con el ritmo cardiaco de nuestro latido conjunto. Los símbolos que encontramos en las fiestas judías nos transmiten unos conocimientos que, de otro modo, se hubieran perdido en el laberinto de la historia o hubieran quedado distorsionados e irreconocibles. Ahora bien, nuestras festividades no solo llevan un mensaje acerca de nuestro pasado, sino también acerca de nuestro presente y futuro.
Dónde empezó todo
La primera de las fiestas judías en otoño es el año nuevo judío, Rosh Hashaná (la cabeza (comienzo) del año). Señala un despertar espiritual. La festividad marca el momento en que el hombre siente un anhelo por descubrir el sentido de la vida.
Adán (marido de Eva y residente por poco tiempo en el Jardín del Edén), fue la primera persona en reflexionar sobre el sentido de la vida. Y el día en que comenzó a pensar en ello, lo marcamos como comienzo del año –el inicio del calendario judío– conocido como Rosh Hashaná.
En otras palabras, Rosh Hashaná no es solamente una fecha en el calendario: es un acontecimiento en el desarrollo espiritual. En ese día hacemos balance de cómo nos fue espiritualmente durante el año previo, y tratamos de hacer correcciones de cara al futuro.
En la mesa festiva
Rosh Hashaná simboliza nuestra aspiración a valores más elevados: la benevolencia, el compartir y cuidar unos de otros. La esencia del judaísmo es la unidad y el amor fraternal, tal como se expresa en los principios “Aquello que odias, no lo hagas a tu amigo” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. La costumbre de comer la cabeza de un pez simboliza nuestra determinación de estar al frente, para dirigirnos –y dirigir a los demás– hacia la unidad.
La granada, con sus cuantiosas semillas jugosas, nos recuerda que también nosotros somos como semillas, y que ha llegado el momento de que maduremos espiritualmente a través de la unidad. Asimismo, las semillas representan nuestros deseos egoístas, de los cuales debemos disfrutar de una manera más equilibrada y llevar a cabo nuestras aspiraciones mediante una contribución a la sociedad.
La manzana de Rosh Hashaná representa la “transgresión” primordial de la desunión. Y la sumergimos en miel para simbolizar su endulzamiento (corrección) gracias a la unidad restablecida entre nosotros. Para alcanzar esta unidad y reavivar nuestro amor fraternal, debemos elevarnos por encima del egoísmo y equilibrarlo creando conexiones positivas entre nosotros.
Las festividades más solemnes
Las festividades más solemnes comienzan con Rosh Hashaná y terminan en Yom Kipur. Rosh Hashaná marca también el inicio de los diez días de arrepentimiento. Este tiempo de reflexión es una oportunidad para el cambio, el pasaje hacia el interior de nuestra alma, cuando decidimos tomar el control de nuestras vidas: ser la cabeza y no seguir siendo la cola que acepta de forma pasiva los dictados de la vida.
Y como la esencia del judaísmo es el amor al prójimo, durante estos días es costumbre poner un énfasis especial en nuestra actitud hacia los demás. No obstante, esta conducta simbólica representa un giro importante en nuestro planteamiento vital: pasar del amor a nosotros mismos al amor a los demás. Una vez que lo logramos, salimos purificados al final de Yom Kipur. Y entonces realmente puede comenzar un año de amor fraternal y apoyo mutuo.
¡Feliz año nuevo!