El pueblo de Israel enfrenta tiempos difíciles. Esto puede conducir a cambios positivos, como dijeron los profetas, que vendrán días difíciles, pero eventualmente seremos salvados de ellos: “¡Ay! porque aquel día es grande y no hay otro igual: tiempo de angustia es para Jacob, pero saldrá a salvo” (Jeremías 30:7).
Desde nuestros momentos más bajos, podemos elevarnos, unirnos, hacernos fuertes y triunfar. Sabemos que no tenemos otra opción que levantarnos unidos y tener éxito. Para hacerlo, debemos alinearnos con las leyes de la naturaleza y obtener su apoyo.
Muchos ya comprenden que necesitamos reparar nuestras conexiones y sanar nuestras divisiones. El primer paso para hacerlo es ser conscientes de nuestro problema central.
¿Cuál es nuestro problema central? No es sólo que tengamos impulsos divisivos que fluyen y refluyen constantemente dentro de nosotros. En realidad, nuestro problema central es que seguimos nuestras inclinaciones divisivas, dejamos que dirijan nuestros pensamientos y comportamientos, en lugar de unirnos por encima de todo.
Tengo la esperanza de que nos demos cuenta de que, la unidad es nuestra arma principal. Específicamente nuestra unidad es la que podemos establecer y hacerla crecer por encima de los impulsos divisivos, que son especialmente grandes en el pueblo de Israel. Nuestra unidad por encima de los fuertes impulsos divisivos es increíblemente poderosa.
Si logramos usar el poder de la unidad, podremos superar cualquier obstáculo. Además, al unirnos por encima de las divisiones, provocamos grandes cambios positivos en la conciencia humana y extenderemos esta tendencia de unidad a la humanidad en general.
No podemos rendirnos, pues ni siquiera ha iniciado nuestra verdadera guerra, que es contra los impulsos divisivos innatos que residen en cada uno de nosotros. No podemos evitar la guerra contra la división, pues no luchamos por nosotros ni por nuestra supervivencia, sino por un propósito superior. Cada miembro del pueblo de Israel, es necesario como soldado de un ejército, que lucha para elevarnos en unidad por encima de la división. Al hacerlo, nos alineamos con las leyes de la naturaleza, es decir, las leyes de amor, otorgamiento y conexión, así obtendremos apoyo de las fuerzas supremas de la naturaleza.
Las fuerzas de amor, otorgamiento y conexión son las fuerzas más grandes y poderosas que existen. Cuando las abrazamos, salimos victoriosos. Nuestro éxito depende de nuestra unidad interior, por encima de nuestros impulsos divisivos y de la conexión de nuestros corazones.
Por eso, de hecho, la unidad es la mayor fortaleza del pueblo de Israel y nuestra arma más poderosa.
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