“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, Rabí Akiva dijo que es una gran regla de la Torá.
Debemos entender que esta “gran regla de la Torá” es la ley fundamental de la naturaleza que abarca todo el universo. Si nos preparamos lo suficiente, podremos ver que la vida misma, existe únicamente gracias a la ley de amor a los demás y a nosotros mismos.
Cualquier conexión es posible sólo gracias a un poder especial, que permite y requiere la unidad de muchas partes, incluso opuestas, ya sean partículas, campos o elementos de células vivas o personas. Esta fuerza externa, la ley básica de la naturaleza, es la ley de amor y conexión, influye en toda la naturaleza y la obliga a conectarse, en consecuencia, las partes gradualmente se atraen y desarrollan sistemas cada vez más complejos en la naturaleza: inanimada, vegetal, animal, humana y después, en la espiritual.
La fuerza de amor y conexión que genera vida en esos niveles es la regla de la Torá: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Torá es el sistema que existe entre la propia naturaleza y su creación, nosotros la humanidad y su ley es la ley de amar a los demás como a nosotros mismos.
Los “demás” son aquellos diametralmente opuestos, así como nosotros somos opuestos a la forma de amor y otorgamiento de la naturaleza. Su ley de amor opera en todo el sistema que creó, nos obliga a establecer conexiones mutuas, porque la vida sólo puede existir en la conexión en todos los niveles de la naturaleza.
Esta ley de amor que alimenta la interconexión y la interdependencia en los niveles: inanimado, vegetal y animal de la naturaleza, sucede sin participación humana, es decir, son procesos evolutivos en esos niveles. Aquí, la ley de la naturaleza determina y dicta todo en la vida, pero nosotros, los humanos, estamos bajo la llamada “aplanadora evolutiva”, es decir, la evolución misma nos impulsa a conectarnos cada vez más, sin pedir nuestra opinión.
Por eso, más allá de los niveles: inanimado, vegetal y animal, en el nivel humano, si tratamos de adoptar y aceptar la ley de la naturaleza, podremos descubrir que la regla de «ama a tu prójimo como a ti mismo» es la ley de la vida. Nada existiría sin la conexión entre nosotros y la naturaleza.
Al lograr ese descubrimiento, podremos tomar conciencia de esa ley suprema por nuestra cuenta, aunque al principio vemos que la actitud de amar a los demás como a nosotros mismos nos elude por completo, pues los demás nos parecen extraños e incluso totalmente opuestos.
De cualquier forma, debemos entender la ley natural de amor y conexión en las conexiones humanas. Es necesario estudiarla primero y ver que actúa en toda la naturaleza. Desde el Big Bang hasta nuestros días, podría parecer que nos desarrollamos en un proceso de desacuerdo y desconexión, pero en realidad hay un proceso constante de desarrollo hacia estados cada vez más elevados de conexión y esa evolución obliga a la materia a cumplir la ley fundamental de la naturaleza.
Al final, los humanos nos identificaremos con la fuerza y la ley de la naturaleza en nuestras conexiones, llegaremos a entender la ley de “ama a tu prójimo como a ti mismo” entre nosotros y con la naturaleza.
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