Durante mucho tiempo hemos pasado una crisis en toda la regla, que destrozó todos los aspectos de nuestra vida. Todo lo que conocíamos se derrumbó. Necesitamos empezar de nuevo, pero no sabemos cómo. En su lugar esperamos y pedimos una vacuna. Pero detenernos es muy malo; sólo hace que los cambios necesarios sean más dolorosos y más lentos.
Cuanto antes reconozcamos que no volveremos a nuestra vida de antes del virus, será mejor. Para hacerlo, debemos entender lo que estamos viviendo y lo que sucede a nuestro alrededor.
El virus nos afecta en todos los niveles: biológico, emocional y social. Sus golpes no son aleatorios; tienen una trayectoria clara: separarnos unos de otros, es decir, distanciarnos socialmente, para reconstruir nuestras relaciones y que no sean nocivas. El virus puede ser patógeno para nuestro cuerpo, pero es un remedio para nuestra sociedad. Puede ser difícil verlo en este momento, con todos los informes contradictorios y la desinformación que recibimos de todas partes, pero si seguimos las órdenes dadas por las autoridades, independientemente de si son útiles o no para curar el cuerpo, descubriremos que nos ayudan, tal vez sin quererlo, a construir comunidades más solidarias y mejorar nuestra responsabilidad mutua.
El motivo para usar mascarillas, lavarnos las manos y mantener distancia de dos metros, no debe ser para protegernos nosotros. Eso sólo perpetuaría la actitud perjudicial actual que nos llevó a donde estamos. En su lugar, debemos seguir las instrucciones para no infectar a otros. Si previene el contagio o no, realmente no importa. Lo que es de vital importancia es que se revierta totalmente nuestra actitud hacia los demás, en comparación con nuestra actitud actual.
Si la mayoría adopta la actitud, de pensar en la salud del vecino y tomar las medidas adecuadas para apoyarlo, revolucionará la sociedad. No importará qué provocó el cambio, sino que el cambio ocurra, hará milagros. Y como no sucedería si no fuera por el coronavirus, descubriremos que es el virus el que nos lleva a un nuevo nivel de conexión.
Naturalmente, en estado de preocupación mutua, todas las cadenas de infección se romperán y el virus desaparecerá en cuestión de semanas. Pero, más importante, descubriremos que nuestra sociedad ascendió a un nuevo nivel de preocupación por los demás, un nuevo nivel de cohesión y no desearemos volver a la alienación, la soledad y la sospecha en la que vivíamos antes del COVID-19. En cambio, desearemos seguir desarrollando la nueva actitud, pues cuidar a otros, nos sana.
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