«Debemos saber que todas las almas vienen del alma de Adam HaRishon, pues después del pecado del Árbol del Conocimiento, su alma se dividió en 600,000 almas. Es decir, la única luz que tenía Adam HaRishon -a la que El Zóhar llama Zihara Ila’a [brillo superior]-, en el Jardín del Edén, se extendió en numerosas partes«, cabalista Baruj Ashlag (Rabash), “¿Qué grado se debe alcanzar para no tener que reencarnar?«
Vivimos una existencia de estados discretos, separados y distantes entre sí, incluso opuestos en algunos aspectos. Estos estados no combinados, elementales y fundamentales, no tienen semejanza entre sí, aunque todos son fragmentos de un deseo único, que en el lenguaje de Cabalá se llama Zeir Anpin, en el nivel de Keter del mundo de Atzilut. Los cabalistas lo describen como el estado dividido en 600,000 partes. En otras palabras, nuestra distancia y separación surge de cierta fragmentación que tuvo lugar a nivel espiritual, antes de que se pudiera empezar a hablar de nuestra vida y sensaciones en la realidad que conocemos como nuestro mundo.
Después de la fragmentación en los muchos estados discretos, separados y distantes, del deseo único, con el que fuimos creados inicialmente, surgió el descenso de las partículas fragmentadas a nuestro mundo. En otras palabras, el deseo puro inicial que se creó sufrió un engrosamiento espiritual gradual y se distanció de la cualidad que lo creó: la cualidad de amor, otorgamiento y conexión. Naturalmente, dentro de cada partícula, esta calidad disminuyó cada vez más y cada partícula pareció caer más bajo en su estado, hasta llegar al estado más bajo: el deseo, se volvió más burdo, hasta ser más egoísta: el deseo de disfrutar sólo en beneficio propio, sin un ápice de deseo de amar, otorgar y conectarse con los demás.
La parte interna y la naturaleza del deseo egoísta, que inicialmente no se revela, parece desprenderse de sus capas externas que vinieron de su creador: la calidad de amar, dar y conexión. Su propia estructura, deseo y naturaleza (deseo de disfrutar sólo en beneficio propio, es un deseo totalmente egoísta, encerrado en sí mismo) es cada vez más evidente. Este deseo egoísta es el deseo del hombre en este mundo, en el que nacemos y vivimos la vida que conocemos actualmente.
Estamos en el proceso de evolución del deseo egoísta. Su crecimiento constante nos hace cada vez más egoístas y nos lleva al punto en el que entenderemos que nuestra naturaleza primordial y verdadera y vivir sólo en el deseo egoísta, no trae ningún beneficio genuino ni duradero en la vida. Hoy, mientras estamos en lo que la Cabalá llama «reconocimiento del mal» de nuestra naturaleza egoísta, nos preparamos para despojarnos de la cáscara egoísta de nuestro deseo más íntimo, para redescubrir y despertar nuevamente nuestra verdadera conexión como un gran deseo, que la Cabalá llama «alma de Adam HaRishon«.
A medida que vamos de nuestro deseo egoísta innato, al deseo de amar, de otorgar y de conexión que nos unirá en un gran deseo (una sola alma), dejaremos de percibir la vida transitoria e incompleta como seres separados y percibiremos una vida en la que todos nos conectamos en una nueva entidad interconectada y donde descubrimos la eternidad y la totalidad. La sabiduría de la Cabalá nos da la capacidad de ir por esa transición más rápido, con más comprensión y conciencia y con menos sufrimiento que el que sucede cuando no se absorbe su sabiduría.
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