Con el aumento de la contaminación del aire en China a niveles que eran «normales» en los días anteriores a COVID y con países en todo el mundo celebrando la reapertura de su economía, la esperanza de un cambio que muchos deseaban durante los días de cierre y de agua-limpia-aire-limpio parecen desvanecerse. Pero la naturaleza ya nos demostró que no nos quiere como éramos. Si volvemos a la normalidad, la naturaleza volverá al castigo, con represalias.
La humanidad, la cúspide de la creación, la dañó más que cualquier otra criatura. De hecho, es la única que va contra su creador: la Madre Naturaleza. Con el coronavirus es la primera vez que la naturaleza nos muestra que puede golpearnos a todos, en cualquier lugar, en cualquier momento, si así lo desea. Pero lo hizo con compasión. El número de muertos por COVID-19, en realidad, no es mucho más que el de una gripe estacional, pero nos asustó enormemente. Fue la primera vez que la gente común y los líderes estatales, por igual, se quedaron perplejos e indefensos ante la Madre Naturaleza.
La naturaleza nos envió un mensaje: no tolerará nuestro ego desenfrenado. No tolerará nuestro saqueo y asesinato, que agota, contamina, envenena y asfixia todo y a todos, sólo para que podamos estar en la cima del montón de escombros que creamos.
Todas las criaturas, excepto el hombre, se comportan como deben y al hacerlo, contribuyen al bien común. En las películas infantiles, a menudo pintamos rostros crueles en depredadores, como tigres o lobos. Pero la verdad es que esos depredadores evitan la sobrepoblación de sus presas y así, ayudan para que no se agote la fuente de alimento y mantienen al rebaño sano y fuerte, al comer a los débiles y enfermos.
Un lobo nunca matará a más de un ciervo o alce a la vez. Después de la matanza, comerá todo lo que necesita y descansará hasta la próxima vez que tenga hambre. Los humanos son exactamente lo contrario: matan mucho más de lo que necesitan para comer y se enorgullecen de matar a los animales más fuertes y saludables. La gente no mata para comer; mata para mostrar su fuerza.
Tomemos otro ejemplo. En la sección de lácteos de cualquier supermercado moderno, hay una infinita variedad de quesos. Hace veinte, treinta o cuarenta años, estos quesos no existían. Aparecieron porque los fabricantes de alimentos lácteos compiten por los clientes y producen una diversidad cada vez mayor de alimentos con la esperanza de obtener más y más espacio en los estantes a expensas de otros productores. En el proceso, se tira más de la mitad de la producción, el precio de los productos aumenta, se extraen innecesariamente más recursos del suelo, se maltrata más a los animales, el aire se contamina más con las emisiones de máquinas y camiones, el tráfico se congestiona y empleados de compañías competidoras pierden su empleo, porque su compañía no pudo llevar su producto a los estantes de las tiendas. Cada vez que elegimos un queso sobre otro, inadvertidamente hacemos que mucha gente se sienta miserable.
El problema no es lo que consumimos, y ciertamente no que disfrutemos de una buena comida y de otras comodidades que la vida ofrece. Por el contrario, estoy de acuerdo. El problema está en nuestras relaciones. No es que la naturaleza no nos quiera porque comemos animales ni porque emitimos carbono. No nos quiere porque somos malos unos con otros y con nuestras atrocidades, destruimos el planeta.
Por eso, pongo tanto énfasis en la educación y no en la reducción del consumo ni en otras restricciones. Nada ayudará, a menos que arreglemos el problema donde se encuentra, entre nosotros, en nuestro deseo de destruirnos unos a otros.
Al obligarnos a quedarnos en casa, el coronavirus nos obligó a dejar de competir y así, dejamos de destruir la Tierra. Si volvemos a atacarnos, la naturaleza enviará otro embajador que nos apartará más firmemente, hasta que aprendamos la lección.
Como ya se nos permite congregarnos e interactuar, usemos el descanso que nos dieron para comenzar de nuevo, para tratar de ser mejor con los otros. Así como nuestra mala voluntad hacia los demás enfermó a la Tierra y nos enfermó a nosotros mismos, nuestra buena voluntad hacia los demás nos curará y sanará la Tierra.
Gracias maestro por sus reflexiones
Así lo creo yo también