Desacreditando el mito de la sabiduría de los judíos

FILE PHOTO: Former U.S. President Donald Trump holds a rally ahead of the midterm elections, in Mesa, Arizona, U.S., October 9, 2022. REUTERS/Brian Snyder/File Photo

Los judíos tienen reputación de ser inteligentes. De hecho, si ves la lista de ganadores del Premio Nobel, notarás que los nombres que suenan judíos son mucho más comunes que el resto de la población mundial. También está la famosa sabiduría del rey Salomón, a quien se consideró el más sabio de los hombres. Sin embargo, si se examinan las crónicas del pueblo judío y nuestra conducta como nación, veras que vamos de locura en locura y parece que nunca aprendemos, como si nuestra sabiduría se hubiera quedado en el rey Salomón y lo único que tenemos es talento para matemáticas, ciencias y finanzas.

Hace algunas semanas, el expresidente Donald Trump criticó a los judíos estadounidenses por su actitud hacia Israel. Escribió que deben “actuar juntos” y mostrar más aprecio por el Estado de Israel “antes de que sea demasiado tarde”.

Trump no especificó qué quiso decir con “demasiado tarde”, pero la historia judía deja muy claro lo que podría ser, aunque no puedo estar seguro de que eso sea lo que Trump quiso decir. La historia judía demuestra que si fuéramos más sabios, aprenderíamos: cuando estamos juntos, unidos como uno, prosperamos. Cuando estamos divididos, sufrimos. En consecuencia, “actuar juntos” es restaurar nuestra unidad destrozada y trascender nuestra alienación.

Nuestra historia confirma que los judíos son una nación con la misión de corregir el mundo; por eso nuestro lema es Tikkun Olam (corrección del mundo), no lo elegimos; se nos impuso.

Pero, fuimos elegidos por una razón: hicimos lo que nadie había hecho, establecimos nuestra nación. La nación judía surgió de una mezcla ecléctica de desconocidos que venían de tribus y naciones extrañas, pero tenían algo en común: la convicción de que vivir en unidad y solidaridad es la única forma viable para que la humanidad exista. Por eso, pusimos el amor a los demás por encima de todos los valores.

Dado que la unidad es el valor más sublime, se nos encomendó difundirla. Hubo momentos en los que lo logramos -al pie del monte Sinaí y en otras raras ocasiones y períodos de la historia-, también se nos encargó dar ejemplo, ser nación modelo, ser “luz para las naciones”.

Pero, con el tiempo abandonamos nuestra misión y descartamos nuestros valores básicos. En lugar de ser luz para las naciones, nos volvimos oscuridad para las naciones, creamos un modelo de división o como lo llamaron nuestros sabios, Sinaat Hinam (odio infundado).

Respeto a Donald Trump y respeto sus palabras, porque él respeta nuestra unidad. Su instinto de que los judíos deben estar unidos no surge del antisemitismo; ni es un intento de jugar con tropos antisemitas, como argumentan algunos de sus críticos. Más bien, sus palabras surgen de la convicción de que es la forma en la que los judíos deben tratarse unos a otros, que la unidad judía es buena para los judíos y buena para el mundo.

Tiene toda la razón. Nuestra insistencia en distinguir entre judíos estadounidenses y el Estado de Israel, va en contra nuestra. En lugar de mitigar el antisemitismo en Estados Unidos, esta división es la razón por la que el antisemitismo está creciendo.

Independientemente de las acciones de Israel o de las acciones de los judíos de EUA, el hecho de que los judíos estén divididos, alimenta la ira del mundo contra ellos, porque es el ejemplo opuesto al que deberían dar.

Por el momento, el abismo entre los judíos estadounidenses e israelís, parece más ancho que el océano que hay entre nosotros. Las dos comunidades son como dos continentes que se alejan cada vez más. A menos que actuemos juntos, como dijo Trump y nos unamos como una sola nación, por encima de la alienación y del odio, algún Hitler moderno surgirá y nos hará lo que nuestros detractores nos han hecho a lo largo de milenios de locura judía.