Dr. Michael Laitman Para cambiar el mundo cambia al hombre

Dicotomía del ser: entender nuestra naturaleza egoísta y nuestro potencial espiritual

unidad espiritualidad humanidad“Somos fuente de dolor y de felicidad, depósito de inmundicia y manantial de agua pura, la humanidad, como espejo, refleja un mundo multifacético, es insignificante y es infinitamente grande”

Omar Khayyam

De hecho, somos depósito de inmundicia y de pureza. Es decir, fuimos expulsados del lado espiritual del amor, otorgamiento y conexión, hacia su opuesto corporal.

No sentimos las cualidades espirituales ni cercanía a ellas ni ninguna necesidad de buscarlas. Simplemente, estamos absortos en nosotros mismos, en nuestro propio interés egoísta.

La inmundicia es negar el mundo espiritual, es decir, un mundo lleno de las cualidades de amor, otorgamiento y conexión. En ese estado, no le damos importancia a la conexión espiritual. En cambio, deseamos armas para protegernos y que nos ayuden a avanzar en nuestro reino corpóreo egoísta.

¿Y dónde está la pureza en nosotros? En no poder entender nuestro estado. En realidad, es nuestra salvación. Somos perdonados e incluso fortalecidos a pesar de nuestra increíble distancia de las cualidades espirituales de amor, otorgamiento y conexión y de no aceptar el programa que gobierna nuestra vida. ¿Por qué? Porque somos una generación perdida.

La pureza es que nada se nos pega. No nos ensuciamos con la inmundicia, porque tampoco la sentimos. La inmundicia no se adhiere a nosotros.

En otras palabras, nuestra pureza es nuestra falla al sentir nuestra propia inmundicia y maldad y eso nos ayuda. No necesitamos sentir la inmundicia para purificarnos. Estar sumergidos en la inmundicia es suficiente. Necesitamos esforzarnos y se manifestará en la medida necesaria.

Necesitamos entender que sólo estamos nosotros y la fuerza única de amor, otorgamiento y conexión que nos creó y sostiene. Si logramos entenderlo, nuestras acciones deberán ser, aceptar las cualidades de esa fuerza, tanto como podamos.

Y así, sentiremos cualquier inmundicia que necesitemos sentir y saldremos de ella. Pero lo más importante es el contacto inicial con la fuerza única del amor, otorgamiento y conexión. Debemos hacer ciertos esfuerzos para lograr que nos invite a sentirla.

De igual modo, como en la cita, somos grandes porque la fuerza única de amor, otorgamiento y conexión está siempre con nosotros e insignificantes, porque no le prestamos atención.

Además, alcanzar la grandeza no depende del individuo, sino de una decisión colectiva, es decir, del espíritu dentro del pueblo.

Nuestra trayectoria evolutiva nos está llevando a ese estado colectivo y lo alcanzaremos, pero por el momento, vemos que ni siquiera una sola nación puede surgir con la decisión colectiva de unidad, hacia la fuerza única del amor que la uniría.

Sin embargo, aunque esas ideas aún no resuenan en la gente a nivel masivo, hay una masa crítica que tiene la aspiración de atraer amor y unidad a nuestra vida, por encima de los impulsos egoístas y pudiera alcanzar una decisión colectiva antes que la población en general e influirá positivamente en las masas por venir.

Todo se reduce a una simple fórmula: la unidad entre nosotros es igual a la unidad con la fuente de la fuerza única de amor, otorgamiento y conexión que habita en la naturaleza. Esa fórmula abarca todo lo que existe. Cuando la humanidad llegue a esa unidad, la fuerza única se revelará ante todos, como está escrito, “desde el más pequeño hasta el más grande”.

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