Creo que ha llegado el momento de aclarar algunas ideas erróneas sobre el antisemitismo.
1) ¿Qué es el antisemitismo y qué no lo es? El antisemitismo no tiene que ver con las disputas religiosas. El Holocausto no tuvo nada que ver con la religión, y mucho menos con la raza. Del mismo modo, el antisemitismo tampoco tiene que ver la raza, aunque los cristianos en la Edad Media y los musulmanes de hoy aludan a razones religiosas. En ningún caso el antisemitismo se debe a que los judíos sean ricos, ya que la mayoría de los judíos asesinados en los pogromos en Europa del este y en el Holocausto eran indigentes y prácticamente pobres. Y a pesar de esto, no hubo compasión con ellos. Hoy, el antisemitismo se disfraza de brotes antiisraelís, pero no debemos olvidar que los mayores horrores acaecieron sobre los judíos cuando no había ningún estado de Israel al que poder culpar. En realidad, el antisemitismo es una potente sensación instintiva de que los judíos son la causa de todos los problemas en el mundo. Por eso existe el antisemitismo incluso donde no hay judíos, y por eso se les culpa de problemas que, por lógica, no son achacables a los judíos.
2) El chivo expiatorio más fácil: Es conocido el discurso de que cuando las cosas se ponen feas, los judíos resultan el chivo expiatorio más fácil; de modo que líderes y políticos hacen que la ira del pueblo se desvíe hacia ellos. No es así. La gente siempre tiene la sensación de que los judíos tienen la culpa de todo lo que está mal; lo que ocurre es que cuando la vida es llevadera, la ira hacia ellos se atenúa con una capa de civismo y lo políticamente correcto. Por lo tanto, cuanto más se agrave la situación en todo el mundo, más antisemitismo encontraremos a nivel mundial.
3) El antisemitismo es consecuencia de la ignorancia: Muchos de nosotros pensamos que los antisemitas son ignorantes y por lo tanto antisemitas. Los que piensan así creen que si los antisemitas supieran lo mucho que los judíos han hecho por la humanidad en cuestiones de ciencia, cultura y arte, su opinión acerca de nosotros sería distinta. Ciertamente algunos antisemitas son ignorantes. Pero la mayoría de ellos, en especial los que profesan el antisemitismo de una manera feroz, son personas con una buena educación. Saben muy bien lo que el judaísmo ha hecho por el mundo. Pero no les importa, porque sienten que comparándolo con el daño que están causando los judíos, nuestra contribución resulta intrascendente. Así de malévolos nos ven.
4) Es un problema político: Muchos judíos creen que si Israel concediera más libertad a los palestinos el antisemitismo se atenuaría. Por supuesto que debemos comportarnos de la forma más humana posible con todas las personas. Pero pensar que ceder tierra palestinos mitigará el antisemitismo no es más que una vana ilusión. El antisemitismo ya existía antes de que fuera fundado el estado judío, y seguirá existiendo, incluso si cedemos todo el país a los palestinos. La tierra no es el problema: el problema es esa sensación instintiva de la que hemos hablado antes.
5) Nuestro obsequio para el mundo: Lo único que los judíos han ofrecido y que todo el mundo está dispuesto a aceptar es el principio de “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, el argumento más vehemente de los antisemitas es que “somos belicistas y extendemos el odio por todo el mundo”. Esto es precisamente lo contrario de ese principio que a todos les parece maravilloso pero nadie sabe poner en práctica.
6) Ser fieles a nuestras palabras: Conforme a lo expuesto en el punto cinco, la única cosa que el mundo quiere que le proporcionemos –además del principio que ya le hemos dado– es la manera de ponerlo en práctica. Con el mundo al borde de un caos global, lo único que la humanidad necesita urgentemente es la capacidad de vivir siguiendo este principio; el mundo lo aceptará con entusiasmo, y el antisemitismo desaparecerá. Pero esto depende de que seamos capaces de demostrar que somos fieles a nuestra palabra, que practicamos lo que predicamos.
7) ¿Quién es tu enemigo?: Por lo tanto, nuestro mayor desafío no es el Estado Islámico (ISIS). Tampoco es Fatah o el más que manifiesto antisemitismo de la ONU. Nuestro mayor desafío es nuestro propio odio hacia los demás. No podemos ofrecer una solución viable a los nubarrones de guerra que se divisan en el horizonte a menos que primero implementamos entre nosotros ese principio hemos “exportado”. Asimismo, tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados y dejar que esas nubes descarguen su lluvia sobre nosotros: el mundo dirá que las hemos traído sobre ellos.
8) No cambies, conecta por encima de las diferencias: Lo hermoso en la solución de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es que no necesitamos estar de acuerdo en nada. Podemos seguir alegremente en desacuerdo acerca de todo lo que podamos imaginar: cómo resolver los problemas de seguridad de Israel, por qué el mundo nos odia, cómo revertir el cambio climático, los orígenes de Falafel, o si los Cleveland Cavaliers le debe todo su éxito a LeBron James o si tal vez un poco de ese mérito es también del entrenador Blatt. No debemos preocuparnos por aquello en lo que no estamos de acuerdo: ¡debemos preocuparnos por nuestros corazones! Cuanto más podamos unir nuestros corazones por encima de las discrepancias –como una familia ejemplar que sabe permanecer unida a pesar de las desavenencias– mejor será el ejemplo para el mundo. Un pueblo judío unido no puede ser considerado belicista, ya que nuestra unidad no está dirigida contra nadie: es una unidad en pro de los beneficios que reporta la unidad.
9) Dar ejemplo: Como hemos dicho más arriba, los antisemitas nos culpan de causar todos los problemas del mundo. Pero reflexionemos: ¿has pensado alguna vez de una persona en busca de paz que “es un belicista”? Del mismo modo, el mundo nos considerará pacíficos cuando dejemos de pelear entre nosotros mismos. Y nos convertiremos en un ejemplo de la aplicación de ese principio que todo el mundo anhela: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. La gente solo dejará de odiarnos cuando vea que somos un ejemplo de apoyo mutuo, que cuidamos unos de otros.
10) Vayamos paso a paso: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” ya era un noble objetivo antaño, así que Hilel el Anciano dijo que podemos empezar desde “No hagas a los demás aquello que odias”. También funcionará si empezamos desde ahí. Conexión y amistad son algo más que una fórmula para hacer la vida más agradable: son, literalmente, lo que nos salvará la vida.