El 3 de noviembre, los ciudadanos de Oregón decidieron hacer algo más que su elección para presidente de EUA; optaron por despenalizar el uso personal de metanfetaminas, heroína, LSD, oxicodona y otras drogas duras. «La victoria de hoy es una declaración histórica de que llegó el momento de dejar de criminalizar a la gente por consumo de drogas», dijo Kassandra Frederique, directora ejecutiva de la Alianza de Políticas de Drogas, que lideró la iniciativa. Según AP News, «La Academia de Médicos de Familia de Oregón», que apoyan la medida, dijo que «Uno de cada 11 ciudadanos de Oregón es adicto a drogas».
No hablamos de uso recreativo y ocasional de marihuana; hablamos de adicción a drogas duras, del tipo que, cada día, te hace cometer crímenes sólo para obtener otra dosis. Una de cada once personas en Oregón está en ese estado.
Como lo veo, las autoridades no quieren que esta gente esté limpia; la quieren muerta. Y mientras muere, quieren evitar que dañe a otros, por eso se le permitirá obtener su dosis diaria, hasta que termine. Más pronto que tarde, el estado se dará cuenta de que es mejor abrir centros de distribución, como los comedores comunitarios actuales, dar a cada uno su dosis diaria y tenerlos felices y fuera de las calles, lejos de la (disminuida) población regular.
La decisión de Oregón también establece que «en lugar de ir a juicio y enfrentar un posible tiempo en la cárcel, se tendrá opción de pagar una multa de 100 dólares o asistir a nuevos ‘centros de recuperación de adicciones’ financiados por los millones de dólares de ingresos fiscales de la industria de la marihuana legalizada y regulada en Oregón». Pero, no creo que nadie tome esta parte de la decisión en serio, por dos razones: 1. Si los drogadictos tuvieran 100 dólares comprarían drogas, no pagarían multas. 2. Nadie realmente se recupera de la adicción a las drogas. Y por eso, las autoridades tratan de mantenerlos callados hasta que se marchen.
Puedo entender por qué el estado quiere deshacerse de drogadictos. Desde la perspectiva de las autoridades, el mundo ya está sobrepoblado y el sacrificio tácito es una solución razonable. Si no vemos una razón para tener tanta gente en el mundo, deberíamos encontrar una manera humana de reducir la población.
Pero hay una razón por la que estamos aquí. La humanidad es cada vez mayor precisamente porque estamos destinados a conectarnos, no a estar separados en nuestra pequeña ranura. Nuestra falta de deseo de conexión es la razón por la que sufrimos y la realidad nos obliga a estar en contacto constante con los demás, pero el antagonismo crece implacablemente. Cuando el abismo entre nuestro creciente narcisismo y la conexión obligatoria se vuelve insoportable, buscaremos refugio. Algunos lo encuentran en la violencia, otros en alguna forma de escape, incluyendo abuso de sustancias, la mayoría lo encuentra en la depresión.
Sólo hay una solución a este lío: educación hacia la conexión. Hay una razón por la que hay tanta gente en el mundo, con opiniones y actitudes tan diferentes hacia la vida. Si viéramos al mundo desde lejos, encontraríamos que lo que sentimos como discrepancia, en realidad es diversidad. Desde una perspectiva más alta, todas las contradicciones crean un hermoso y rico bordado de colores y corrientes que se entrelazan para convertirse en el tejido de la vida. Imagina océanos sin tierra, montañas sin valles, bosques sin desiertos, machos sin hembras, vida sin muerte, verano sin invierno u otoño sin primavera. Todo lo que sabemos de la vida viene de distinguir opuestos. La vida no es un estado; es el flujo entre estados, de un extremo al otro.
Si fuéramos conscientes y si supiéramos que esta diversidad está aquí para que la disfrutemos, estaríamos agradecidos por las cosas que nos irritan, porque son diferentes de nosotros. De hecho, no sentiríamos enojo, entenderíamos que es el pulso de la vida que nos dice que es el momento de pasar a la siguiente fase. Terminaría nuestra lucha con la vida y no tendríamos que huir de ella. Entenderíamos el propósito por el que estamos aquí -ver la vida en toda su profundidad y riqueza- y nunca querríamos escapar.
No hay solución al abuso de sustancias, excepto que la gente entienda que está aquí para conectarse, especialmente con los que son diferentes, pues nosotros y ellos juntos hacemos que fluya la corriente de la vida. Cada uno separado, no es nada. Juntos, somos vida.
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