La economía, sin duda, es uno de los factores clave que determinan si vivimos bien o no. Alguien me dijo una vez: «El dinero no es lo más importante en la vida, pero está muy cerca del oxígeno en la escala del ‘debo tener’». Con esto en mente, debemos observar lo que sucede hoy. En primer lugar, la inflación se está disparando, eso es una mala noticia para todos. Peor aún, no sabemos por qué. La guerra en Ucrania ya no lo justifica, no hay pandemia a la vista, que paralice la economía mundial ni escasez de petróleo ni ninguna razón aparente para que los precios se disparen.
Hay otros problemas y cambios innumerables en la economía mundial. El mercado laboral está cambiando y cada vez hay menos gente dispuesta a trabajar en oficinas y prefiere hacerlo desde casa. Hay una oleada de dimisiones. Los empleadores estaban acostumbrados a seleccionar entre muchos solicitantes, ahora, a veces tienen que pagar para que la gente sea entrevistada.
Otro cambio es la aceleración de la automatización. La disminución del número de gente dispuesta a trabajar, sobre todo en empleos mal pagados, está inyectando combustible a la industria de la robótica y cada vez más etapas de la producción son para los robots.
Pero la gente no es más feliz por tener más tiempo libre. Aunque tenga suficiente dinero para mantenerse, su comportamiento está desequilibrado por el consumismo exagerado, el abuso de sustancias, violencia, depresión, narcisismo e innumerables problemas que, en conjunto, es todo lo que hacemos contra nosotros mismos.
Por eso, creo que la causa fundamental del aumento de los precios y de los innumerables problemas que mencioné, tiene que ver con nuestras relaciones. La economía actual refleja el estado de la sociedad y no al revés. La economía no provoca las crisis sociales. Más bien, cuando hay una crisis social, es probable que perturbe la economía.
El problema es que mientras más nos desarrollamos, más centrados estamos en nosotros mismos. Si observamos a la naturaleza, veremos que mientras más se desarrolla, más cooperativa se vuelve, exactamente lo contrario de la humanidad. Por ejemplo, los animales más desarrollados de la cadena alimentaria tienen organismos más complicados. Estos animales forman un sistema complejo en el que la supervivencia y la salud de cada especie, dependen de la supervivencia y la salud de las demás especies.
Nuestro universo es otro buen ejemplo. Evolucionó a partir de partículas separadas de hidrógeno y helio y se condensaron en vastos y complicados sistemas de galaxias, estrellas y sistemas planetarios, con canales que los conectan y transfieren materia por todo el universo.
La sociedad humana también evolucionó de forma impresionante a lo largo de los siglos y se convirtió en una malla global, en la que cada parte aporta sus habilidades únicas en beneficio de la humanidad. ¿Por qué entonces no prosperamos? Porque odiamos la idea de estar conectados; somos muy egoístas y la sola idea de depender de otros nos da escalofrío.
Para evitar ser dependientes y para afirmarnos como mejores, luchamos contra otros. No tiene por qué ser una guerra entre países; nos peleamos todo el tiempo: en el trabajo, en casa con la pareja e hijos, en la carretera, en el supermercado y a menudo incluso mientras dormimos. Y nos sentimos miserables.
La crisis económica mundial refleja nuestro desorden social. Dado que cada vez estamos más conectados y centrados en nosotros mismos, la trayectoria contradictoria desgarra el tejido de la sociedad humana. Como resultado, la estructura económica que construimos, basada en el apoyo mutuo y en las cadenas de suministro globales, se está rompiendo.
La inflación galopante es sólo el principio de nuestros males. Si no ajustamos nuestras relaciones para que se adapten a nuestro nivel de conexión, sufriremos una escasez que nos llevará al hambre y al desencuentro social.
Por eso, nuestra tarea no es cambiar la economía, sino cambiar nuestras malas relaciones, que están enfermando la economía global y local. La economía estará bien cuando la sociedad esté bien y la sociedad estará bien cuando empecemos a buscar cómo podemos ayudarnos unos a otros en lugar de hacernos daño.
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