Los últimos dos años han sido estresantes para niños, padres y para todo el sistema educativo. Los aislamientos y encierros recurrentes no sólo afectaron las relaciones sociales de los niños, nos dejaron, a todos, inseguros sobre el futuro. Está claro que nada será como fue hasta principios de la década, pero aún no está claro cómo serán. De cualquier manera, dado que estamos destinados a ir y venir entre conexiones físicas y virtuales, también podríamos aprender a hacer conexiones con significado en ambos entornos.
La situación actual ya cambió nuestra mentalidad anterior sobre las conexiones, pero aún no establece nuevas, dentro de nosotros. Aún es difícil ver cómo será la nueva forma de conexión pues no somos máquinas; se necesita tiempo para convertirnos a un nuevo modo de acción. Pero, como la naturaleza nunca retrocede y siempre avanza, algo es clara: lo que fue nunca volverá.
Cualquiera que sea la forma que tomemos, será una en la que, no sólo estaremos conectados de otro modo, también será más positiva que antes. La naturaleza siempre avanza hacia una mayor complejidad e integración. Todo se está volviendo más interdependiente y esto también es cierto para la humanidad.
Sin embargo, mientras las demás especies aceptan los dictados de la naturaleza, sin cuestionar, los humanos están desconectados de la naturaleza y tienen su propio deseo. La naturaleza nos obliga a seguir su camino, pero también nos dio libre albedrío, que crece en sentido contrario: mientras la naturaleza nos empuja a incorporarnos, nosotros luchamos por separarnos. Por eso los animales aceptan lo que la naturaleza les da y se adaptan, nosotros sufrimos y nos resistimos, pero sin éxito.
El sufrimiento que sentimos es una clara desventaja en comparación con el resto del mundo animal, pero los seres humanos tenemos una ventaja que ningún otro ser vivo tiene: en lugar de ser forzados a la conexión, podemos pensar, compararla con la separación y finalmente elegir. Aunque no tenemos más remedio que elegir conexión, dado que este es el curso de la creación, la elegiremos por voluntad propia o sea, entenderemos la lógica detrás de ella, el «pensamiento de la creación», por así decirlo.
No hay comparación en el placer y la profundidad que sentimos cuando elegimos hacer algo en lugar de hacerlo instintivamente. Esa es nuestra ventaja única, el mérito de los seres humanos, sobre todos los demás seres.
Todos los golpes que hemos sufrido, desde el principio de los tiempos, nos han llevado a evolucionar, de cazadores-recolectores a clanes, pueblos, países, imperios y finalmente a una aldea global. La mayor incorporación siempre ocurre en contra de nuestra voluntad y cuesta innumerables vidas y sufrimientos indescriptibles, pero no tiene por qué ser así. Si entendemos hacia dónde vamos y lo que estamos destinados a tener al final del camino, podemos ir de buena gana y ayudarnos mutuamente a trascender nuestra individualidad, para formar una humanidad consciente y unida.
Nuestros sistemas educativos deberían centrarse en inculcarnos esa conciencia. Esta educación debe aplicarse a todas las edades, países y culturas. Si hacemos de la unidad nuestra prioridad, podremos ver nuestras diferencias como una diversidad bienvenida y nuestras diferentes perspectivas como el enriquecimiento de nuestro conocimiento. Si queremos dejar de sufrir y disfrutar del camino que estamos recorriendo, necesitamos reconstruir nuestro sistema educativo en sincronía con la naturaleza: hacia la conexión, la cohesión y la integración.
Gran verdad!!! Si todos pusiéramos un granito de arena a esta bendecida reflexión. Por tanto yo lo hago por encima de mi ego. Muchas gracias. DIOS los bendiga grandemente.