Educación para la consciencia global

La realidad integral donde hoy estamos criando hijos, es muy diferente a aquella en la que crecimos. Para que puedan prosperar en un mundo interconectado, deben ser conscientes de que estamos conectados y cuanto antes, comencemos a enseñarles, mejor.

Deberíamos explicarles que vivimos en el planeta Tierra y mostrarles cómo es la Tierra. No sólo su forma redonda, sino el suelo, las plantas, los animales y la gente y, que todos estamos conectados en un sistema.

Posteriormente, deberíamos contarles sobre nuestro sistema solar, cómo el sol y la luna afectan a la Tierra, cómo cambian las estaciones y cómo las fuerzas naturales dan forma a nuestra vida. También debemos mostrarles que cuando las civilizaciones y las naciones están desconectadas, se vuelven hostiles y cuando se sienten cercanas, se ayudan entre sí.

El punto principal que debemos mostrar es la unidad de todas las fuerzas de la naturaleza en un mecanismo único e integral y cómo influye en nosotros. Debemos llegar a ver que, incluso si estamos conectados con un dispositivo móvil o una computadora y vivimos en el reino virtual, aún estamos conectados en el mundo físico, no sólo con la gente, sino con todo.

Como resultado, los niños crecerán sabiendo lo importante que es cultivar buenas conexiones con su entorno, con la gente que los rodea y con la naturaleza. Sentirán que si no se preocupan por su ambiente, tanto social como natural, los maltratará. Así, no tendrán que sufrir las consecuencias de su ignorancia, como nos está pasando hoy.

Cuando pensamos en nuestro trato hacia los demás y hacia la Tierra, en términos de una relación, es fácil ver que la reciprocidad es necesaria. Está claro que para que una relación tenga éxito, requiere consideración de todos y que los beneficios de tener amigos y seres queridos, superan con creces el esfuerzo. Cuando no podemos ver que estamos conectados, no tenemos ímpetu para ser considerados.

A diferencia de los animales, que no quieren dañar a otros intencionalmente, la gente nace con un mal deseo incorporado: «La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud». Por eso, no podemos dejar que los niños crezcan sin cultivar la reciprocidad y la consideración mutua, como sucede ahora. Debemos educarlos y educarnos a nosotros mismos para ver que hay interconexión e interdependencia en todo y comportarnos en consecuencia.