Uno de los fenómenos sociales más dolorosos, aunque a menudo no detectado, entre los niños es el ostracismo. Suele ocurrir cuando el líder de un grupo social, como una clase o un equipo deportivo, elige a un niño como objeto de exclusión y pone al resto del grupo en su contra. Para el niño, es una experiencia horrible y puede marcar su alma joven de por vida. Y lo peor, el acosador que se comporta así, se envalentona y es probable que lo repita, ya sea con la misma víctima o con otros niños. Para curar esta dolencia social, tenemos que entender, por qué los acosadores se comportan así y cómo podemos ayudarles a adoptar patrones de comportamiento más positivos.
Los acosadores tienen como objetivo a los niños que perciben débiles, que no se enfrentan a ellos o que están socialmente aislados. El objetivo del acosador no es tanto hacer que la víctima se sienta mal, sino él mismo, sentirse bien.
A menudo, los acosadores vienen de hogares donde se sienten inseguros. Pueden sufrir abuso físico o emocional y sentirse pisoteados en casa. Para compensar su sensación de inferioridad, necesitan sentirse superiores en otro lugar y ese otro lugar, probablemente, es la escuela o el equipo deportivo o cualquier entorno social en el que participa.
Comparado con otras formas de acoso, el problema de la exclusión es que el acosador «recluta» al resto del grupo, para que se una contra la víctima y la deja socialmente aislada y sin apoyo emocional. Para el niño, esta situación puede ser devastadora.
Para detener el fenómeno, no basta con castigar al acosador. Un castigo puede hacer que el acosador deje de acosar a la víctima, por la que fue castigado, pero no hará que deje de buscar otras víctimas, porque seguirá su necesidad de acosar. Peor aún, puede hacer que siga intimidando, pero de forma más sigilosa y siniestra.
Por eso, es esencial entender por qué el intimidador se comporta así y buscar compensarlo de modo más constructivo. En lugar de que el acosador busque su desagravio por sí mismo, la sociedad debería ofrecerlo, para que satisfaga su carencia emocional y no dañe a otros.
La naturaleza humana requiere que nos sintamos bien con nosotros mismos. Si hay un lugar en el que nos sentimos inferiores, no descansaremos hasta compensarlo. Por eso, si una persona se siente amada y apoyada, nunca se sentirá inferior ni deseará hacer que los demás no se sientan amados ni tampoco excluidos.
La solución al problema del acoso escolar y especialmente del ostracismo, está en manos de la sociedad: crear un entorno cálido y cariñoso para todos los niños, donde puedan crecer y expresar sus cualidades únicas de forma socialmente constructiva, en beneficio de la sociedad.
Si los niños trabajan juntos en proyectos que requieren habilidades de todos, aprenderán a depender unos de otros, a confiar en los demás y a deleitarse con sus talentos. Y lo más importante, llegarán a preocuparse unos por otros. En lugar de envidiar su sentido de la interdependencia, les llevará a apoyarse mutuamente, pues, las habilidades únicas de cada niño benefician a todo el grupo. Cuando todos cooperen, formarán una sociedad armónica en la que cada individuo esté plenamente satisfecho y al mismo tiempo, se preocupe por el resto de los miembros del grupo.
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