Las protestas posteriores por la decapitación de Samuel Paty, son el canto del cisne de Francia. Paty, un maestro de escuela, fue asesinado por mostrar caricaturas del profeta Muhammad mientras enseñaba sobre la libertad de expresión. De acuerdo con BBC News: «la policía allanó unos 40 hogares después del ataque y el gobierno también ordenó a una mezquita cerrar durante seis meses». Es un poco demasiado tarde para Francia. El país está en camino de convertirse en un califato musulmán.
La islamización de Francia no comenzó recientemente. Durante décadas, los musulmanes han llegado a Francia en busca de una vida mejor que la que tenían en casa. Hasta aproximadamente el año 2010, los inmigrantes venían principalmente de lo que alguna vez fueron las colonias de Francia. Estos países se denominaron “protectorados”, como en el caso de Túnez y Marruecos o como parte de la Francia metropolitana, como con Argelia. Muchos ciudadanos franceses se establecieron en esas colonias y mientras los franceses disfrutaban de total libertad, los lugareños estaban oprimidos.
Después de que Francia se retiró de las colonias, los inmigrantes continuaron llegando a Francia como mano de obra barata o como refugiados, buscando resguardo del hambre y la guerra. Los franceses, por su parte, implementaron una política de asimilación y alentaron a los inmigrantes a adoptar el idioma local, su cultura y su fe, es decir, el cristianismo.
Pero, aproximadamente desde mediados de la década de 1980, Francia cambió su política de asimilación a la de integración y a los que llegaron después, se les permitió conservar su cultura y tradición. Esa decisión fue contraproducente. Los inmigrantes no se fusionaron con éxito en la sociedad francesa y en gran medida siguieron siendo extraños, conservaron su propia cultura y religión y empezó el choque de civilizaciones.
En los primeros años de este siglo, Francia reconoció su error y reinstaló una política de asimilación, pero la rueda no pudo retroceder. En la segunda década del siglo XXI, la inmigración a Francia creció enormemente, la mayoría llegaban de países devastados por la guerra como; Irak, Siria, Libia y otros y los franceses no tuvieron el poder para detenerla.
A pesar de las persistentes advertencias sobre las ramificaciones de la inmigración sin restricción, de islamistas radicales, Francia siguió siendo hospitalaria con ellos y ellos se lo han recompensado con muerte y terror. Francia renunció a «retomar» muchas de sus ciudades y barrios, que se convirtieron en «zonas prohibidas» para los no musulmanes. El autor francés Pascal Bruckner declaró, después del asesinato de Samuel Paty: “Este no es un acto de ‘separatismo’; es una declaración de guerra que debe tratarse en consecuencia». Sin embargo, al pueblo francés no le queda espíritu de lucha. A pesar de que son, por mucho, mayoría en su país, se sienten impotentes e indefensos ante sus dominantes «invitados».
El periodista italiano Giulio Meotti, que a menudo escribe sobre temas de Medio Oriente, recientemente, en el sitio web del Instituto Gatestone, describe la situación actual en Francia: “Las élites francesas … fallaron en comprender la guerra ideológica que declararon los enemigos de las sociedades abiertas”. Otra autora francesa, Élisabeth Badinter, escribió: “(Ahí) aquí está la continuidad de nuestra sumisión. Estoy convencida de que, si hubiéramos sabido decir no, no estaríamos aquí. Todos inclinaron la cabeza por miedo a parecer racistas o por mecenazgo».
De hecho, los franceses no pueden evitar que el fundamentalismo musulmán tome el control. Sucumbieron ante sus antiguos súbditos, pero principalmente, a su escepticismo sobre su forma de vida y sus principios. Ya no gritan “¡Vive la République!” Quieren paz y tranquilidad, pero no la obtendrán. Serán obligados a convertir sus iglesias en mezquitas, su democracia en un califato y su vida, de libertad a opresión. La rueda del destino giró sobre ellos, los gobernantes están a punto de convertirse en súbditos.
No será de la noche a la mañana, pero el proceso ya cruzó el punto de no retorno. Estamos siendo testigos del derrumbe de uno de los pilares del mundo occidental. Y lo más abrumador, es pensar que la Francia de hoy, es la Alemania del mañana y también lo será el resto de Europa Occidental.
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