Este es un cuento de hadas sobre un mago bondadoso. Espero que al leerlo abras tu corazón a un nuevo mundo de esplendor.
¿Saben ustedes por qué los ancianos son insuperables contando leyendas?
¡Porque las leyendas son la sabiduría misma de la Tierra!
Todo cambia en nuestro mundo, pero las verdaderas leyendas permanecen.
Las leyendas contienen tanta sabiduría que, para contarlas, el narrador
necesita ver cosas que a los demás les pasan desapercibidas.
¡Lleva mucho, mucho tiempo acumular tanta sabiduría, y es por eso
que las personas mayores saben contarlas mejor que nadie!
Como está escrito en el gran y antiguo libro mágico,
El Libro del Zóhar,
«El anciano es alguien que ha adquirido sabiduría».
A los niños les encanta escuchar historia
y leyendas, pues abren su imaginación
a ideas nuevas y maravillosas.
Es probable que nunca hubieran comprendido
esas ideas sin antes haberlas escuchado
a través de leyendas.
Y los niños que crecen y continúan viendo
lo que los demás no pueden ver,
van adquiriendo más y más sabiduría.
Estas personas siguen siendo «niños sabios»,
aún siendo adultos.
Esto es lo que el mágico Libro de El Zóhar nos enseña.
Había una vez un gran mago, bondadoso, generoso y de buen corazón.
Pero, a diferencia de los otros magos que aparecen en leyendas para niños,
este mago era tan bueno que suspiraba por tener a alguien con quien compartir su corazón
No tenía a nadie a quien amar, cuidar con quien jugar, un compañero en quien pensar.
Además, anhelaba estar junto a alguien que lo conociera y se ocupara de él
porque es muy triste estar solo
¿Y qué fue lo que hizo?
Pensó para sus adentros:
¡Ya lo sé! Voy a hacer una piedra
pequeña, pero muy bonita.
La tendré en mi mano, la acariciaré
y siempre vivirá a mi lado.
Y estaremos juntos,
la piedra y yo, porque…
es muy triste estar solo»
Agitó su varita mágica y ¡CHAC!
Apareció una piedra pequeña en la mano del mago bondadoso.
La acarició con ternura en la palma de su mano. Le habló dulcemente,
pero la piedra no respondía. Solo se quedaba allí, inmóvil y silenciosa.
Sin importar lo que hiciera, la piedra no era amable,
ni siquiera reaccionaba. El mago pensó: «¿Es esta la forma de tratar a un buen mago?
¿Estará estropeada? ¿Tal vez debería hacer más piedras; quizás sean más afables
y correspondan mi amistad?
Así que el mago hizo más piedras… y otras de mayor talla:
rocas, colinas, montañas, la Tierra y hasta el universo entero
Pero todas eran como la primera piedra:
no se movían, no hablaban y no respondían.
Y una vez más el mago sintió cuán triste es estar solo.
Sumergido en su tristeza, se preguntaba:
«¿Posiblemente debería hacer una planta?
¡Sí, una flor muy hermosa!
La regaré, tendrá mucho aire fresco,
haré que desciendan sobre ella rayos de sol
además, tocaré una música muy dulce.
La planta estará tan feliz que,
entonces, ambos seremos dichosos
porque… es muy triste estar solo»
El mago bondadoso agitó su varita mágica una vez más y ¡CHAC!
Apareció una flor a su lado. La flor era justo lo que él había imaginado.
El mago estaba tan emocionado que empezó a saltar y a bailar a su alrededor,
e interpretó las canciones más alegres que conocía.
Pero la flor no bailaba con él; tampoco cantaba.
Todo lo que hacía era crecer si la regaba y
marchitarse cuando no lo hacía.
Esto estaba lejos de ser suficiente para
este mago que quería entregar su corazón
y su alma a su amiga, la flor.
Una vez más, el mago se decía:
¿Por qué esta hermosa flor no me corresponde?
¿Tal vez debería hacer más flores?
¿Quizá van a corresponder mi amistad?»
Así pues, el mago hizo toda clase de plantas; praderas coronadas de flores rojas, amarillas
y azules, añadas y bosques, extensas sábanas y espesas junglas. Pero, sin importar qué
clase de planta creara, todas se comportaban como la primera flor.
Una vez más, el buen mago se encontraba solo y triste.
Dándose cuenta de que la situación requería de acciones drásticas,
el mago se sentó en su roca mágica de pensar.
Pensó, pensó y pensó, y volvió a pensar un poco más,
hasta que tuvo una maravillosa idea.
Ya lo sé, dijo en voz alta: «¡Haré un animal! Pero…
¿Qué tipo de animal? ¿Un perro, tal vez?
¡Sí, un perro! Haré un cachorro muy simpático
que siempre estará conmigo.
Lo llevaré a pasear, jugaré con él,
y cuando llegue de regreso
a mi castillo, el perro saltará de felicidad
y meneará la cola para saludarme».
¡Sí! El mago sonrió para sus adentros,
«el perro y yo seremos muy felices juntos…»
Porque es muy triste estar solo.
Ilusionado, el mago agitó su varita mágica y ¡CHAC!
Un precioso cachorro apareció en sus brazos, justamente como lo había imaginado.
El buen mago estaba encantado, alimentaba a su perro, lo abrazaba,
acariciaba el suave y rizado pelaje. Lo llevaba en sus caminatas y hasta
le daba baños de burbujas. Ciertamente ese era el cachorro más consentido
que jamás haya existido.
Pero pasado algún tiempo, el mago se dio cuenta
de que el amor del perro no era la clase de
amor que deseaba.
Un perro solo se sienta junto
a su dueño y le obedece.
El mago estaba muy triste al ver que,
incluso aquel cachorro tan precioso que
jugaba alegremente y lo seguía a todas partes,
no podía corresponderle con toda la bondad
que él quería otorgarle.
Al igual que con la piedra y la flor,
el mago hizo toda clase de animales,
insectos, peces, serpientes, pájaros y osos.
Sin embargo, ni un solo animal podía
comprenderlo y ser el amigo que buscaba.
De nuevo, el mago se encontraba muy triste y solo.
El mago volvió a sentarse sobre su roca de pensar para decidir
lo que tenía que hacer. Pensó y pensó con más fuerza.
Esta vez, elaboró un plan; se dio cuenta de que un
verdadero amigo sería alguien que lo buscaría,
que desearía encontrarlo tanto como él
deseaba hallar un amigo.
Después de pensarlo un poco más se dijo: «Un amigo tiene que ser
alguien como yo, que pueda hacer lo que yo hago y que sepa amar
como yo amo. Será la única forma de que me entienda.
Sin embargo, para que sea como yo, tendrá que percibir y apreciar
lo que le doy. De esta manera, va a corresponder a mi amor y
hará por mí lo que yo haga por él. Así ambos seremos felices»
Durante tres días y tres noches,
el mago se sentó en su roca mágica
y reflexionó en su próxima creación.
Finalmente, ¡tuvo una brillante idea!
«¿Por qué no hacer un hombre?
¡Sí, qué gran idea!
¡Podrá ser como yo!
Si lo hago tal como debe ser,
le gustará lo que a mi me guste,
y apreciará lo que yo le dé. Va a necesitar un poco de ayuda,
y después seremos muy felices y nunca más estaremos solos».
Sin embargo, para alcanzar la felicidad el mago sabía que
su amigo primero tendría que sentir lo que es estar solo,
sin un amigo. En realidad tendría que saber lo que es
no tener la amistad del mago.
Albergando nuevas esperanzas en su corazón, el mago agitó su varita mágica
por cuarta y última vez y…¡CHAC!
Esta vez, ocurrieron dos cosas: creó un hombre, pero lo colocó
en una tierra muy, muy lejana. Estaba tan alejada que el hombre no sabía
nada del mago. Contemplaba las montañas, las estrellas, los árboles
las flores, los peces y los animales, pero no tenía ni idea de que
el mago lo había hecho todo.
¡Ni siquiera estaba al corriente de que hubiera un mago!
El mago no se detuvo ahí.
Hizo las computadoras,
el fútbol, el baloncesto
y toda clase de juegos,
para que el hombre,
su nuevo amigo, se divirtiera.
estaba solo y muy triste,
pues su amigo,
no sabía nada de él.
El hombre desconocía
la existencia del mago
que lo había hecho,
que lo amaba y lo estaba
esperando. Ignoraba que
el mago le murmuraba:
«Ven a mi encuentro,
podemos ser muy felices juntos,
porque es muy triste estar solo!
Pero, ¿Por qué alguien que no conoce al mago,
que tiene una computadora, el fútbol y toda
clase de diversiones de pronto querría descubrirlo?
¿Cómo podría alguien así conocerlo y amarlo?
¿Puede este hombre ser el amigo verdadero del mago
y decirle: «Ven mi buen mago, ven junto a mí y
seremos felices, pues yo sé cuán triste es estar solo»?
El hombre únicamente conocía lo que veía a su alrededor.
Quería tener todo lo que otros tenían, hacer lo que otros
hacían y hablar de lo que otros hablaban. No sabía que allá,
en algún lugar, había un mago bondadoso que estaba triste por estar solo.
Bueno, nuestro mago es muy ingenioso; tenía un plan en mente.
De hecho, lo tenía todo calculado y solo esperaba el momento
propicio para llevarlo a cabo.
En un día soleado, llegó el momento oportuno:
el mago se puso de pie a gran distancia y suavemente murmuró
directo al corazón de su amigo: ¡CHAC!
Tocó su corazón con la varita mágica ¡CHAC! Y una vez más…
Una voz llamaba al corazón del hombre.
Y cuando el mago agitó una vez más su varita mágica,
el hombre empezó a pensar: «¡Ah, existe un mago!
Hmmm… muy interesante, me pregunto cómo será».
De pronto, al hombre se le ocurrió que tal vez sería
muy divertido tener un mago en su vida,
que realmente sería mucho más feliz si lo tuviera.
El mago volvió a hacer ¡CHAC! y el hombre sintió
que en algún lugar muy, muy lejano, había un reino.
Y en este reino había un castillo lleno de tesoros.
Y en este castillo se encontraba sentado un mago
sabio y bondadoso esperándolo solo a él.
Y el mago le murmuraba: «Hola, amigo.
Te estoy esperando, juntos seremos felices
mientras que solos estamos tristes».
Pero el hombre no sabía donde
encontrar el reino y el castillo.
Ni siquiera sabía dónde buscarlo.
Estaba triste y confundido;
se preguntaba:
¿Cómo voy a encontrar al mago?
Entretanto, los golpecitos continuaban tocando
en su corazón, ¡CHAC! ¡CHAC! ¡CHAC!
No podía dormir, no podía comer y no podía
dejar de imaginar el gran castillo.
Esto es lo que ocurre cuando buscas algo
con mucha vehemencia, pero no lo puedes encontrar.
Puedes sentirte muy triste por estar solo.
Para que el hombre fuera tan sabio como el mago,
igual de poderoso y con gran corazón, el mago tenía
que enseñarle a realizar los mismos prodigios que él.
Pero un ¡CHAC! no era suficiente. Era algo que el hombre
tenía que realizar por si mismo.
Para ayudarlo, el mago bondadoso, en secreto y con cuidado, lo guió hasta
un antiguo libro mágico llamado: El Libro del Zóhar.
Este libro le enseña al hombre el camino que conduce al
gran castillo en ese reino lejano.
Siguiendo las instrucciones del libro, el hombre se apresuró
a ir en busca de su amigo, el mago. Quería decirle: «¡Hola!
He venido para estar contigo, sé que seremos felices juntos»
Pero cuando el hombre llegó hasta el castillo, descubrió
que estaba rodeado por una muralla defendida por
guardias feroces. Ellos le hacían retroceder cada vez
que intentaba acerarse, y no permitían que el mago
y el hombre se encontraran, mucho menos estar juntos.
Y cuanto más insistía el hombre, más fuertes y
despiadados se mostraban los guardias. Sin misericordia.
El hombre estaba desesperado. Su querido amigo, el mago,
se ocultaba en el castillo, el portón permanecía cerrado,
la muralla era demasiado alta y los malvados guardias
continuaban rechazándolo. Nadie podía entrar o salir
del castillo.
El hombre pensó:
«¿Qué voy a hacer?
¿Si no podemos estar juntos,
cómo seremos felices?
Pero, cada vez que estaba
a punto de desfallecer,
un pequeño ¡CHAC!
en el corazón le devolvía la confianza,
y buscaba la manera de pasar a los guardias y atravesar la gran muralla.
Y si flaqueaba y no sentía el ¡CHAC! en su corazón,
le reclamaba al mago: «¿Por qué me llamas en vano?
¿Dónde estás? ¿No te das cuenta de que estoy solo?».
Sin embargo, cuando el hombre tiene paciencia
y supera las palizas de los guardias, se vuelve más fuerte,
más valiente y más sabio. En lugar de debilitarse,
aprende a hacer su propia magia, sus propias maravillas,
como solo un mago puede hacerlo.
Y esto es justamente lo que hizo el hombre.
Al final, después de todo lo que había pasado,
no había nada que el hombre deseara más que estar
con su amigo el mago. Todo lo que quería era ver
a su amigo, pues todavía se sentía solo.
Justo cuando sintió que no podía soportar estar solo
minuto más, el portón del castillo se abrió.
Y sí, el gran mago, su amigo bondadoso y de buen
corazón vino a su encuentro y le dijo:
«Ven, vena mi lado, pues es muy triste estar solo».
A partir de ese día, han sido los mejores amigos,
siempre juntos. No hay felicidad mayor que la amistad.
El prodigio de su amor es eterno; vive por siempre.
Y están tan felices de estar juntos, que ni se acuerdan,
aunque sea un poco de cuán triste era estar solo.
Así que, si alguna vez sientes un suave ¡CHAC! en lo profundo
de tu corazón, sabrás que hay un mago bondadoso y sabio
que te llama y quiere ser tu amigo.
Después de todo, es muy triste estar solo.
Es un relato extraordinario y hermoso Gracias
Que maravillosa historia , me conmovió mucho.
excelente historia quisiera saber como puedo conseguir el verdadero ZOHAR para hallar a ese gran y bondadoso mago
Es una maravillosa historia ,nos da una gran enseñanza bpara súperar los retos de la existencia humana.
Hermoso relato que forma más maravillosa y entretenida de educar a niños y adultos ,,mil gracias por poner esa llama encendida …