La decisión del primer ministro Benjamín Netanyahu, de hacer una pausa en la reforma judicial, para dar tiempo a negociar con los opositores, no logrará nada. La lucha no es por ésta o aquella ley ni por nombrar jueces para la Corte Suprema de Israel. La lucha es por poder y control y cuando se trata de luchas por poder, no hay lugar para compromisos. Como declaran varios líderes de la protesta y también los principales medios de comunicación, la resistencia no se detendrá hasta que estén en el poder y Netanyahu esté tras las rejas.
Es de esperar que haya desacuerdos y pugnas entre la coalición y la oposición. De hecho, hay luchas por poder incluso dentro de la coalición y, divisiones en derecha, izquierda y muchos otros desacuerdos. No debemos esperar otra cosa, cuando lo único que quieren los políticos es promoción personal y no les importa el país ni siquiera su partido, lo único que podemos tener son luchas constantes por el poder.
A la luz de esos motivos egoístas, no puedo tomar partido ni decidir qué lado tiene la razón. Pero, me duele ver lo que sucede en mi país. La gente a menudo me pregunta por mi posición. La expreso constantemente en mis clases, pero no es política.
Mi posición es que no tenemos más remedio que conectarnos por encima de las diferencias. No nos sentiremos más cerca, pero en algún momento, entenderemos que, a pesar de nuestra aversión mutua, no tendremos más remedio que aprender a funcionar como una familia unida. Siempre que la motivación surja de intereses partidistas estrechos, ningún lado puede tener razón. Lo único que es “correcto” es la unidad; lo demás, inherentemente es incorrecto.
Lamentablemente, no sólo estamos lejos de esta perspectiva, nos alejamos más cada vez más. En la situación actual, cuando los líderes políticos y los medios de comunicación impulsan la violencia, creo que es muy probable que se derrame sangre. Y como resultado de la agitación política, no me sorprendería ver disparos y bajas.
Tampoco creo que sea inminente una guerra civil en toda regla. A pesar de los esfuerzos organizados de las partes interesadas y de los gobiernos, para enfrentar a los israelíes, creo que la sociedad no va en esa dirección, al menos no todavía. Y aunque soy pesimista con respecto al resultado de la negociación actual, creo que es bueno que hablemos. Hablar es siempre preferible a pelear.
Sin embargo, si las partes quieren que las discusiones sean productivas, primero deben admitir que la lucha no es por las leyes, sino por el poder. Lamentablemente, desde el establecimiento del Estado de Israel, nunca he visto una discusión ni apertura verdadera sobre cómo compartir o administrar el poder.
Con toda probabilidad, seguiremos luchando hasta que nos enfrentemos a la aniquilación. Hasta entonces, tal vez, nos daremos cuenta de que estamos gobernados por nuestra propia maldad y decidamos cambiar nuestra naturaleza.
Pero para llegar allí, me temo que tendremos que sentir desesperación, ansiedad y la amenaza física de destrucción. Siempre hemos sido un pueblo obstinado y siempre lo seremos. Nos espera un viaje difícil; sólo deseo que nos demos cuenta antes de estrellarnos.
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