Quizá uno de los fenómenos más obvios de los años recientes, es el deterioro de la confianza del público en las autoridades. Tal vez por las manifestaciones contra las restricciones de la Covid, por las protestas contra las reformas económicas o los disturbios contra cualquier política, desde educación hasta migración y defensa, el público, en los países democráticos, está perdiendo la confianza en los funcionarios que eligió. El problema es que los más egoístas y explotadores son los que llegan a los primeros puestos y la gente lo nota. Hasta que corrijamos la naturaleza abusiva de nuestras relaciones, los regímenes se volverán cada vez más corruptos, hasta que se desmoronen por completo y la guerra y la violencia se apoderen de ellos.
Desde el siglo XVII, la democracia contemporánea empezó a tomar forma, a medida que se formaban los parlamentos y los reyes y el clero fueron cediendo el poder a los órganos electos. La democracia alcanzó su estatus más alto después de dos guerras mundiales, cuando los países democráticos salvaron al mundo de los déspotas en Alemania, Italia y Japón.
Después de la Primera Guerra Mundial, surgió una primera organización intergubernamental, la Liga de Naciones, que luego cambió su nombre por el de Naciones Unidas, cuya misión principal era mantener la paz mundial.
Pero ni la democracia ni las Naciones Unidas cumplieron sus promesas. La democracia no dio una verdadera libertad de expresión, aunque por un tiempo nos hizo sentir que sí, la ONU es un fracaso total cuando se trata de mantener o incluso, promover la paz mundial.
Peor aún, con el tiempo, la humanidad es cada vez más egoísta, tendencia que se ha acelerado en los últimos años y aún sigue. Hoy, la gente está tan absorta en sí misma que si la pruebas con los estándares que se usaban hace sólo unas pocas décadas, “la calificarán” de narcisista.
Como somos narcisistas, aceptamos a los narcisistas y los ponemos al frente de países. En lugar de elegir a los que satisfagan nuestras necesidades, elegimos a los más egoístas para que dirijan a la sociedad más «abierta». Recientemente, el ensimismamiento de los líderes los volvió tan corruptos, que ya no se puede ignorar más, la gente está despertando y está enojada.
Por un lado, el creciente resentimiento de los ciudadanos hacia los gobiernos es una buena señal, indica que la gente ya entiende que los líderes no nos están llevando a un buen destino. Por otro lado, es una situación precaria, pues la volatilidad de las tensiones sociales podría conducir a intensos estallidos de violencia, cuya naturaleza y desenlace son inciertos.
Otro peligro que surge de nuestro creciente narcisismo es que, a menos que el gobierno nos dé exactamente lo que queremos, no podremos aceptar su legitimidad. Democracia es el gobierno de la mayoría, teniendo en cuenta las necesidades de las minorías. No está construida para contener una situación en la que las minorías se subvierten constantemente bajo sus cimientos. La creciente desestabilización puede conducir a anarquía o a guerra. Y ninguna es bienvenida.
Para prevenir lo que parece un escenario inevitablemente apocalíptico, debemos entender la causa raíz de la disolución de las sociedades libres: el ego humano. Sólo podemos hacerlo si atendemos a nuestro ego y le mostramos que lo mejor para nosotros, es cooperar y ser considerados unos con otros.
La realidad actual demuestra que no podemos movernos sin afectar a los demás. Cualquier retraso en la producción o en la cadena de suministro de casi cualquier producto, crea inmediatamente retrasos en todo el mundo, obstaculiza las economías y perturba la vida de miles de millones de personas.
Si lo entendemos y actuamos con base en esta comprensión, crearemos un mundo totalmente diferente. No tendremos que preocuparnos por los regímenes totalitarios, ya que, negar la libertad de los demás, equivale a negar la libertad de nosotros mismos.
La codependencia crea afinidad. Cuando la gente es empática, se cuida mutuamente, no sólo a nivel emocional, también a nivel físico y material. La humanidad produce abundancia de todo. Todos en el mundo podríamos estar satisfechos si nos cuidáramos unos a los otros y quisiéramos que así fuera.
Por lo tanto, en lugar de intentar sofocar el ego de los demás o (peor) ocultar nuestra malicia bajo el velo de sonrisas falsas, con cuchillos a la espalda, debemos aprovechar nuestras tendencias egoístas para beneficio colectivo. Si entendemos que todos dependemos de todos, nuestro ego nos dirá qué hacer para garantizar que todos estemos satisfechos y felices.
Efectivamente!!! Muchas gracias por compartir. Todo lo que manifiestan ustedes lo estamos viviendo 😔😔 el ego que se adueñó de mi vida, a pesar de ser un mounstro estúpido y rabioso. Cómo ha aprendido a conocernos mejor que nosotros, solo la dependencia total de Dios, logro rendirme a la voluntad de mi Creador. Dios los bendiga grandemente 🙏🌹🙏