En 2013, el presidente chino, Xi Jinping, lanzó la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative BRI). La idea era muy similar a la del juego Monopoly: quien posee más propiedades, tiene más poder y gana más riquezas. Sin mucha fanfarria, China comenzó a financiar proyectos masivos de infraestructura y a comprar activos esenciales en todo el mundo. Cualquier país que quisiera beneficiarse de la riqueza y la experiencia en construcción de China, tenía que firmar un acuerdo que lo admitiera en el BRI. Hasta marzo de este año, 147 países ya se han sumado a la iniciativa. Así, sin disparar un solo tiro, China logró con éxito una invasión mundial. Ahora, finalmente, los poderes de occidente están despertando.
La invasión no se limita a los países que han firmado el acuerdo BRI. Las empresas chinas han comprado u operan innumerables activos estratégicos en EUA, por ejemplo. Empresas chinas también están construyendo los dos nuevos puertos marítimos de Israel (de los tres que hay), el tren ligero y una empresa china propietaria de Tnuva, el mayor fabricante de alimentos de Israel. Lo que los chinos vieron hace mucho tiempo y occidente no, es que inversión es influencia e influencia es conquista.
Ahora, occidente finalmente despertó. Es decir, Estados Unidos se dio cuenta de que China está comprando el mundo. Los chinos le ofrecieron a EUA unirse a su iniciativa, pero EUA nunca aceptaría unirse a China, en los términos de China.
Para contrarrestar la incursión económica de China, EUA recientemente reunió a los siete países occidentales más poderosos económicamente, conocidos como G7, para lanzar una contra iniciativa que, con suerte, impedirá el avance ininterrumpido del BRI. El G7, formado por EUA, Canadá, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido e Italia (que también firmó el acuerdo BRI), prometió 600,000 millones de dólares para contrarrestar la iniciativa de China. Pero, lamentablemente para el G7, esa suma probablemente sea demasiado pequeña y llegue demasiado tarde.
China ha recorrido un largo camino desde los días en que era un país cerrado y aislado. Primero, comenzó a fabricar para el mundo. Posteriormente, comenzó a exportar no sólo bienes, también experiencia, mano de obra y riqueza. Si antes admitieron otros países en China, para construir fábricas que producían para marcas europeas y estadounidenses, ahora también están penetrando en esos mismos países con su riqueza y experiencia. Los papeles se invirtieron.
Por el momento, todos parecen contentos. Los signatarios del BRI disfrutan de la riqueza y el poder de construcción de China y no tienen que pagar por proyectos esenciales que habrían sido demasiado costosos para ellos. A cambio, China se está afianzando en todos los países, todos compran su apoyo efectivamente.
Sin embargo, en última instancia, la naturaleza humana ganará y sólo el propietario, es decir, China, obtendrá las ganancias. En el caso de Tnuva, por ejemplo, alegóricamente tomarán la comida y dejará las sobras a Israel.
La evolución nunca se detiene. China puede pensar que puede apoderarse del mundo con su poder económico, pero su caída está por llegar. En la siguiente fase de la evolución de China, surgirán fuerzas desde el interior del país y desintegrarán la sociedad china desde dentro. Tomará años, tal vez décadas, pero el proceso seguramente sucederá. Cuando comience la desintegración, China declinará.
China no puede seguir siendo fuerte indefinidamente, porque depende de una sola fuerza: el socialismo. Si confías en una fuerza, cualquier fuerza y no la equilibras con la medida igual de su contrafuerza, rompes el equilibrio natural que existe en la realidad y eventualmente, la realidad te abrumará. La única forma de mantenerse fuerte y con éxito es empleando fuerzas opuestas y creando una unidad que no suprima ni dé prioridad a ninguna sobre la otra. Cuando se tiene un sistema equilibrado, la longevidad está garantizada.
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