Una encuesta extensa sobre depresión, publicada por el centro de investigación Our World in Data, de la Universidad de Oxford, muestra que la depresión es una condición muy complicada. Según los editores de la encuesta, «la gente con depresión tiene diferentes síntomas, con diferentes niveles de gravedad, en diferentes momentos de su vida, con episodios que duran diferentes períodos de tiempo». Peor aún, incluso gente, no diagnosticada con depresión, sufre síntomas. Y peor, se encontró que la depresión es una condición general que tiene subtipos y que, en general, la mayoría padece depresión o sus síntomas.
Si bien la encuesta es importante porque ilustra la omnipresencia de la depresión, no responde ni siquiera intenta responder a la pregunta más importante: ¿Por qué hay depresión?
Mientras más nos desarrollamos de generación en generación, más conocemos el mundo en el que vivimos y las presiones que nos impone. Como resultado, nos deprimimos. Por su parte, los medios de comunicación, que podrían presentar una imagen equilibrada del mundo, optan por exacerbar nuestra depresión y destacan lo negativo y angustioso del mundo. Al explotar nuestra debilidad y vulnerabilidad, profundizan nuestra depresión.
Las malas noticias que los medios de comunicación nos dan constantemente, no son las únicas que vale la pena conocer. Además, si lo único que muestran es malicia, violencia y fraude, sin ofrecer ninguna solución a estas dolencias sociales, ¿qué esperanza hay? Nos están educando para odiar, desconfiar y aislarnos ¿es de extrañar que haya depresión?
Los medios de comunicación, en todos sus canales, son el principal educador de la humanidad. Nos moldean y nos dan la forma que quiere, nos muestra u oculta lo que eligen, según su interés. Por eso, lo que está sucediendo hoy en la humanidad es, ante todo, resultado directo de las acciones de los medios de comunicación.
No debemos engañarnos. Las noticias que vemos, las historias que leemos y la información que se filtra en nuestros teléfonos y computadoras, son monitoreadas y manipuladas para hacernos sentir miserables e indefensos. Al hacerlo, los medios de comunicación nos controlan con más fuerza, es lo que realmente quieren.
Cuando estamos deprimidos, compramos más para compensar nuestro abatimiento. Cuando estamos deprimidos, tomamos medicina, drogas y hacemos cosas para aliviar la tristeza. Esto les aporta mucho dinero, mucho poder y nos hacen dependientes, es lo que quieren.
La gente puede ser feliz, sólo cuando tiene esperanza. Si sabe que mañana será mejor que hoy, que sus hijos tendrán una vida mejor, más fácil, más rica y más saludable, tendrá motivos para el optimismo y la alegría.
Lamentablemente, los medios reflejan nuestra naturaleza, nuestra disposición egoísta, como está escrito: «La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud» (Génesis 8:21). Mientras seamos malvados por dentro, no crearemos medios que nos den esperanza.
Estamos podridos desde dentro, queremos poder, dinero y culpamos a los medios, incluso si los arruinamos y construimos nuevos canales, terminarán siendo lo mismo que tenemos hoy. Al final, no es su culpa que sean así; sólo reflejan nuestro yo interior.
Para cambiar realmente los medios, debemos cambiarnos a nosotros mismos. Debemos crear canales educativos alternativos que generen esperanza y fomenten cuidado y responsabilidad mutua y que fortalezcan nuestras comunidades.
Si fomentamos cohesión y solidaridad dentro de nuestras comunidades y pueblos, podremos contrarrestar la influencia negativa de los medios y cambiar desde dentro. Si cambiamos, los medios no tendrán más remedio que hacer lo mismo. Finalmente, dependen de nosotros más que de la influencia de sus mensajes. Si los mensajes que estamos dispuestos a absorber son positivos, serán los mensajes que nos mostrarán, serán las novedades que recibiremos en nuestros dispositivos y como resultado, la realidad será mejor.
Excelente