Si haces una lista de las “armas” actuales contra la Covid-19, estarás muy desanimado. Todo lo que tenemos son mascarillas, distanciamiento social y nuestra “arma de destrucción masiva”, mejor conocida como el confinamiento. Pero la gente está harta de usar mascarillas, anhela acercarse a las personas que ama y no puede permanecer en casa indefinidamente, por eso, ninguna de estas armas realmente funciona. Como resultado, la Covid-19 no sólo se propaga más, sino que se vuelve cada vez más agresiva y difícil de curar.
Hay rumores sobre vacunas, pero no se ha aprobado nada y nadie sabe si sucederá ni cuándo. Hasta aquí, la medicina convencional lucha contra un problema no convencional.
En lugar de luchar inútilmente contra el virus, con instrumentos ineficaces, deberíamos recordar lo que dijo Einstein: «Los problemas importantes que tenemos, no se pueden resolver con el mismo nivel de pensamiento con el que los creamos».
Tiene razón. Creamos este problema y de hecho, todos nuestros problemas, con nuestro pensamiento egoísta e individualista. Por eso, sólo si adoptamos un pensamiento inclusivo, uno que tenga en cuenta a todos y no sólo a nosotros mismos, nos libraremos del virus y del resto de los problemas que plagan al mundo.
De hecho, podemos ver al virus como un maestro que nos obliga a cambiar nuestro pensamiento, nuestra relación mutua.
Contra nuestra voluntad, la Covid nos enseña a construir una sociedad más justa e integral. Observa lo que ha hecho hasta ahora: nos obliga a dar dinero, a darnos cuenta de que algunos ya nunca van a tener trabajo y debemos cuidarlos. Nos obliga a pensar en los ancianos de nuestra comunidad y asegurarnos de que se mantengan sanos y seguros. Nos obliga a aceptar que somos responsables de los demás, porque cualquiera puede propagar el virus que puede matar a otros, incluso si no le afecta en absoluto. En resumen, el virus nos está enseñando a pensar en los demás. Si pensamos en los otros, no necesitaremos que nos enseñe y estaremos libres de virus.
Podrías decir que no puedes pensar en los demás porque no es sincero. Puede ser cierto, pero ¿qué tan sincero eres cuando le sonríes al vendedor en la tienda, cuando dices «Lo siento» si chocas con alguien en la calle o cuando dices «Que tengas un buen día»? Vemos que siempre aceptamos la falta de sinceridad si sirve a nuestros intereses, pero cuando tenemos que hacer algo que no parece gratificante, de inmediato llamamos a la «sinceridad» en nuestra defensa.
Este «doble estándar», es la verdadera falta de sinceridad. Ya que somos poco sinceros, démosle un buen uso. Aprovechemos la hipocresía. Seamos amables incluso cuando no veamos beneficio, porque si lo hacemos juntos, cambiaremos la atmósfera en la sociedad y la gente se volverá realmente amable. Simulemos que nos importa, finjamos ser amables y hagámoslo todos juntos. Lo más probable es que en poco tiempo seamos amables y cariñosos.
Podemos cambiar la forma en que nos sentimos, cambiando la forma en que nos comportamos. Lo único que se necesita es determinación mutua y entender que no tenemos otra opción, pues Covid-19 es más inteligente y más fuerte que cualquiera de nosotros, si estamos solos, pero no puede vencernos si actuamos como uno.
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