El movimiento anti-trabajo que comenzó en 2013, el año pasado ganó. Creció de 700,000 personas a 1.6 millones. Sin embargo, su lema, “¡Desempleo para todos, no sólo para los ricos!” no creará un mundo mejor ni gente más feliz.
Para crear un mundo donde todos sean felices, debemos repensar el valor del trabajo en nuestra sociedad. Para ser felices, necesitamos un propósito en la vida. El trabajo puede ser el medio para un fin, pero no debe ser el fin en sí mismo. Si nos enfocamos en el propósito, no en trabajos o carreras como factores determinantes en nuestro sentido de autoestima, la vida será más equilibrada, mucho más feliz y nosotros, nuestra familia, nuestra comunidad y el medio ambiente nos beneficiaremos.
Hasta hace unos pocos años, el elemento predominante para determinar el estatus social de una persona, era su trabajo. Valías tanto como valía el título de tu trabajo. En los últimos años, ha cambiado. La gente está perdiendo la ilusión, de que el título del trabajo le hará feliz, incluso si paga extremadamente bien.
El dinero ayuda, pero sólo hasta cierto punto. Más allá de satisfacer las necesidades y asegurar nuestro futuro en un grado razonable, debemos invertir el tiempo y esfuerzo en crear valor en la vida, en lugar de riqueza. Cualquier tiempo o esfuerzo adicional para crear más riqueza no aumentará nuestra felicidad. De hecho, a menudo la disminuye.
Creamos valor al estar con la gente que amamos y al hacer lo que nos gusta. Estos dos bienes pueden estar conectados con nuestro trabajo, pero en ese caso, el trabajo no es el punto focal, el punto focal es disfrutar de lo que hacemos y de la gente que nos rodea.
Incluso si nuestro trabajo no es nuestro sueño dorado, necesitamos establecer relaciones que hagan que valga la pena seguir trabajando. Si tengo sentimientos negativos hacia mi lugar de trabajo, odiaré estar allí. Por eso, es vital que los compañeros se conozcan y que desarrollen consideración y preocupación mutuas. Si lo único que pienso es irme a casa (o apagar mi computadora si trabajo en casa), sufriré mientras trabajo.
Pero, si pienso en que todos juntos logremos nuestro objetivo común, mi trabajo tendrá un propósito y no será personal, sino social. En ese caso, todos estarán enfocados en los demás y no en sus horas y deberes personales y se sentirán contentos y satisfechos.
Es muy diferente a como pensamos en el trabajo hoy, pero es hacia donde se dirige el mundo. Ya sabemos que todo está conectado. Nuestras computadoras están conectadas con el mundo, incluso los teléfonos están conectados con el mundo. Nuestra comida también viene de todo el mundo, igual que nuestra ropa, autos e incluso los insectos que nos enferman.
Todo está conectado. Si actuamos como si viviéramos en el vacío, nos imponemos una falsa desconexión y nos separamos de la vida. Eso no puede hacernos felices. Para ser felices, necesitamos estar conectados de manera positiva, apoyarnos unos a otros, en lugar de la mentalidad que predomina en la actualidad, de pisarnos unos a otros.
Es un proceso educativo que ya inició. Dado que somos reacios a cambiar la mentalidad egoísta, la naturaleza nos impuso un pensamiento colectivo, usó el coronavirus. Si tomamos el proceso en nuestras manos, no necesitamos «lecciones» obligatorias de la naturaleza.
Además de hacernos más felices y tranquilos, un mundo laboral equilibrado, donde trabajemos tanto como sea necesario y dediquemos el resto del tiempo a socializar y al desarrollo personal, beneficiará al mundo que nos rodea. Actualmente, estamos sobre produciendo todo, para superar a nuestros competidores y presentar buenos informes a los accionistas de las empresas. Si producimos sólo lo que realmente necesitamos, no agotaremos los recursos finitos de nuestro mundo, no contaminaremos el aire, el agua y el suelo y no pondremos en peligro nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Educar puede sonar aterrador, pero se trata básicamente de cambiar nuestras preferencias. Como muestra el movimiento anti-trabajo, nuestros valores y preferencias ya están cambiando, pero no hay razón para que cambien con dolor. Si aprendemos, a ser felices, de nuestra dependencia mutua, lo elegiremos voluntariamente, porque será elegir una vida mejor y creo que todos queremos una vida mejor.
Saludo desde república dominicana