Si seguimos las noticias de hoy, vemos un mundo a punto del colapso, como si estuviéramos viviendo la peor época de la historia. Por eso, creemos que nuestros abuelos tenían razón, cuando añoraban «los buenos tiempos».
Hay muchos indicadores sombríos: olas de calor extremas e incendios furiosos en Europa y Estados Unidos, Estados Unidos se desangra entre un tiroteo masivo y el siguiente, la inflación llega a máximos históricos, hasta el punto de que la recesión parece probable, la interminable invasión rusa en Ucrania sigue causando conmoción en el mundo. Gran Bretaña e Italia enfrentan inestabilidad política. Sri Lanka se hundió ante los ojos de la gente y sus líderes huyeron del país. El tranquilo país de Japón, a la luz del día, vio el asesinato de su ex primer ministro.
Por increíble que parezca, el mundo no ha cambiado tanto. El principal cambio es la acumulación de información y las conexiones. En épocas pasadas salíamos a pasear para saber qué pasaba en la ciudad vecina y viajábamos en barco por meses para conocer un país lejano.
En épocas posteriores, comprábamos un billete de tren de alta velocidad o tomábamos aviones para aterrizar en un continente lejano y conocer otras realidades y personas. Ahora, sin levantarnos de la silla y con sólo pulsar una tecla estamos allí, en el corazón del mundo. En menos de un segundo, toda la colorida, ruidosa y bulliciosa realidad se despliega ante nosotros y nos aturde con su creciente influencia.
Oímos, vemos, sentimos, admiramos y respondemos a todo lo que ocurre en cada rincón y en tiempo real. La comunicación nos obliga a absorber un intenso flujo de información, que consumimos como adictos.
Cuántas veces lees un libro y te acercas a un amigo para compartir: «¡Oye, qué buen libro leí!». Estamos en un mundo en el que todo son noticias que no podemos absorber y compromisos que no toleramos. Como consecuencia, la gente está cada vez más enferma, física y mentalmente.
Los infinitos vínculos que formamos son fríos, planos y alienados. No tienen profundidad ni calidez ni identificación. Carecen de simpatía, de deseo de cercanía y no toman en cuenta que todos somos uno. El mundo parece estar lleno de crisis, son nuestros lazos rotos.
Nuestros lazos físicos son muy escasos y rápidos y así debe ser, pero necesitamos ajustarnos interna y emocionalmente. Debemos insertar calor en estos lazos, para que nos fortalezcan y nos conecten, en lugar de separarnos. Podemos apagar un poco las noticias, abrir un libro con mensaje, hablarnos y sentirnos.
En lugar de ir de un lado a otro con los ojos puestos en el monitor y absorbiendo trozos de información, podemos ver la imagen real de nuestro entorno, ver que la creación es integral, saber que tiene dirección y propósito. La realidad, pasada o presente, tiene un propósito único: que entendamos que, como la naturaleza, somos uno y que comprendamos que sólo con garantía mutua e interdependencia, podremos superar cualquier dificultad. Cuando lo logremos, nuestra percepción del mundo será un hermoso equilibrio, llamado paz.
Gran verdad!!! En ocasiones siento que nunca será mejor, veo tanta destrucción inventado nuevas drogas, las comunidades terapéuticas más personas, ahora de edades ya que no tienen donde vivir. En condiciones inhumanas.me entristece 😢 muchos lo hemos logrado con la ayuda del que lo puede todo DIOS. Muchas gracias. DIOS los bendiga grandemente.
Deseo pertenecer a un grupo en español vivo en Pennsylvania Taylor USA
Debemos corregir la percepción que tenemos sobre los que nos rodean, sería un buen comienzo.